viernes, 30 de junio de 2017

La autoridad divina de la Escritura

"Señor, tu palabra es eterna; ¡afirmada está en el cielo!" Salmos 119.89


Todos los que profesan la fe cristiana atribuyen, al menos formalmente, autoridad divina a las Escrituras, aunque no significa que todos entiendan lo mismo en cuanto a la naturaleza y la extensión de esa autoridad. La cuestión del origen, legitimidad, autenticidad y autoridad de las Escrituras no es tan sólo un punto de especulación teológica, sino la base para la fe profesada y la práctica de la misma.

Básicamente hay dos posturas entre los que confiesan y profesan la autoridad divina de las sagradas Escrituras; la primera sostiene que la Escritura no tiene autoridad propia, sino que ésta se la debe a la Iglesia; la segunda, en cambio, sostiene que la Escritura tiene autoridad inherente por el hecho de haber sido inspirada por Dios. La Escritura es su propio testimonio e intérprete.

En su obra "La Cautividad Babilónica de la Iglesia" el reformador Martín Lutero escribió: «La palabra de Dios es incomparablemente superior a la iglesia; nada puede establecer, ordenar ni hacer ésta en la palabra, sino que, cual creatura, sólo puede ser establecida, ordenada y hecha por la palabra.»

"Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien." 2 Timoteo 3.16-17

A partir del siglo XVIII el racionalismo iluminista, que ha permeado incluso a la corriente conservadora del cristianismo por medio de la escuela fundamentalista, pone la Biblia a la altura de cualquier otro libro y, si acaso le concede alguna autoridad, ésta depende de la pericia del intérprete humano. 

Lo cierto es que el propio Dios, mediante la Escritura reclama para sí autoridad normativa, estableciendo su palabra como regla de fe y conducta, y demandando absoluta sujeción. Las Escrituras son exactas y ciertas, porque fueron inspiradas por Dios. Las enseñanzas de las Escrituras contienen consejos prácticos para la vida. Sus profecías y promesas son absolutamente confiables.

"¡Yo mismo hice todas estas cosas, y así empezaron a existir! Yo, el Señor, lo afirmo. El hombre en quien yo me fijo es el pobre y afligido que respeta mi palabra." Isaías 66.2

martes, 27 de junio de 2017

La luz divina

"Envía tu luz y tu verdad, para que ellas me enseñen el camino que lleva a tu santo monte, al lugar donde tú vives." Salmos 43.3

Detrás de cada ser, de cada situación, sean agradables o no, se encuentra la permanente presencia divina. Esto significa que, sin importar las apariencias, la luz divina puede ser percibida en todo tiempo y en cualquier lugar. Con frecuencia, en especial cuando nos toca enfrentar experiencias adversas, tenemos la tendencia a pensar que los problemas no tienen solución. Nos quedamos contemplando las densas nubes de la dificultad, y nos olvidamos que el resplandeciente sol de la presencia de Dios jamás deja de brillar, aunque las tinieblas nos lo oculten momentáneamente.

"Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. Los que tienen oídos, oigan." Mateo 13.43

La contemplación nos permite descansar en la presencia de Dios, y recordar que, independientemente de las circunstancias, el Amor y el Poder de Dios siempre permanecen. La oración es el medio que nos posibilita elevarnos por encima de los densos nubarrones de las dificultades y contemplar la resplandeciente y bondadosa luz de Dios.

«Mi espíritu es un grano de mostaza, si su sol lo trasluce, crece igual a Dios, con jubilosa delicia.» - Johannes Angelus Silesius

viernes, 23 de junio de 2017

El poder de Dios se perfecciona en la debilidad


No cabe duda que vivimos en medio de una sociedad exitista. Nuestro grado de realización se mide por los logros obtenidos, el dinero acumulado, la apariencia de felicidad. Toda complicación o dificultad es vista como una barrera a la plenitud de vida. Incluso los predicadores han ido mudando su mensaje, vaciando el evangelio de su elemento escandaloso y transformándolo en una fórmula para "triunfar en la vida". El verdadero éxito no consiste en la ausencia de luchas, sino en la superación de las dificultades.

"El Señor me ha dicho: «Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad.» Así que prefiero gloriarme de ser débil, para que repose sobre mí el poder de Cristo." 2 Corintios 12.9

Son numerosos y conocidos los casos de personas que, pese a sus dificultades y limitaciones, no fueron vencidas, sino que las mismas fueron el fundamento de su realización. Es posible que consideremos heroicas estas historias de superación, pero difícilmente pensaríamos que nosotros podemos hacer lo mismo. Nuestras flaquezas son un obstáculo únicamente si nos hundimos en ellas, si las entregamos en las manos de Dios, Él mismo hará que sean el factor determinante de nuestro éxito.

El místico alemán Johannes Tauler escribió: «El amor de Cristo es superior a toda ciencia cuando el hombre privado de cualquier consuelo exterior o interior, abandonado y privado de todo apoyo, puede permanecer de verdad en invariable abandono, como nuestro Señor Jesucristo estuvo abandonado». Si nos abandonamos en los amorosos brazos del Redentor, nuestras debilidades serán fortalezas y cada problema un poste indicador en el camino a Dios.

"¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte violenta? Como dice la Escritura: «Por causa tuya estamos siempre expuestos a la muerte; nos tratan como a ovejas llevadas al matadero.» Pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó." Romanos 8.35-37

martes, 20 de junio de 2017

Cuando Dios permanece en silencio

"¿Por qué te escondes? ¿Por qué te olvidas de nosotros, que sufrimos tanto, tanto?" Salmos 44.24

Si se nos preguntara, es probable que todos nosotros diríamos sin sombra de duda que creemos que el amor de Dios es infinito, que nuestro amoroso Padre celestial es omnipresente, omnipotente y omnisciente. Todos, en cierto grado, creemos que Dios se interesa por nosotros, que nos valora y que nos cuida. Pero, si bien es cierto que muchos no dudamos al confesar nuestra fe, pocos somos los que experimentamos la seguridad y la paz que provienen de la comunión con el Señor. ¿Por qué sucede esto?


Lo cierto es que, para la mayor parte de nosotros, la "fe" se reduce a una acumulación de fórmulas guardadas en nuestra mente, pero sin relación práctica con ninguna área de nuestras vidas. Conocer y recitar verdades sobre Dios, sus atributos y cualidades, no sirve de nada si ese conocimiento no nos transforma.

"Altísimo Señor, ¡qué bueno es darte gracias y cantar himnos en tu honor! Anunciar por la mañana y por la noche tu gran amor y fidelidad." Salmos 92.1-2

Conocemos realmente a Dios en la medida que buscamos expresar en nuestras vidas sus atributos y cualidades. Es importante meditar en su palabra, contemplar sus obras y descansar en su presencia diariamente si deseamos que el suave susurro del Espíritu se oiga en cada latido de nuestros corazones.

viernes, 16 de junio de 2017

La base sobre la roca

"Por tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca." Mateo 7.24-25

Jesús fue muy específico en esto; estamos edificados sobre base firme en la roca o no. No hay punto medio: u oímos y hacemos lo que Jesús dice, o no. Si nuestra base es espiritual, cimentada sobre la persona y la palabra de Cristo, estaremos firmes. Si nuestra base es carnal, cimentada sobre nosotros mismos y nuestra sabiduría, caeremos sin duda. 

Ser espiritual no se trata de vestir raro, hablar misteriosamente ni adoptar un aura mística, sino de darle a Dios todo el poder sobre nuestros pensamientos, nuestras emociones y nuestras acciones. Dios es siempre soberano, queramos o no; pero debemos conscientemente saber, reconocer y aceptar su poder sobre nuestra vida, por medio del Espíritu que nos habla a través de su palabra.


Podemos fácilmente constatar si estamos viviendo sobre la roca o sobre la arena. Si la palabra de Dios guía nuestras decisiones; si creemos en el amor infinito de Dios por nosotros; si la oración se hace más que un ritual, una necesidad vital; si comenzamos a ver la presencia de Dios en todas partes, en todas las experiencias, en todas las circunstancias; entonces estamos siendo espirituales, no carnales.

"Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes..." Santiago 4.8

Cuando, por medio de la palabra divina, comprendemos que estamos en un universo ordenado, que Dios está siempre presente y que es su voluntad tener comunión íntima con nosotros, nos damos cuenta que todo es espiritual. Oír y obedecer la palabra de Dios no es un ejercicio religioso, es el secreto de la vida plena. Oír y obedecer la palabra de Dios es la única definición válida de fe. Oír y obedecer la palabra de Dios es poner la base sobre la roca.

martes, 13 de junio de 2017

El poder de la oración

"... en momentos de angustia los fieles te invocarán, y aunque las aguas caudalosas se desborden, no llegarán hasta ellos." Salmos 32.6


De forma poética, el salmista expresa su total confianza en el poder de la oración. Diariamente enfrentamos las más diversas circunstancias y eventualidades, alegrías y tristezas, triunfos y derrotas; en todas podemos ser victoriosos por medio de la oración. Es claro que tomaremos los recaudos necesarios y todo paso práctico acorde con la situación, usando la sabiduría de la oración. Por medio de la plegaria, lo aparentemente imposible adquiere su justa perspectiva a la luz de la presencia amorosa de Dios.

"Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará; pues Dios da a todos sin limitación y sin hacer reproche alguno. Pero tiene que pedir con fe, sin dudar nada; porque el que duda es como una ola del mar, que el viento lleva de un lado a otro." Santiago 1.5-6

Al hacernos conscientes de que Dios es realmente omnipotente, no sujeto a los límites del tiempo, del espacio, de la materia, o a las fluctuaciones de nuestra humanidad, se nos hace natural confiar en el poder de la oración. "Aunque las aguas se desborden" podemos orar y resolver cualquier situación, porque "Dios da a todos sin limitación y sin hacer reproche alguno".

"La oración fervorosa del justo tiene mucho poder." Santiago 5.16

viernes, 9 de junio de 2017

La preocupación no es oración

"Señor, tú eres mi Dios; yo te alabo y bendigo tu nombre, porque has realizado tus planes admirables, fieles y seguros desde tiempos antiguos." Isaías 25.1


Frecuentemente pensamos que la oración es exponer ante Dios, con cierta dosis de queda e indignación, nuestras preocupaciones y afanes. Sin embargo, poco esperamos de nuestras plegarias, ya que derivamos una cierta satisfacción malsana al sentirnos victimas de las circunstancias. De poco provecho son nuestras plegarias si no pasan de un placebo mental. Orar pensando que “si esta oración no hace bien, tampoco hará mal”, no puede ser considerado orar.

"Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios. No sean como ellos, porque su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan." Mateo 6.7-8

Jesús nos recuerda que el Padre conoce todas nuestras necesidades, y podemos confiar que no son las palabras, sino el corazón, lo que hace válida a la oración. Las repeticiones y lamentos pueden proporcionar un cierto alivio mental, pero de ningún modo fortalecen el espíritu. La plegaria tranquila y sinceramente, la silenciosa espera en la presencia de Dios, son la clave de la oración eficaz. Como escribiera John Bunyan: “En la oración es mejor tener un corazón sin palabras que tener palabras sin un corazón”.

martes, 6 de junio de 2017

¿Qué significa buscar el Reino?

"Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas." Mateo 6.33

Muchos de nosotros hemos quedado desconcertados ante estas palabras de Jesús. En teoría aceptamos muy bien el principio, pero no encontramos la forma de llevarlo a la práctica. Solemos pensar que nosotros, nuestras circunstancias y problemas, existimos en un plano; y Dios existe en un plano completamente diferente. Ese sutil error nos ha llevado a considerar la oración como una llave mágica que abre los portales para que la dimensión divina intervenga en la nuestra.



"Tu reino es un reino eterno, tu dominio es por todos los siglos." Salmos 145.13

El reino de Dios no es una dimensión etérea y ultramundana, sino la prístina presencia de Dios en todo lo que es. Lo que Jesús no está diciendo es que nosotros debemos buscar  y percibir el reino de Dios en nuestra misma vida, en nuestras circunstancias y experiencias. Tenemos que saber que Dios está aquí, ahora, sin importar lo que nos parezca a nosotros. Cuando aprendemos a buscar primero el reino de los cielos, la luminosa presencia de Dios nos permite gozar de la plenitud de todo lo que él es. Esto es realmente oración.

viernes, 2 de junio de 2017

¿Es egoísta orar por sí mismo?

"Señor, dígnate escucharme [...] Señor, ten compasión de mí, que a ti clamo a todas horas." Salmos 86.1, 3


Influenciados por una idea de humildad que nada tiene que ver con la Biblia, muchos cristianos opinan que orar por sí mismos es una actitud egoísta, y piensan que deberían orar únicamente por otras personas. Hay quienes llegan incluso a pensar que Dios se encoleriza con quienes se acercan a Él con peticiones personales. Ésta es una idea ridícula, contraria al carácter de Dios y a su voluntad amorosa. 

No sólo es correcto, sino que Dios mismo nos invita (en realidad nos manda) a orar constantemente por nosotros mismos. Y no podría ser de otra manera, siendo Dios un Padre bondadoso y providente para todos sus hijos e hijas. Por medio de su palabra, Dios nos invita a creer en Él , confiar en Él, y a amarle de todo corazón. Él nos creó para su gloria, y para que gozáramos de su comunión. Y la oración, la conversación espiritual con el Padre, por medio del Hijo, en la unidad del Espíritu Santo, es la mejor forma de experimentar ese compañerismo íntimo.

"Tú eres mi Dios; ¡salva a este siervo tuyo que en ti confía! Señor, alegra el ánimo de este siervo tuyo, pues a ti dirijo mi oración." Salmos 86.2, 4

Cuanto más frecuentemente oremos por nosotros mismos, tanto más profundidad, unción y poder tendrán nuestras plegarias para orar por otras personas también, no por algún efecto mágico, sino por el hecho de la mayor intimidad y comunión con Dios. Orar por nosotros mismos, lejos de ser egoísta, es precisamente lo contrario; es glorificar a Dios y amarle de modo filial, confiándole todas las necesidades y anhelos de nuestro corazón.