martes, 30 de mayo de 2017

Chispa divina [fragmentos]

Barro inmundo, separado de todo, indigno.
Veo mi ser y desprecio mi limitación amarga.
Gota del oceáno infinito, soy más de lo que veo.
Y cada gota, compañera de camino, es infinita.

El vaso de barro oculta, pero no debilita ni mata
la luz refulgente que compartimos con Todo.
Yo mismo oculto la luz y soy alfarero del vaso
que esconde, con malicia, la chispa divina.

Sin esfuerzo, silenciosa, la chispa se hace llama
al dejar de aprisionarla. Es pura gracia, don de amor.


martes, 23 de mayo de 2017

¿Ortodoxia?


Al leer el Nuevo Testamento, así lo hagamos superficialmente, no puede pasar desapercibido el constante enfrentamiento de Jesús con los fariseos y los escribas. Con frecuencia, tendemos a considerar que estas personas eran malignas, mentirosas o que habían retorcido las Escrituras. Pero, si leemos objetivamente los relatos, no encontraremos nada de eso, más bien todo lo contrario. Jesús reconoce el celo, la religiosidad y la radicalidad de los fariseos; la crítica que Jesús les hace es que, aunque guardaban y explicaban la Ley rigurosamente, habían perdido el espíritu de la misma.

"¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que separan para Dios la décima parte de la menta, del anís y del comino, pero no hacen caso de las enseñanzas más importantes de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto es lo que deben hacer, sin dejar de hacer lo otro." Mateo 23.23

La práctica regular de la exégesis bíblica llevó paulatinamente a los doctores de la Ley a compilar un gigantesco conjunto de “interpretaciones” que, agregado a la ya imperiosa letra de la Ley de Moisés, caía en las más bizarras sutilezas. Con el tiempo, las interpretaciones, comentarios, comentarios de las interpretaciones e interpretaciones de los comentarios, llegaron a ser considerados “la ley oral”, con el mismo grado de autoridad, o inclusive mayor, que la Ley de Moisés, revelada por Dios.

Aunque difícilmente alguien se reconozca fariseo, lo cierto es que el fariseísmo abunda entre los profesos seguidores de Jesús. No importa qué nombre se le ponga, o con qué excusa se haga, cuando las palabras de los Doctores, de las Tradiciones y de los Concilios; cuando las interpretaciones, comentarios, comentarios de las interpretaciones e interpretaciones de los comentarios, llegan a ocupar el lugar de la palabra de Dios, entonces estamos ante la presencia del fariseísmo.

Probablemente la mayoría de nosotros haya visto alguna vez esas estructuras en forma de reja que se colocan en los jardines para que las enredaderas y las flores puedan trepar y así exhibir de forma más llamativa su natural belleza. Las formulaciones ortodoxas son parecidas a esas estructuras. Permiten que la natural belleza de la palabra de Dios pueda ser vista en toda su plenitud, pero de ningún modo son la palabra de Dios. Dios creó las enredaderas y la flores, los bastidores, rejas y estructuras son obras humanas.

Los fariseos, tanto los de la antigüedad como nuestros contemporáneos, son magníficos constructores de vallas, estructuras y bastidores. Con finísimas maderas y metales, las hacen fuertes y durables. Pintan. Barnizan. Pulen. ¡Qué trabajo! ¡Qué arte! ¡Qué precisión! Pero jamás plantan una flor. Nunca un aroma, ni la frescura del rocío sobre los pétalos. Abismados en lo intrincado de su propia y magnífica labor, se pierden el encanto de la vida, creación de Dios.

Recientemente, un hermano en Cristo me presentó una analogía muy interesante: las fórmulas teológicas ortodoxas vienen a ser como un mapa que señala el norte del recorrido, proporcionan una visión panorámica del territorio y sirven como testimonio de viajeros que recorrieron el territorio antes que nosotros. La analogía es buena y acertada, siempre que recordemos que “el mapa no es el territorio”; ningún mapa, por bueno y detallado que sea, describe perfectamente el territorio, y ningún viajero, por más detallista y minucioso que pueda ser, consigue captar, y menos aún plasmar en un mapa, la riqueza que sólo el terreno real tiene.

El diccionario define ortodoxia como la opinión o creencia tenida por correcta y verdadera; en oposición a la heterodoxia, tenida por falsa, en ambos casos desde la perspectiva de la autoridad que fija tal ortodoxia, o en ausencia de tal autoridad, desde la perspectiva de las ideas o prácticas generalmente admitidas por consenso. Dentro del cristianismo, en su sentido más antiguo, el término se aplicaba a la conformidad con la fe de la iglesia primitiva.

La palabra de Dios es clara y en ella podemos encontrar e identificar la verdad sin confusión. Cuando los cristianos reflexionamos sobre las verdades de la palabra de Dios, y es natural que lo hagamos, invariablemente llegamos a conclusiones y las expresamos por palabra o por escrito. Si lo que hablamos o escribimos está en conformidad con la clara enseñanza de la palabra de Dios, podemos sin duda llamarlo ortodoxia. No reside allí el problema. El problema viene cuando se toman las formulaciones dogmáticas, los Doctores, Tradiciones y Concilios en lugar de la palabra de Dios.

Para quien profese una ortodoxia al modo del fariseísmo, estas palabras sonarán a blasfemia. El fariseo no defiende en realidad la doctrina, defiende la doctrina que él profesa por la sola razón de que la profesa él y él, de ningún modo, puede estar equivocado. Como dijera un buen amigo: “Cualquier orientación, norma, ley, determinación o reglamentación religiosa debe ser comparada, interpretada y evaluada según las palabras, orientaciones y actitudes de Jesucristo”; sin embargo, los que se atribuyen a sí mismos una “ortodoxia inflexible” buscan domesticar a Jesús y adaptarlo a sus preciadas e intocables fórmulas confesionales.
  1. Ciertas "ortodoxias" no son más que excusas para hacer nula la Palabra de Dios en nombre de tradiciones particulares. "Jesús les dijo: —Para mantener sus propias tradiciones, ustedes pasan por alto el mandato de Dios." Marcos 7.9
  2. La "ortodoxia" que deba usar la fuerza y el terror para imponerse cojea a causa de su propia hipocresía. "¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que recorren tierra y mar para ganar un adepto, y cuando lo han logrado, hacen de él una persona dos veces más merecedora del infierno que ustedes mismos." - Mateo 23.15
  3. Hay quienes llaman "ortodoxia" tan sólo a la proyección de sus miedos, frustraciones y rencores. "Tú serás discípulo de ese hombre [Jesús]; nosotros somos discípulos de Moisés." - Juan 9.28
  4. Algunas "ortodoxias" viven, como los buitres, de cadáveres. "¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan los monumentos de los justos, y luego dicen: “Si nosotros hubiéramos vivido en tiempos de nuestros antepasados, no habríamos tomado parte en la muerte de los profetas.” Ya con esto, ustedes mismos reconocen que son descendientes de los que mataron a los profetas. ¡Terminen de hacer, pues, lo que sus antepasados comenzaron!" - Mateo 23.29-32
  5. Muchas "ortodoxias" son fachadas para quienes no tienen fe. "¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que cierran la puerta del reino de los cielos para que otros no entren. Y ni ustedes mismos entran, ni dejan entrar a los que quieren hacerlo." - Mateo 23.13
  6. Llamar "ortodoxia" a la negación de enfrentar el desafío de la fe, es una terrible falacia. "Vivimos por fe, no por vista." - 2 Corintios 5.7
  7. Se escudan tras su "ortodoxia" las sanguijuelas de la fe; esos que basan su fe en la fe de otros. "Los maestros de la ley y los fariseos enseñan con la autoridad que viene de Moisés. Por lo tanto, obedézcanlos ustedes y hagan todo lo que les digan; pero no sigan su ejemplo, porque ellos dicen una cosa y hacen otra." - Mateo 23.2-3
Un ministro de la palabra de Dios, del cual nadie se atrevería a poner en duda ni su celo ni su ortodoxia, escribió una vez: “La Iglesia no reconoce ningún intérprete humano de la Escritura cuya interpretación deba ser recibida como infalible y vinculante a causa de su Oficio; a ningún individuo,ni a ningún Orden, ni a un Concilio particular ni general, ni a la totalidad de un Cuerpo Eclesiástico”. Las fórmulas dogmáticas tienen una razón y una función análoga a las fórmulas químicas. Estudiando ciencias es perfectamente adecuado saber y decir que el agua se compone de dos átomos de Hidrógeno y uno de Oxígeno, no obstante, tan sólo el agua concreta calma la sed. "Vienen días —afirma el Señor— en los cuales mandaré hambre a la tierra; no hambre de pan, ni sed de agua, sino hambre de oír la palabra del Señor." Amós 8.11

Los fariseos de nuestros días, como los fariseos de la Biblia, sólo saben de Doctores, Tradiciones y Concilios, pero nada de la Palabra de Dios, viva y eficaz. Ellos precisan entender la gracia, la justicia y la verdad de Dios como Él mismo las reveló en su santa Palabra. Ellos deben aprender el Evangelio de redención para ser salvos.

Jesús jamás dijo que sus discípulos se identificarían por la capacidad de capturar, disecar y reducir su mensaje a fórmulas dogmáticas inflexibles, más bien todo lo contrario. Él dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste de los sabios y entendidos." Eran los escribas y fariseos quienes despreciaban, y sin disimulo decían: "esta gente, que no conoce la ley, está maldita." Lo que identifica a los discípulos de Jesús, la marca inconfundible de haber entendido recta y precisamente su mensaje es el amor: "Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos."

La auténtica ortodoxia no consiste en reclamar de forma histérica la posesión exclusiva de la verdad. La ortodoxia, viviendo de la viva palabra de Dios, busca conformar su fe a la "fe que una vez fue entregada al pueblo santo". La auténtica ortodoxia no consiste en violentar la conciencia para creer algo sólo porque otros creyeron así. Ortodoxia es beber el agua viva de la eterna palabra de Dios. Un balde puede ayudar a sacar agua del pozo, pero beber el balde nos puede llevar a la muerte. La ortodoxia es una forma de ver y buscar en la fuente inagotable de la revelación divina, una forma de vivir, de pensar, amar y aprender de la palabra viva de Dios que ajusta nuestras creencias al fundamento de la Escritura, y no la Escritura a nuestras creencias. El foco de la ortodoxia no es ella misma, ni siquiera la Escritura, el centro de la ortodoxia es Dios.

martes, 16 de mayo de 2017

Todo tiene su tiempo

Nos ha tocado vivir en una época de cambios impresionantes y acelerados. Rodeados, como estamos, de comunicaciones instantáneas, teléfonos inteligentes y transportes veloces, nos parece que todo debe suceder ya, y que la espera es una pérdida. ¿Es que las cosas deben ser así? Un antiguo y sabio proverbio dice: «Para vivir contento, no vayas ni muy rápido ni muy lento. Cada cosa tiene su tiempo.»

"En este mundo todo tiene su hora; hay un momento para todo cuanto ocurre." Eclesiastés 3.1

Cierta vez, una niña criada en la ciudad estaba, por primera vez, acampando junto con la familia en un bosque. Su padre le mostró una tórtola sentándose sobre su nidada de huevos y le dijo que un día un pequeño pichón nacería de cada huevo. La niña estaba maravillada con la idea de ver nacer a los polluelos y cada mañana, saliendo veloz de su tienda, corría hacia el nido con la esperanza de presenciar el milagro.


Los días en el campo pasaban y en el nido nada sucedía. Los huevos se veían tal cual como el primer día. No había ningún cambio en las apariencias y, poco a poco, la fe de la niña se fue desvaneciendo. Finalmente, con gran decepción, llegó a pensar que su padre la había engañado, y que de aquellos huevos no nacería nada. 

El último día de campamento, tal vez sólo por la costumbre, salió de su tienda y corrió hacia el nido, pero sin esperar nada, solamente pensando que era tiempo perdido. Sin embargo, al llegar, quedó encantada ante el espectáculo de los pequeños polluelos rompiendo el cascarón; ni antes, ni después, sino en su justo tiempo.

"Así que no debemos cansarnos de hacer el bien; porque si no nos desanimamos, a su debido tiempo cosecharemos." Gálatas 6.9

Durante todo ese tiempo que la niña observó, aunque a simple vista no lo pareciera, dentro de cada huevo se produjeron cambios maravillosos, cuyos resultados solamente fueron percibidos al final. Casi todo en nuestra vida sucede de ese modo. Si queremos ver un desarrollo real y manifestar plenitud de vida, debemos dejar que dentro del cascarón la vida se desarrolle a su ritmo. Esa es el ritmo de la creación, ese es el tiempo de Dios.

"Jesús dijo también: Con el reino de Dios sucede como con el hombre que siembra semilla en la tierra: que lo mismo da que esté dormido o despierto, que sea de noche o de día, la semilla nace y crece, sin que él sepa cómo. Y es que la tierra produce por sí misma: primero el tallo, luego la espiga y más tarde los granos que llenan la espiga." Marcos 4.26-28

viernes, 12 de mayo de 2017

Causa y efecto [fragmentos]

Las rejas están ahí, ante mis ojos,
la prisión está aquí en mi interior.
Sol y luna giran por sí mismos,
pero su danza existe porque estoy.

Si las olas de los mares no fluyesen,
aun así las pensaría en sus vaivenes.
Esto que soy, no sé si es lo que soy.
Pienso que pienso que pienso, y no.

Las rejas están ahí, ante mis ojos,
la prisión está aquí en mi interior.
Pienso que pienso que pienso, y no.

Si las olas de los mares no fluyesen,
aun así las pensaría en sus vaivenes.

Pienso que pienso que pienso, y no.


martes, 9 de mayo de 2017

Enfrentando al monstruo

Es bastante frecuente que los niños, y muchos adultos, teman a la oscuridad. Al apagarse la luz, la imaginación infantil es invadida de temores, y debajo de la cama surgen brujas, monstruos y dragones que amenazan devorar a la pobre criaturita indefensa. Los sollozos atraen a mamá o a papá, quienes diciendo unas palabras de seguridad y encendiendo la luz disipan sin esfuerzo los terrores nocturnos.


"Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino." Salmos 119.105

Aunque pueda provocarnos una tierna sonrisa el temor a los monstruos debajo de la cama, muchos de nosotros actuamos de forma similar al enfrentar los problemas de la vida. Cuando surge alguna dificultad muchos pensamos enseguida: “este es un problema muy serio” y, entonces, llenos de temor y aprehensivos, comenzamos a orar insistentemente para ser librados de la dificultad.

Si bien es lo más frecuente, actuar así es completamente erróneo. Darle preponderancia lo que hace es elevar la dificultad a algo mucho mayor de lo que era originalmente. La actitud correcta; la que trae victoria es pensar: Dios puede resolver este problema y lo hará”. La sosegada confianza en la presencia de Dios nos librará del temor.

En lugar de buscar consuelo en la Palabra de Dios desde una actitud de miedo y limitación, confiando en nuestra propia perseverancia y confianza. Paremos, alabemos al Señor, dejemos de pensar en el problema y elevemos nuestra conciencia a la presencia de Dios. Habiendo reposado en la paz de la divina presencia, esperemos confiadamente en las promesas de la Palabra de Dios, y el problema será resuelto.

"Porque la palabra de Dios tiene vida y poder." Hebreos 4.12

viernes, 5 de mayo de 2017

Volvernos niños

"Les aseguro que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos." Mateo 18.3

Al escuchar esas palabras de Jesús es seguro que a muchos de nosotros nos vienen a la mente imágenes de inocencia infantil, de ternura y bondad inmaculadas. Es posible que esa imagen de la niñez sea válida para la publicidad, para los cuentos de hadas y para la imaginación de quienes no tienen hijos. Quien ha convivido con niños sabe muy bien que éstos pueden ser, y de hecho son, egoístas, maliciosos y para nada tiernos o inocentes.

Fuera de las beaterías literarias o cinematográficas, podemos percibir que Jesús era muchas cosas menos ingenuo. Los seres humanos somos exactamente los mismos que hace dos mil años, los mismos desde el inicio de la especie. Podemos pensar que los niños que rodeaban a Jesús eran como esos cuadros clásicos, inocentes, rechonchitos y angelicales. Pero no. A diferencia de la televisión, las vacunas y los teléfonos inteligentes, los niños de entonces eran iguales a los de ahora. Entonces, ¿por qué diría Jesús que si no nos volvemos como niños no entraremos al reino de los cielos?


Los adultos vemos y entendemos el mundo a partir de las diferencias. Observamos, analizamos, diferenciamos, separamos e individualizamos. Ponemos nombres a las cosas y las etiquetamos, creando así un catálogo que nos permite ordenar los objetos, los hechos y las personas de acuerdo con el valor que les asignamos. Para nosotros, los adultos, la verdad consiste en establecer claras diferencias, en separar un evento de otro y poder decir: ¡esto es así!

Los niños, en cambio, ven el mundo a partir de sus similitudes, de las características parecidas y compartidas. Los niños ven, aprehenden, comparan, juntan y sintetizan. Con una única palabra pueden abarcar todo un universo de objetos, hechos y personas relacionados entre sí por características comunes. Para los niños todo tiene valor, porque está presente. Para los niños, la verdad consiste en compartir, en juntar, en vivir y en jugar, y en poder decir: ¡todo está aquí!

El teólogo y poeta brasileño Rubem Alves escribió: «Los niños están jugando. Uno de ellos estira el dedo hacia otro y dice:
—“!Bang! Te maté”. Y el otro cae al suelo, en los estertores del hacer como si...
Los adultos están jugando. Uno de ellos apunta el arma hacia otro y “¡Bang!”. “Yo te maté.” Y el otro cae, muerto.
El juego de los niños termina con la resurrección universal de los muertos.
El juego de los adultos termina con la sepultura universal de los muertos.
La resurrección es el paradigma del mundo de los niños. Del mundo de los adultos nace la cruz pues solamente los que lo toman en serio se transforman en verdugos.»

"Les aseguro que el que no acepta el reino de Dios como un niño, no entrará en él." Marcos 10.15

Jesús nos reta a cambiar nuestra manera de ver a Dios, a nosotros mismos, al prójimo y al mundo entero. Él nos invita a volvernos como niños y empezar a vivir la comunión con todo y con todos. Dejando de lado nuestra ilusión de separación y exclusivismo, dejémonos llevar a la plenitud del Espíritu, el reino de los cielos que no consiste en una existencia etérea sino en la visión de que todo en el universo, también cada uno de nosotros, está unido y existe para la gloria de Dios.

martes, 2 de mayo de 2017

Piedra negra

Pasado, presente, futuro, tiempo...
La piedra negra divide la eternidad.

Negros, blancos, verdes, colores...
Son tan sólo lo que pienso que veo.

Graves, agudos, silencios, sonidos...
Son tan sólo lo que pienso que oigo.

Dulces, amargos, agrios, sabores...
Son tan sólo lo que pienso que gusto.

Suaves, fuertes, hediondos, aromas...
Son tan sólo lo que pienso que huelo.

Tersos, ásperos, rugosos, caricias...
Son tan sólo lo que pienso que toco.

Bondad, maldad, equilibrio, juicio...
La piedra negra destruye lo que es.



Incontables piedras hay en el camino del peregrino:
Todas ellas son nada, pero hay una que lo es todo.

Pregunto mil veces quién soy, cual es mi linaje,
soy padre, hijo y hermano de todos lo que oyen.

Estoy dispuesto a mirar siempre al frente,
no quiero mirar atrás y ver que no he visto nada.

La verdad es siempre verdad y soy testigo,
junto con todos aquel que camina en la luz.

Hay muchos guías ciegos en el mundo,
no conocen la puerta y no poseen las llaves.

Las luces del mundo dicen: comida, bebida y oro
dan felicidad al corazón, yo digo ¡no!, sólo Dios.

La piedra negra parece sólida, un muro,
pero hay una estrecha puerta allí, y yo entraré.

La grieta es angosta en demasía, entraré
sin bagaje ni riqueza, desnudo y descalzo.

Anduve vagando en el mundo de sombras,
hoy me levanto y emprendo el regreso.

Todo lo valioso y sublime para el mundo,
es paja y estiércol a los ojos del más Alto.