¡Ya viene el día, candente como un horno! En ese día, todos los soberbios y todos los malhechores serán como estopa, y serán consumidos hasta las raíces. ¡No quedará de ellos ni una rama! Lo digo yo, el Señor de los ejércitos.
Pero para ustedes, los que temen mi nombre, brillará un sol de justicia que les traerá salvación. Entonces ustedes saltarán de alegría, como los becerros cuando se apartan de la manada. El día que yo actúe, ustedes aplastarán a los malvados hasta convertirlos en ceniza debajo de sus pies. Lo digo yo, el Señor de los ejércitos.
«Acuérdense de la ley de mi siervo Moisés, a quien en Horeb le di ordenanzas y leyes para todo Israel.
Tomen en cuenta que, antes de que llegue el día grande y terrible del Señor, yo les enviaré al profeta Elías. Y él hará que el corazón de los padres se vuelva hacia los hijos, y que el corazón de los hijos se vuelva hacia los padres, para que yo no venga a destruir la tierra por completo.» Malaquías 4:1-6
¿Qué es “el gran día del Señor”? Es un tiempo de juicio, el tiempo en que la ley divina sopesa la conciencia materialista y la expresión de vida de un pueblo contra los valores absolutos de lo correcto y la justicia, y exige rendición cuentas. Si bien las Escrituras claramente hablan de un juicio final en la consumación de los tiempos, también enfrentamos un juicio de vida cada día de nuestra existencia.
¿Tiene que ser necesariamente este “día” un “día ardiente como un horno”? No. Lo es solamente cuando los seres humanos hacen hecho caso omiso continuamente de la ley divina y siguen sus formas egoístas de pensar y vivir. Tales formas de pensamiento, expresión y acción conducen finalmente a la destrucción no sólo de individuos sino de pueblos y naciones enteras.
¿Qué significado tiene reconciliar “a los padres con los hijos, y éstos con sus padres”? Cuando se lee según la letra, la profecía describe el propósito de Dios de restaurar las familias para que el pueblo no sufra su destrucción. De modo más profundo exhorta a la reconciliación y comunión con el Padre lo que, al fin y al cabo, libra de la destrucción eterna.
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