viernes, 30 de julio de 2021

Los necios piensan que no hay Dios

"Los necios piensan que no hay Dios: todos se han pervertido; han hecho cosas horribles; ¡no hay nadie que haga lo bueno! Desde el cielo mira el Señor a los hombres para ver si hay alguien con entendimiento, alguien que busque a Dios." Salmos 14.1-2


Podemos decir que "desde siempre" esos versículos se han utilizado para atacar a los "incrédulos" e "idólatras"; que no creen, ni adoran ni se comportan como nosotros. Y nosotros, por supuesto, estamos del lado correcto. El que cree, celebra y actúa como nosotros es de Dios, porque Dios, ¿de qué lado estaría sino del nuestro? ¿Y a quién condenaría Dios sino a los que son diferentes?




Pero basta con observar un poco más de cerca para darnos cuenta de que lo que Dios condena como idolatría es la falta de compasión, la maldad, el egoísmo y la injusticia en todas sus formas. Excluir al diferente es idolatría. Marginar al pobre es incredulidad. Practicar racismo o sexismo es una abominación. Pervertir el bien común es iniquidad. "No tienen entendimiento los malhechores, los que se comen a mi pueblo como quien come pan, los que no invocan el nombre del Señor".


Hoy en día, una gran parte de los que se autodenominan "evangélicos" son los que más se oponen a las claras enseñanzas de Jesús. La opresión, la discriminación, el odio y la violencia son diametralmente contrarios al evangelio puro y simple. Porque la voluntad de Dios es la plenitud de vida para todos. Jesús proclama claramente con palabras y señales que todos somos bienvenidos en su presencia; que no se trata de "enseñar a pescar" sino de compartir los panes y los peces; que al lado de Jesús hay abundante provisión: provisión de misericordia, comunión de recursos y alegría de hermandad. "¡Ojalá que del monte Sión venga la salvación de Israel! Cuando el Señor haga cambiar la suerte de su pueblo, se alegrarán los descendientes de Jacob, todo el pueblo de Israel".


viernes, 23 de julio de 2021

Sobre todos, por medio de todos, y en todos

"Naciones y pueblos todos, alaben al Señor, pues su amor por nosotros es muy grande; ¡la fidelidad del Señor es eterna! ¡Aleluya!" Salmos 117.1-2


Es triste reconocerlo, y nos cuesta hacerlo, pero por lo general juzgamos, rechazamos y condenamos a quienes son diferentes que nosotros. Quien cree diferente no puede ser amado por Dios. Quien piensa diferente no es inteligente. Quien actúa diferente es perverso... ¿Qué resultaría si todas las naciones y pueblos se unieran en alabanza al Señor? ¿Qué sucedería si reconociéramos en cada ser humano la imagen y semejanza, la presencia del Señor? Se generaría y liberaría una energía benéfica de suficiente intensidad para manifestar aquí y ahora el poder del reino de los cielos.



"Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos." Efesios 4.5








La verdad sólo está presente donde está el bien. El bien sólo está presente donde está el amor. El amor sólo está presente donde está la justicia. Jesucristo, Dios mismo, cargó con todos los pecados del mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, fue condenado por todos los pecados al derramar Su sangre hasta morir en la Cruz; se levantó de entre los muertos y así ha completado la obra de salvación para hacernos justos delante del Padre. Cualquier falsedad, maldad e injusticia que pensemos, digamos o hagamos contra nuestros semejantes será una negación y frustración del propósito divino en nuestras propias vidas. ¿Es la bondad amorosa parte de la verdad eterna? Sí, lo es. "Su misericordia es grande para con nosotros; y la verdad del Señor permanece para siempre".

viernes, 16 de julio de 2021

El rey de gloria

"¡Del Señor son la tierra y su plenitud! ¡Del Señor es el mundo y sus habitantes! ¡El Señor afirmó la tierra sobre los mares! ¡El Señor la estableció sobre los ríos!" Salmos 24.1-2


El tema del Salmo 24 es la plenitud del poder y la majestad de Dios manifestados en la creación y, en segundo lugar, la participación humana en esta perfección divina. Nuestra manera común de pensar y hablar no es suficiente para abarcar la profundidad del amor y la generosidad de Dios, ni nuestra participación en la plenitud de su manifestación. Solamente la poesía es el vehículo adecuado para pensamientos tan elevados y hermosos, para la imaginación y emoción. Todo esto está en la mente de Dios, Todo-bondadoso.


¿Cómo es posible que un ser humano finito pueda acercarse a la perfección y majestad del Infinito? Con amor, integridad y honestidad. "El de manos limpias y corazón puro"... Con veracidad y autenticidad de mente, corazón y alma, con sinceridad y franqueza. Quien pueda desarrollar estas cualidades trascendentales por gracia, y quien las desarrolle, asciende "al monte del Señor" y puede entrar al "Lugar Santo".


Jesucristo, Dios mismo, cargó con todos los pecados del mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, fue condenado por todos los pecados al derramar Su sangre hasta morir en la Cruz; se levantó de entre los muertos y así ha completado la obra de salvación para hacernos justos delante del Padre. El Señor, bondadoso y compasivo, quiere hacernos partícipes de la plenitud de su amor. No debemos ser arrebatados en un mundo etéreo para disfrutar de la comunión divina. Aquí y ahora Dios está presente: en la generosidad de la creación; en "manos limpias y corazón puro"; en compasión y justicia. "Así son los que le buscan, los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob".



viernes, 9 de julio de 2021

Imagen vivida y vida compartida

Los sacramentos son, tal vez, la expresión más clara del modo paradójico en que las Escrituras comunican la verdad para que la misma pueda ser totalmente aprehendida. Todo punto de vista es solamente la vista de un punto, por eso necesitamos considerar la verdad desde diversos ángulos para poder captarla en su plenitud. Los sacramentos, en su austera sencillez, comunican el profundo misterio de la gracia. Los elementos más comunes de la naturaleza son signo y vehículo de las grandezas del Espíritu. La palabra, en los sacramentos, se hace imagen vivida, y por medio de ellos, vida compartida.

“Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” Mateo 28.19

“Mientras comían, Jesús tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y se lo dio, al tiempo que decía: «Tomen, esto es mi cuerpo.» Después tomó la copa, y luego de dar gracias, se la dio, y todos bebieron de ella. Les dijo entonces: «Esto es mi sangre del pacto, que por muchos es derramada.” Marcos 14.22-24

Aunque el uso a través del tiempo ha conferido variados significados a la palabra sacramento, la definición más sobria y ajustada a las Escrituras es la de un signo o símbolo material ligado al mandato e institución de la palabra de Dios.

Leyendo los textos bíblicos que registran la institución de los sacramentos notamos que no son opciones sino mandatos positivos. Los signos son específicos, las palabras son definidas y las acciones son imperativas. Sin lugar a dudas los sacramentos tienen un carácter obligatorio y un estatuto legal. En toda regla, los sacramentos, como ordenanzas que son, deben ser catalogados como pertenecientes a la Ley.

No obstante, los sacramentos instituidos por Cristo no son meros símbolos o señales de reconocimiento mutuo entre los cristianos, sino que son testimonios fieles y medios eficaces de la gracia de Dios; por medio de ellos Dios obra en nosotros, y no solamente excita nuestra fe en él, sino que también la fortalece y la confirma. Junto con la institución y el mandato, los sacramentos vienen acompañados de una promesa.

Al considerar esto último, la promesa y la acción de Dios en los sacramentos, entendemos que, además del aspecto formal y legal que los constituyen, poseen un carácter completamente evangélico, por medio del cual Dios nos otorga mediante la fe en Jesucristo su gracia, su favor y sus dones. La nueva vida en Cristo nos es dada para ser luz en medio de las tinieblas de un mundo injusto. En el pan partido, Cristo nos hace testigos de justicia y generosidad, huéspedes y anfitriones del banquete fraternal.




jueves, 8 de julio de 2021

A quien interesar pueda...

Después de unos 25 años dedicados a la Teología, lo único de algún valor que llegué a pronunciar es la frase: "SOLAMENTE CON LAS PATAS BIEN FIRMES EN EL SUELO ES LÍCITO ANHELAR EL CIELO". Más que una fórmula es una confesión de fe.

Aunque ciertamente he tomado algunos temas y articulado con ciertos métodos, no puedo identificarme con el Evangelio Social, ni mucho menos con la Teología de la Liberación. Si tengo que identificarme de alguna manera, o "encasillarme", diría que la mía es una relectura protestante de la Teología argentina del Pueblo.


En resumen ni Yanki (Evangelio Social) ni marxista (TL), incluso en Teología ¡peronista!

viernes, 2 de julio de 2021

Quiero cantar al Señor

"Yo confío en tu misericordia; mi corazón se alegra en tu salvación. Te cantaré salmos, Señor, porque tú siempre buscas mi bien." Salmos 13.5-6


"¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro?" Podemos ver que el rostro del Señor denota el amor divino y todo lo bueno en el cielo y en la iglesia; y esconder u ocultar el rostro, cuando lo habla el Señor, consiste en dejar al ser humano en su propio egoísmo o individualidad, y por ende en los males y falsedades que se desbordan de él. Porque el ser humano, visto en sí mismo, no es más que la debilidad y el pecado que de ella deriva, del que no podemos escapar sin la ayuda de Dios.


En medio de nuestra ceguera, somos capaces de pensar y estar convencidos de que vemos perfectamente. Sin embargo, lejos de la luz del rostro del Señor, lejos de su amor y sabiduría, estamos perdidos. Sólo la luz divina nos eleva por encima de la ceguera de nuestro egoísmo, nos eleva a una nueva vida y nos da una esperanza imperecedera de la vida eterna y plena. "Mírame y respóndeme, Señor Dios mío. Ilumina mis ojos, de lo contrario dormiré el sueño de la muerte".




Cristo ha resucitado y, por la fe, resucitamos con él a una nueva vida. En Cristo, la luz del rostro divino brilla para siempre. Por medio de Cristo recibimos el don de la vida eterna. El amor del Padre nos transforma y nos levanta de la muerte a la vida. El bien divino es nuestro tesoro eterno. "Pero yo confío en tu amor; mi corazón se regocija en tu salvación. Quiero cantar al Señor por el bien que me ha hecho".