No importa qué tan espirituales o piadosos nos creamos, o finjamos ser ante otros, la única parte auténtica de nuestra religión es aquella que se manifiesta en nuestras vidas diarias. Dogmas, ideales y declaraciones abstractas no son más que engaños si no se verifican en la práctica. A decir verdad, tal corrección doctrinal e ideales elevados representan un serio peligro, porque narcotizan el espíritu y atrofian la conciencia.
"Por lo tanto, cumplan los términos de esta alianza y pónganlos en práctica, para que les vaya bien en todo lo que hagan." Deuteronomio 29.9
Nuestra religión y piedad sólo son verdaderas si las ponemos en práctica. Y el mejor lugar, y el tiempo más propicio, para poner en práctica nuestra espiritualidad es aquí y es ahora. Poner caras angelicales, participar de rituales o recitar credos no nos hace más piadosos. Las doctrinas, los ritos y la piedad deben ser fermento de transformación. En esto consiste la práctica de la presencia de Dios.
Si la devoción no se manifiesta
en justicia y compasión,
toda aparente piedad no es
más que religiosa masturbación.
"Esto es muy cierto: Si hemos muerto con él, también viviremos con él; si sufrimos con valor, tendremos parte en su reino; si le negamos, también él nos negará; si no somos fieles, él sigue siendo fiel, porque no puede negarse a sí mismo." 2 Timoteo 2.11-13
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