viernes, 25 de enero de 2019

Vence el mal con el bien

"Vivan en armonía unos con otros. No sean tan orgullosos como para no disfrutar de la compañía de la gente común. ¡Y no piensen que lo saben todo! Nunca devuelvan a nadie mal por mal. Compórtense de tal manera que todo el mundo vea que ustedes son personas honradas." Romanos 12.16-17

Todo el mundo se llena la boca hablando de bondad, compasión y paz, pero en la práctica podemos notar que hay muy poco de todo eso que se pregona. Peor aún, quienes más hablan y exigen esa elevada norma moral suelen ser quienes más juzgan y oprimen a los demás considerándose a sí mismos como la reserva ética de la humanidad. Reclaman paz y amor de los otros, pero ellos mismos sólo tienen juicio y opresión. Esto podemos verlo en la política, la economía y también en la religión.


El apóstol Pablo, al contrario de los moralistas de vanguardia, nos exhorta a otro tipo de enfoque. La bondad no es fruto de las obras; las obras son fruto de la bondad. La transformación viene desde el interior y fluye hacia el exterior. El amor forzado, impuesto como una ley, que los erigidos en moralistas exigen férreamente pero no aplican a sí mismos, es imposible y frustrante. 

"No dejen que el mal los venza, más bien venzan el mal haciendo el bien." Romanos 12.21

El bien que vence al mal no consiste en actitudes forzadas ni fingidas. El bien que vence al mal es fruto de la intimidad con Dios Padre, por medio de Jesucristo, en el poder del Espíritu Santo. Tan solamente la palabra de Dios puede obrar la transformación interior que da frutos de bondad, compasión y paz.

viernes, 18 de enero de 2019

El mejor vino

«Un anfitrión siempre sirve el mejor vino primero —le dijo—, y una vez que todos han bebido bastante, comienza a ofrecer el vino más barato. ¡Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora!». Juan 2.10

El vino representa la vida, la alegría y la abundancia. Aunque puede asociarse a veces a la tristeza, lo más común es relacionarlo con la dicha y la celebración. ¡No hay fiesta sin vino! En el conocidísimo pasaje de las bodas de Caná, vemos que el vino se terminó, la algarabía se silenció, y el disimulado murmullo de María expresó la preocupación: "no tienen más vino"...

"Cerca de allí había seis tinajas de piedra, que se usaban para el lavado ceremonial de los judíos." Esas seis tinajas representan la obediencia de la Ley, el esfuerzo por llegar a Dios por medio de la propia justicia. Los ritos, ceremonias y sacrificios pueden dar un aire de piadosa santidad, pero sabemos muy bien que no pueden dar frutos de vida ni, mucho menos, traer alegría. Cuando todo parece perdido, ¡Jesús cambia el agua en vino!

"Nadie pone vino nuevo en vasijas viejas. Pues el vino arruinaría las vasijas, y tanto el vino como las vasijas se echarían a perder. El vino nuevo necesita vasijas nuevas." Marcos 2.22


La pureza de la Ley, las tinajas con agua, únicamente puede mostrarnos que necesitamos ser lavados, pero de modo alguno puede alegrar la vida. Solamente Jesús, por medio de Evangelio, nos da consuelo, paz y alegría. Jesús nos da un vino nuevo y mejor, su propia sangre, que limpia nuestro pecado y nos hace partícipes de las bodas eternas. "Esta señal milagrosa en Caná de Galilea marcó la primera vez que Jesús reveló su gloria. Y sus discípulos creyeron en él."

viernes, 4 de enero de 2019

Anhelo

Hay en el bosque un suave canto;
no sé si es el viento, o los pájaros.

Hay en el bosque un fuerte llamado;
no sé si es Dios, o soy yo anhelando.

Libertad deseo, y libertad no tengo.
Libertad me llama, y sólo hay silencio.

¿Cuántos días sufriré tras estos muros?
Las negras paredes no están fuera de mí.

Si hay un Dios que me escucha, pregunto:
¿Cuántos días penaré tras estos muros?

¿Cuántos días esperaré tras estos muros?
Si el silencio me habla más alto que el viento.

Sí hay un Dios que me escucha, lo sé...
Pero yo no soy capaz de escucharlo a Él.