Es bastante frecuente que los niños, y muchos adultos, teman a la oscuridad. Al apagarse la luz, la imaginación infantil es invadida de temores, y debajo de la cama surgen brujas, monstruos y dragones que amenazan devorar a la pobre criaturita indefensa. Los sollozos atraen a mamá o a papá, quienes diciendo unas palabras de seguridad y encendiendo la luz disipan sin esfuerzo los terrores nocturnos.
"Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino." Salmos 119.105
Aunque pueda provocarnos una tierna sonrisa el temor a los monstruos debajo de la cama, muchos de nosotros actuamos de forma similar al enfrentar los problemas de la vida. Cuando surge alguna dificultad muchos pensamos enseguida: “este es un problema muy serio” y, entonces, llenos de temor y aprehensivos, comenzamos a orar insistentemente para ser librados de la dificultad.
Si bien es lo más frecuente, actuar así es completamente erróneo. Darle preponderancia lo que hace es elevar la dificultad a algo mucho mayor de lo que era originalmente. La actitud correcta; la que trae victoria es pensar: “Dios puede resolver este problema y lo hará”. La sosegada confianza en la presencia de Dios nos librará del temor.
En lugar de buscar consuelo en la Palabra de Dios desde una actitud de miedo y limitación, confiando en nuestra propia perseverancia y confianza. Paremos, alabemos al Señor, dejemos de pensar en el problema y elevemos nuestra conciencia a la presencia de Dios. Habiendo reposado en la paz de la divina presencia, esperemos confiadamente en las promesas de la Palabra de Dios, y el problema será resuelto.
"Porque la palabra de Dios tiene vida y poder." Hebreos 4.12
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