viernes, 30 de octubre de 2020

Satisfacción

“Tocamos la flauta, y ustedes no bailaron; entonamos cantos fúnebres, y ustedes no lloraron.” Mateo 11.17


Los seres humanos somos, por naturaleza, difíciles de complacer. Si tenemos algo blanco, queremos algo negro; si nos ofrecen algo frío, queremos que esté caliente. De la misma manera recibimos el mensaje del Evangelio: si es muy exigente para nosotros, queremos adaptarlo a nuestros deseos; si, en cambio, anuncia un amor ilimitado, entonces queremos restringirlo y convertirnos en jueces de los propósitos divinos.

Los líderes judíos y las personas que los siguieron no eran muy diferentes. Para ellos, Juan había sido muy estricto y exigente, denunciando sin temor el pecado y pidiendo un arrepentimiento sincero. Luego vino Jesús anunciando la gracia incondicional, el amor y la reconciliación de Dios, y fue considerado demasiado blando, amigo de pecadores y prostitutas. "Pero a la sabiduría la reivindican sus hijos".



El Evangelio no es un mensaje para quienes se consideran autosuficientes, satisfechos y sabios a sus propios ojos. Para estas personas, Juan y las duras exigencias de la ley divina son algo fácil. Para estas personas, Jesús y su amor inagotable son innecesarios. La buena nueva de gracia y perdón es para quienes se reconocen pecadores, pobres y depuestos; a estas personas llama a Cristo y les anuncia: "Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar".

"El Padre me ha entregado todas las cosas, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar." Mateo 11.27

viernes, 23 de octubre de 2020

¡Tributen al Señor la gloria y el poder!

"¡Canten al Señor un cántico nuevo! ¡Canten al Señor todos en la tierra! ¡Canten al Señor! ¡Bendigan su nombre! ¡Anuncien su salvación todos los días! ¡Proclamen su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre todos los pueblos!" Salmos 96.1-3


Cuando miramos las noticias u observamos la situación de nuestro mundo, es imposible no pensar que la humanidad, y en particular el cristianismo, no ha aprendido nada. ¡No aprendimos nada! Especialmente aquellos que insisten en dar se el adjetivo de "evangélicos" son los que más se oponen a las claras enseñanzas de Jesús. La opresión, la discriminación, el odio y la violencia son diametralmente contrarios al evangelio, así de simple.


Los discípulos y discípulas de Jesús no buscan dominar a los demás, no buscan imponer normas o leyes, y mucho menos subyugar a otros por la fuerza. Los hijos e hijas de Dios son "extranjeros y peregrinos" en camino a una tierra mejor, esperando un reino eterno. Damos "al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios", sin buscar alianzas con el César y mucho menos queriendo tomar su lugar.


El reino de Dios es amor, el poder de Dios es amor, la gloria de Dios es amor. Todo lo que no es amor es idolatría y blasfemia. El salmista nos invita a cantar un cántico nuevo, a ver el mundo con nuevos ojos, a ser testigos del reino, poder y gloria de Dios. Los dioses profanos son ídolos, y los ídolos siempre fomentan la opresión. En otras palabras, quien quiera oprimir es idólatra. El reino de Dios no viene por la fuerza o por imposición, sino "esperando desde el cielo a su Hijo, a quien resucitó de los muertos: Jesús, que nos libra de la ira venidera".



viernes, 16 de octubre de 2020

Bajo la cruz

"El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor." Mateo 10.24


Los apóstoles, como nosotros hoy, pensaban que la evidencia de la aprobación y bendición divinas era una vida pacífica, libre de problemas y llena de bienes materiales. Es natural considerar bueno lo que es bueno para nosotros y malo lo que es contrario a nuestros deseos e intereses. Cuando hablamos de las bendiciones de Dios, generalmente nos referimos a nuestros logros, nuestro progreso y nuestra salud. Sin embargo, Jesús desmanteló las ilusiones de los apóstoles, y también las nuestras, cuando recordó que "El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor." 


Ciertamente, una de las enseñanzas menos populares para el mundo evangélico es la vida de los cristianos bajo la cruz. La teología y la gloria del mensaje del evangelio es la Cruz, y la Cruz debe ser el centro de la forma y el contenido del mensaje cristiano. Dios es conocido y encontrado sólo en la Cruz, el ser humano debe ser negado en todas sus obras y humillado y derribado por la Cruz. En la vida de la cruz, estamos unidos a la Cruz de Cristo. La Cruz es lo que determina la pureza del contenido del mensaje del Evangelio, lo que nos lleva a la reverencia, lo que nos hace depender solo de Dios y lo que hace que la Palabra sea efectiva para nuestras vidas.




La cruz de los creyentes no se puede separar de la Cruz de Cristo, el propósito del mensaje de la Cruz es la crucifixión del viejo Adán. Dondequiera que se predique el Evangelio, necesariamente debe tener cruces y sufrimiento, para la eliminación del orgullo humano y el anuncio de la salvación. Nuestro orgullo nos lleva a confiar en nosotros mismos y esperar bendiciones y prosperidad como prueba del favor divino. En contraste, el verdadero discípulo de Cristo sabe que debe soportar la cruz, como lo hizo Cristo, y que la cruz le dará la seguridad de su salvación en Cristo.


"Y a todos les decía: Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame". Lucas 9.23

viernes, 9 de octubre de 2020

La Ley del Señor es perfecta

"Los cielos proclaman la gloria de Dios; el firmamento revela la obra de sus manos. Un día se lo cuenta al otro día; una noche se lo enseña a la otra noche. Sin palabras, sin sonidos, sin que se escuche una sola voz". Salmos 19.1-3


El pensamiento filosófico occidental nos ha heredado un dualismo radical. Cuando meditamos sobre cómo vemos el mundo, nos damos cuenta de cuán profundamente nos afecta el dualismo. Lo mismo que condiciona nuestro entendimiento individual, lo hace colectivamente. En nuestra cultura no hay unión posible entre santo y secular, cuerpo y alma, orden natural y orden sobrenatural.


Las Escrituras nos presentan una visión totalmente diferente: en Dios la naturaleza es sobrenatural y lo sobrenatural perfectamente natural y cotidiano. El poder y el amor infinito de Dios se manifiestan todos los días al amanecer, y la alabanza de su misericordia al anochecer. No hay separación; la santidad de la ley divina se vuelve práctica en la vida, en el sueño y en la vigilia, en amar y ser amado, en respirar y en alimentarnos.




"La ley del Señor es perfecta: reanima el alma. El testimonio del Señor es firme: da sabiduría al ingenuo" (Salmos 19.7). La vida santa consiste en vivir el amor y la verdad del Señor en todos los aspectos de la vida. El amor y la verdad tampoco están separados en Dios; su amor es la verdad y su verdad es el amor. Por eso, toda la ley se puede resumir en ser amados por Dios para amarlo sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros mismos. En Cristo, Dios manifiesta la plenitud de su amor y su verdad, y por medio de Cristo se nos da el amor y la verdad sin condiciones. Para que podamos amar como somos amados.