sábado, 27 de septiembre de 2014

El problema del mal

Uno de los mayores escollos para la fe es la experiencia del mal en el mundo. No podemos negar la gran cantidad de hechos y vivencias tristes, violentas y enfermas. Tanto para el creyente cuanto para el escéptico la pregunta que no deja de resonar es ¿si Dios es bueno, por qué permite el mal?

El mal no posee existencia propia. Es una ausencia de bien. Así como la oscuridad es ausencia de luz, una carencia, no una realidad en sí misma. Basta encender una luz para disipar la oscuridad. Basta manifestar el bien para disipar el mal.

“Dios nunca cambia. Fue Dios quien creó todas las estrellas del cielo, y es quien nos da todo lo bueno y todo lo perfecto.” - Santiago 1.17

Dios es siempre bueno, y siempre presente. Sería necio negar las manifestaciones del mal en la experiencia cotidiana, pero ese mal no tiene origen en Dios. Si pudiese haber la mínima oscuridad en Dios, todo perecería en el caos absoluto. El mal no existe, excepto aquel que es hecho, material o mentalmente, por el ser humano.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Meditación

Nuestra época, marcada por la velocidad, la inmediatez y la superficialidad, adolece de tensión extrema. La enfermedad de nuestro tiempo se llama estrés. La presión para conseguir aquello que nuestra sociedad identifica como el “éxito” hace que muchos (por no decir casi todos) pierdan la paz, la salud… ¡y la cordura!





El Señor nos invita a reposar en él. Los caminos de Dios son diferentes a los nuestros y sus pensamientos son sublimes. Aunque nos esforcemos por querer disfrazar nuestros propios anhelos con la apariencia de la voluntad divina, esa fantasía dura poco. El suave murmullo del Señor es oído solamente por los que prestan atención.
 
“Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza.” Salmos 62.5

 
La meditación cristiana es, principalmente, un acto de amor. El amor verdadero exige pasar tiempo con el amado, con la amada. Tiempo de intimidad, de mutuo conocimiento, de profunda comunión. La meditación es un tiempo de quietud y descanso en la presencia del Señor, para deleitarnos en su Misterio, en su Amor, en su cuidado por nosotros.



La práctica de la meditación es simple, sencilla, pero no es fácil. No hay camino fácil en el amor verdadero. El requisito primordial es el tiempo, no hay necesidad de apurarse, no puede haber prisa. Seguidamente nos internaremos en este camino dando algunos pasos sencillos: relajarse; prestar atención; silenciarse; y agradecer.



Relajarse: Es necesario para la meditación un ambiente callado y confortable. Luego, aprovechando la quietud del ambiente, debemos relajar el cuerpo y aquietar la mente. Meditar es descansar en el Señor.



Prestar atención: En la meditación enfocamos nuestra atención en Dios, en su Presencia, su Naturaleza y su Misterio, ninguna otra cosa debe distraernos. Todos nuestros pensamientos, toda nuestra voluntad y toda nuestra emoción deben estar atentos hacia el Señor.



Silenciarse: El propósito del silencio es calmar la corriente de los pensamientos para oír el suave murmullo de la voz del Señor. Si nuestra pusimos toda nuestra atención en Dios, su presencia nos asombrará y nos dejará absortos en el silencio de su belleza y su infinito amor. Dios nos habla en el silencio.



Agradecer: Compartir tiempo con el Señor y disfrutar de su Presencia nos impulsarán a expresar nuestra gratitud. La gratitud es humildad y cariño. Humildad por saber que el Señor de todo ha pasado tiempo a solas con nosotros; y cariño despertado por ese amor que crece en el silencio.



“Guarda silencio ante el Señor, y espera en él.” Salmos 37.7

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Relajación

Al apartarnos para nuestro tiempo de comunión con Dios, es muy importante que escojamos un espacio silencioso y confortable en el cual meditar. 
 
 

Nos sentaremos en una posición cómoda, y así podemos empezar a relajar nuestros cuerpos y a aquietar nuestras Mentes,
 respirando profundamente y afirmando silenciosamente en el interior de nuestra mente: “Paz, aquiétate” a nuestros músculos y extremidades. 

Es importante que tomemos el tiempo necesario para relajarnos y soltar las tensiones físicas. Recuerda, no hay necesidad de apurarse, no hay prisa.

Mientras continuamos relajándonos, vamos soltando suavemente aquellos pensamientos y sentimientos negativos y perturbadores que hemos permitido que hagan su morada en nuestra conciencia.
Durante el proceso de desprendernos de nuestro estado de conciencia habitual, buscamos dejar ir las ideas limitantes acerca de quienes y que somos hasta que nos damos cuenta de  nuestra verdadera naturaleza como seres espirituales. 

Según continuamos firmando la verdad acerca de nosotros y entregándonos a la presencia divina, vamos tomando conciencia de una mayor sensación de libertad y receptividad.
  

lunes, 22 de septiembre de 2014

Paz con toda la Creación

 

 Nos ha tocado vivir una época marcada por los rápidos cambios tecnológicos, por el aumento del consumo y por la escasez de recursos; una época de sensible conciencia ambiental, y masiva destrucción de la naturaleza. En los últimos 100 años se ha causado más daño al equilibrio del planeta que en toda la pasada historia de la humanidad.

¿Acaso Dios se interesa por este planeta? O, ¿cuidar de nuestro entorno es algo que no tiene nada que ver con lo “espiritual”?

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” Génesis 1.1

La Biblia comienza declarando que es Dios el creador de todo lo que existe. Todo, sí todo, fue hecho por él. Y como creador él es el único autorizado a poner reglas de uso para su creación. “Alaben el nombre de Jehová; porque él mandó, y fueron creados.” Salmos 148.5

El Señor no es solamente creador y legislador, sino también único propietario de todo lo que existe (incluidos nosotros mismos): “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan.” Salmos 24.1. Después de crear a los seres humanos, Dios les concedió autoridad limitada sobre su creación. Eso nos coloca en nuestro verdadero lugar, somos administradores de la creación de Dios, él es el propietario.

Dios nos ha concedido grandes privilegios y una autoridad importante como administradores de su creación, pero él exige una mayordomía responsable. “Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies.” Salmos 8.6. Es un honor actuar y hacer en nombre y representación de Dios, pero exige mucho cuidado y seriedad. Si fuéremos descuidados, debemos saber que tenemos que rendir cuentas: “Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.” Apocalipsis 11.18

El universo entero es propiedad del Señor; él lo creó, lo sustenta y lo dirige según su propósito. Están muy equivocados aquellos que piensan que Dios no pide cuentas de su relación con el resto de la creación. La verdadera paz se extiende a todo el ambiente y a todas las criaturas. “Resuene el mar, y su plenitud; alégrese el campo, y todo lo que contiene. Entonces cantarán los árboles de los bosques delante de Jehová, porque viene a juzgar la tierra. Aclamad a Jehová, porque él es bueno; porque su misericordia es eterna.” 1 Crónicas 16.32 – 34

“Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela.” Salmos 34.14

sábado, 20 de septiembre de 2014

Sólo Dios

 
Es frecuente que, al observar la diversidad de seres y acontecimientos que nos rodean, lleguemos a sentirnos confusos y dubitativos. Pareciera que la realidad es el palco de una lucha eterna de fuerzas en conflicto. Calificamos lo que nos agrada como bueno, y aquellos que nos es desagradable lo calificamos como malo. Pero la verdad esencial es que sólo existe un poder en el Universo.

El poder soberano que rige con sabiduría, armonía y, principalmente, amor, es aquel que nosotros llamamos Dios. El Universo entero es una danza de perfecta sincronía, nada sucede o existe por acaso. Todo coopera para el bien.

“Señor y Dios nuestro; tú mereces que te alaben, que te llamen maravilloso, y que admiren tu poder.” Apocalipsis 4.11

lunes, 15 de septiembre de 2014

Despertando el poder interior

Intuitivamente todos los seres humanos tenemos la percepción de un poder infinito que da origen, sentido y dirección a la existencia. Podemos llamarlo por incontables nombres: Dios, Espíritu, Vida, Infinito. Pero, esa intuición se ve a menudo oscurecida por la duda, el temor o el simple desinterés. Lo asombroso es que, sin importar cuánto hallamos silencias la suave voz del espíritu, siempre está presente y accesible.
¿Dónde? ¿En qué lugar se encuentra esa fuente infinita de poder, de vida, de paz y de alegría? La respuesta es simple: este poder está en lo más íntimo de nuestro propio ser, en el último lugar en que la mayoría de la gente lo buscaría. Dentro de nuestro propio espíritu reside la fuente de energía ilimitada e inagotable, la presencia de Dios. Para que este poder llene nuestra vida con sus dones, solamente necesitamos reconocer conscientemente su presencia. Este poder que todos tenemos dentro, la luz interior, se menciona en las Escrituras con la imagen de un niño. El descubrimiento consciente de este poder dentro nuestro, y la determinación de hacer uso de él representa el nacimiento del niño:

“Nos ha nacido un niño, Dios nos ha dado un hijo: a ese niño se le ha dado el poder de gobernar; y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios invencible, Padre eterno, Príncipe de paz.” Isaías 9.6

Esta es una maravillosa imagen de lo que sucede cuando la idea espiritual, el niño, nace al alma consciente de su filiación divina. Maestro Eckhart, un místico alemán del siglo XIV, dijo: «El Padre engendra a su Hijo en el conocimiento eterno, y exactamente de la misma manera el Padre engendra a su Hijo en el alma como en su propia naturaleza y lo engendra para que pertenezca al alma, y su ser depende de que —gústele o no— engendre a su Hijo en el alma.» Antes de que la luz interior, el Cristo interno, brille en la vida, nuestra condición no puede ser otra que la oscuridad moral o física, el valle de sombras de la muerte, muerte de la vitalidad, de la alegría y de la esperanza. Sin embargo, al alumbrar ese niño divino que todos tenemos dentro, todo se transforma, y así como el profeta exultamos en un cántico de gozo por la liberación:

“Aunque tu gente viva en la oscuridad, verá gran luz. Una luz alumbrará a los que vivan en las tinieblas.” Isaías 9.2


sábado, 13 de septiembre de 2014

La Vida Universal

¿Qué es la vida? Si bien ha sido una pregunta constante en la mente de la humanidad, lo cierto es que nunca ha recibido una respuesta satisfactoria. La vida como tal es irreductible a nuestras categorías intelectuales. Y, si bien no es una respuesta a la medida de los libros, no hay otra forma de saber qué es la vida a no ser viviendo. La Vida es continuidad, es el pulso constante y eterno de la actividad universal, es la manifestación individualizada de la Inteligencia, el Amor y la Bondad de Dios.
 

Toda vida procede de la Vida Divina, nada de lo que es es fuera de Dios. Cuando de manera necia queremos reducir la vida a simples procesos mecánicos, dejamos de percibir la riqueza y la profundidad del misterio de la existencia no sólo de nosotros mismos, sino de todo el Universo. Si ignoramos consciente o inconscientemente que toda vida procede de la Vida Divina, entonces quedamos nosotros mismos desorientados sobre la riqueza y profundidad de nuestra propia vida, perdemos nuestro significado, nuestro lugar y nuestro propósito.


“Él nos da poder para vivir, para movernos y para ser lo que somos. Así lo dice uno de los poetas de este país: «Realmente somos hijos de Dios».” - Hechos de los Apóstoles 17.28


Nuestra mente no tiene la capacidad de captar el todo de una vez. Entendemos las cosas, o creemos entenderlas, fragmentándolas. Y todos sabemos que no se puede fragmentar la vida y pretender que ésta continúe. La Vida Universal es un perfecto ritmo Divino, tal vez a nuestros ojos individualistas y egoístas nos parezca un mecanismo irracional y, a veces caótico, pero cuando percibimos en ella la Inteligencia, el Amor y la Bondad de Dios, nos damos cuenta que la Vida es el Bien en todas sus manifestaciones.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Aprovechando el tiempo

 




No podemos negar que nuestra vida transcurre a un ritmo cada vez más acelerado. Todo lo que nos rodea parece moverse a una velocidad vertiginosa, formando un remolino que nos absorve y nos arrastra, dejándonos aparentemente sin opción, sin salida.

En un mundo de comunicaciones instantáneas, teléfonos inteligentes y transportes veloces, no sobra ni un instante para nosotros, para parar y descansar. ¿Será que es falta de tiempo o será que solamente no sabemos aprovecharlo como es debido?

"Aprovechen cada oportunidad que tengan de hacer el bien, porque estamos viviendo tiempos muy malos." Efesios 5.16 

Dios nos creó para vivir en plenitud. Si somos absorvidos por un ritmo caótico y las demandas de la inmediatez, entonces es muy poca la plenitud que disfrutamos en verdad. Hoy es tiempo de parar, silenciar la mente, el espíritu y el cuerpo, y descansar en el Señor. ¡Eso si es aprovechar el tiempo!

"¡Escuchen! Ese momento oportuno ha llegado. ¡Hoy es el día en que Dios puede salvarlos!" 2Corintios 6.2

jueves, 11 de septiembre de 2014

Porque el reino de Dios ya está entre ustedes

Me sorprendo regularmente de lo fácil que es para mí, y para todas las personas, caer en la autocompasión. Decimos que creemos en Dios y en su bondad, sin embargo vivimos llenos de recelos, de temores y limitaciones. Sí, creemos en Dios, pero también sospechamos de Él y desconfiamos.

Existe un poder divino, en verdad el único poder, que es capaz de transformar la vida, tan profunda, tan radical, tan completamente que, a medida que el proceso avanza, nuestros propios allegados, amigos y familiares difícilmente lo comprenderán y de hecho, será difícil para nosotros mismos reconocernos como las mismas personas que éramos.

“Porque el reino de Dios ya está entre ustedes.” - Lucas 17.21

Este es el poder que puede levantar de una cama al inválido, físico o espiritual, y hacer libres a las personas, hijos e hijas de Dios, para salir al mundo a realizar la vida en plenitud, es el poder que puede atravesar y abrir la puerta de las prisiones físicas, mentales y espirituales, liberando a los cautivos.
 

Este infinito y divino poder, llamado el reino de Dios, puede hacer por cada uno de nosotros, lo que es probablemente la cosa más importante de todas en la existencia de cada ser humano: encontrar nuestro verdadero lugar en la vida y ponernos en él.

“Busquen primero el reino de Dios... y él les dará a su tiempo todo lo que necesiten.” - Mateo 6.33

Realmente este poder divino no está lejos de nosotros, no es inalcanzable ni irrealizable, no es nada menos que el poder fundamental del Ser aquí y ahora, y descubrir y acceder a este poder es, por derecho de nacimiento, la herencia de todo hombre y toda mujer.


miércoles, 10 de septiembre de 2014

Diez consejos para vivir la religión en el siglo XXI

 
 
1. Relígate. Evita el solipsismo, el individualismo, la nefasta soledad. Relígate a lo más profundo de ti mismo, ahí donde se cultivan los bienes infinitos; a la naturaleza, de la cual todos somos expresión y conciencia; al prójimo, de quien inevitablemente dependemos; a Dios, que nos ama incondicionalmente. Eso es religión, religarse....

 2. Ten presente que las religiones surgieron en la historia de la humanidad hace cerca de ocho mil años. La espiritualidad, por el contrario, es tan antigua como la propia humanidad. Es el fundamento de toda religión, así como el amor lo es de la familia. Busca en tu religión mejorar tu espiritualidad. Desconfía de una religión que no cultiva la espiritualidad y que prioriza dogmas, preceptos, mandamientos, jerarquías y leyes.

 3. Verifica si tu religión está centrada en el don mayor de Dios: la vida. Religión centrada en la autoridad, la doctrina, la idea de pecado, la predestinación... es opio del pueblo. «He venido para que todos tengan vida y vida en abundancia», dijo Jesús (Juan 10.10). Por tanto, la religión no puede mantenerse indiferente a todo aquello que impide o amenaza la vida: opresión, exclusión, sumisión, discriminación, descalificación de quien no abraza el mismo credo.

 4. Comprométete en una comunidad religiosa preocupada por el mejoramiento de la espiritualidad. Religión es comunión. Imprime a tu comunidad un carácter social: combate a la miseria; solidaridad con los pobres e injusticiados; defensa intransigente de la vida; denuncia de las estructuras de muerte; anuncio del “otro mundo posible”, más justo y libre, donde todos puedan vivir con dignidad y felicidad.

 5. Interioriza tu experiencia religiosa. Transforma tu creer con tu hacer. Reduce la contradicción entre tu oración y tu acción. Haz por los otros lo que te gustaría que hiciesen por ti. Ama como nos ama Dios: incondicionalmente.

 6. Ora. Religión sin oración es menú sin alimento. Reserva un tiempo de tu día para encontrarte con Dios en lo más íntimo de ti mismo. Medita. Deja que el Espíritu divino pula tu espíritu, desate sus nudos interiores, dilate su capacidad amorosa.

 7. Sé tolerante con las otras religiones, como deseas que sean con la tuya. Líbrate de cualquier tendencia fundamentalista de quien se juzga dueño de la verdad y mejor intérprete de la voluntad de Dios. Trata de dialogar con aquellos que manifiestan creencias diferentes de la tuya. Quien ama no es intolerante.

 8. Acuérdate: Dios no tiene religión. Somos nosotros quienes, al institucionalizar diferentes experiencias espirituales, hemos creado las religiones. Todas ellas están insertas en este mundo en que vivimos, y mantienen una intrínseca interrelación. Toda religión desempeña, en la sociedad en que se inserta, un papel político, ya sea legitimando injusticias, al permanecer indiferente a ellas, sea al denunciarlas proféticamente en nombre del principio de que somos todos hijos e hijas de Dios. Por tanto, tenemos el derecho de hacer de la humanidad una familia.

 9. El árbol se conoce por los frutos. Evalúa si tu religión es amorosa o excluyente, sembradora de bendiciones o heraldo del infierno, sierva del proyecto de Dios en la historia humana o del poder del dinero.

 10. Dios es amor. Religión que no lleva al amor no es de Dios. Más importante que tener fe, abrazar una religión, frecuentar templos... es amar. «Aunque tuviese fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, de nada me serviría», dijo Pablo (1Cor 13.2). Más vale un ateo que ama, que un creyente que odia, discrimina u oprime. El amor es la raíz y el fruto de la verdadera religión; y la experiencia de Dios, de toda auténtica fe.
 
- Frei Betto

martes, 9 de septiembre de 2014

Dar gracias en todo

Es fácil sentirse agradecido cuando todo parece ir bien. Pero ¿agradecido de qué y con quién? Con frecuencia lo que parece gratitud es solamente un disfraz de la autosuficiencia, una máscara para esconder de manera aceptable la satisfacción egoísta de vernos libres de penurias y carencias y, sobre todo, de estar comparativamente mejor que otras personas. En resumen, esa disposición, ese sentimiento y actitud es gratificación, no auténtica gratitud.
 

Escribiéndole a la comunidad de Tesalónica, el apóstol Pablo les dijo: “Estén siempre contentos. Oren en todo momento. Den gracias a Dios en cualquier circunstancia. Esto es lo que Dios espera de ustedes como cristianos que son.” (1 Tesalonicenses 5.16-18). El contentamiento no es conformismo, sino disponibilidad de aceptar lo que es y lo que se tiene. Así se eleva el pensamiento y el sentimiento por encima de nuestros límites ¡eso es la oración! Y la genuina gratitud se manifiesta en alegría, paz y receptividad.
 
Dar gracias en todo significa derrumbar los muros que nos atan a nuestra limitación, a nuestro egoísmo, a nuestra desconfianza, y recibir la vida con los brazos abiertos. Todos los sucesos, todas las circunstancias, todas las experiencias, inclusive las que aparentan ser negativas, son un motivo de gratitud. Cuando agradecemos por aquello que es, nos abrimos a la infinita bondad y sabiduría de Dios, y éstas se manifiestan en nuestra vida como nuestra vida misma.

lunes, 8 de septiembre de 2014

La divina alegría


Cuando era un adolescente sentía aversión por todo lo que fuese o tuviese apariencia de religión, en particular por el cristianismo como yo lo conocía, o al menos como creía conocerlo. A mis ojos, el mensaje cristiano se reducía a fomentar el desprecio por la vida y acariciar una morbosa atracción por la muerte. Prohibiciones, culpa, temor, odio, y un terrible vacío que lo llenaba todo.
Pero, contrariamente a esa religiosidad perversa, la revelación principal del mensaje de Jesús es la presencia constante y la accesibilidad de Dios, que es un Padre amoroso, y la creencia de que Dios no solamente trasciende el Universo, sino que también es cercano a todos y está presente en todo. Si de verdad creemos en la existencia de Dios y en su constante presencia, deberíamos estar felices y alegres. Dios posee todo el poder, eso significa omnipotente, y Dios es bueno, eso significa que su omnipotencia siempre obra el bien. Entonces, si lo que Jesús dijo es verdad, la vida es esencialmente buena.
Salgamos hoy al mundo con una sonrisa. En presencia de Dios, de nuestros semejantes y, sobre todo, de nosotros mismos, sonriamos. Si enfrentamos la vida y nuestras relaciones con cara de funeral, ¿Qué podemos esperar atraer del mundo? Todos conocemos personas que fingen una alegría espuria, y congelan en su rostro una plástica mueca con apariencia de sonrisa; una sonrisa de este tipo no es más que un gesto teatral. ¿Creemos realmente que Dios está presente y a nuestro lado permanentemente? Sonriamos y manifestemos la alegría de vivir, porque donde hay vida Dios está presente.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Surfeando en la Cresta de la Nada

Me gustan los deportes extremos. No sé si es por la atracción del peligro, por su cercanía con el poder de la naturaleza en su estado puro, por ambos, o tal vez por una cierta dosis de loca temeridad. También me fascina la reflexión teológica, y supongo que sea por las mismas razones.
 

 
Hace ya algunos años publicaba un librito, con más pretensiones que cualidades, llamado "En la cresta de la Nada". En ese brevísimo poemario quise expresar mi total perplejidad ante el misterio divino, no como desesperación, sino como asombro frente a lo insondable.
 
Así, fascinado por el peligro, la cercanía del misterio poderoso escondido en todo lo que es, y con loca temeridad, me aventuro cada día en la meditación de la profunidad de Dios en mi propia vida y en la vida de todo el Universo. Tan pequeño, minúsculo, surfeando y disfrutando del viaje en la Cresta de la Nada.