martes, 11 de octubre de 2016

El octavo Mandamiento

"No robes." Éxodo 20.15

Tanto la moral cuanto las leyes de la mayoría de las sociedades declaran que robar está mal. Sea por conformidad con las reglas sociales o por temor al castigo por el delito, la mayor parte de nosotros nos abstenemos de robar. No obstante, siempre ha habido personas que se han dedicado al robo ocasionalmente o como forma de vida. Sea como fuere, el respeto por la propiedad ajena es un principio fundamental, en las relaciones sociales y en la vida espiritual. 

"Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón." Mateo 6.21

El robo y el despojo sólo es posible si hay apego; si la conciencia es libre, ni todos los ladrones del mundo podrían robar siquiera una mísera moneda. La consciencia de la Presencia de Dios, creador y sustentador de todo lo que existe, nos libera de la dependencia de lo efímero. Del Señor "es la tierra y su plenitud", nosotros somos simples mayordomos de los bienes que él nos otorga.

Los mandamientos no son restricciones arbitrarias, sino leyes fundamentales de la vida. Ir en contra de la armonía de la vida no perjudica en nada a Dios, pero sí mucho a nosotros mismos. Dios es amor; el amor y la armonía manifiestan aspectos de Dios. Cuando nosotros renunciamos al latrocinio, empezamos a percibir que nada nos falta y que poseemos la plenitud de todo lo que Dios es. La total libertad viene del desapego.


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