lunes, 31 de agosto de 2015

La Mesa para todos

No existe en el mundo un espacio más íntimo, abierto y receptivo que la mesa compartida en familia. Allí todos son iguales, todos están al mismo nivel, todos participan, todos se miran a los ojos, todos son hospitalarios. El alimento compartido, las voces entremezcladas, las risas, las miradas... no existe en el mundo un espacio igual, es un pedacito de cielo.


Cuando Jesús instruyó a sus discípulos para que lo recordaran, escogió la mesa compartida como símbolo religioso de comunión. La fe compartida de la gran familia que parte el pan es, desde su origen, una fe hospitalaria. Una fe que dice sin medias palabras que, cuando el mundo sea finalmente reconciliado, habrá espacio para todos nosotros en la Mesa del Señor. Nadie será dejado atrás. La Mesa del Señor nos recuerda que no hay tal cosa como la salvación del alma individual, separada de la comunidad. La salvación es real cuando todos nos sentamos fraternalmente alrededor de la misma Mesa (cf. Mateo 22.1-14)

La Eucaristía, o Cena del Señor, es el acto litúrgico por medio del cual recordamos la vida y la muerte de Jesús, y recibimos el aliento para seguir su ejemplo. También recordamos que somos una sola familia humana, donde todos somos hijos e hijas de un mismo Padre, bienvenidos a la Mesa, sin distinciones, ni discriminaciones. La invitación es del dueño de casa... y todos somos llamados.

Para ser dignos huéspedes de la Mesa del Señor, debemos prepararnos interiormente y espiritualmente. Con gratitud reconocemos que somos hijos e hijas del Padre, iguales en dignidad y derechos. Recordamos a Jesús con tiernos sentimientos de respeto y amor. Miramos con buena voluntad y compasión a nuestro prójimo. Nos arrepentimos de nuestros errores y de nuestros pecados y nos levantamos ayudados por la fuerza del amor fraternal. Todas estas acciones, conjuntamente, nos preparan para conmemorar todos juntos la cena del Señor en torno a su Mesa. El apóstol Pablo nos recuerda: "Examínese, pues, el hombre a sí mismo y entonces coma el pan y beba del cáliz pues el que come y bebe sin discernir el Cuerpo come y bebe su propia condenación". 1 Corintios 11. 28-29.

La Eucaristía, o Cena del Señor, no es un sencillo acto religioso sin mayores consecuencias. Es la renovación frecuente de la memoria de Jesús y de su amor incondicional. Participar de la Mesa familiar es asumir el compromiso de seguir a Jesús en todos los momentos y circunstancias de la vida, es denunciar la crueldad, la injusticia y la exclusión que el mundo ejerce, y es también anunciar proféticamente la misericordia, la justicia y el abrazo acogedor que ofrece la comunidad cristiana.

viernes, 28 de agosto de 2015

Fundamento

"Aléjate de la maldad, y haz lo bueno;busca la paz, y síguela."

Salmos 34.14





En cada esquina la paz
mendiga voces y manos.
Una idea que se apaga en
los corazones, es nada.

Servimos y contribuimos a la paz 
cuando de la paz hacemos 
el fundamento de todos
nuestros ideales y acciones.

El mal nunca puede ser
cimiento de la verdadera paz,
solamente el bien y la justicia.

lunes, 24 de agosto de 2015

Luz

"[...] procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo." Mateo 5.16


Lo que expresamos exteriormente no es más que el reflejo de lo que somos en el interior. Si nuestro interior es luminoso y compasivo, expresará optimismo, bondad y compasión. Por el contrario, un espíritu lúgubre se manifestará de forma pesimista, egoísta y juzgadora. Es una ley de la existencia: nada puede ocultar de modo permanente su propia naturaleza. 

Ralph Waldo Emerson escribió: “Lo que eres grita tan fuerte que no puedo oír lo que dices”. La vida que está construida sobre fundamentos espirituales no puede ser escondida, resplandece en cada acción de la vida diaria. Habla por sí misma, pero sin necesidad de pompa ni proclamas, y hace sus mejor obras de forma natural, sin esfuerzo, como presencia de paz y sanación.

viernes, 21 de agosto de 2015

Todo en todos

Cada rayo de luz, por débil que sea,
es anunciador de la aurora radiante
que aspira las tinieblas tóxicas
y expira la luminosidad del amor.


Somos instrumentos de la paz
que en, en sí, nuestra naturaleza
primordial como en el día eterno
de la creación que es siempre.

Cuando no intentamos imponer a otros 
nuestro concepto de Dios nos hacemos todos
uno en el Todo que es la vida universal.

lunes, 17 de agosto de 2015

Sal y luz

"Ustedes son la sal de este mundo. Pero si la sal deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada, así que se la tira a la calle y la gente la pisotea. Ustedes son la luz de este mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo." Mateo 5. 13-16


Es bastante común la actitud de aceptar estas declaraciones vitales como verdaderas, admirar su belleza y, sin embargo, ignorarlos consistentemente en la vida cotidiana. Esa es una muy peligrosa actitud, porque significa que la sal ha perdido su sabor y no es buena para nada, salvo para ser arrojada y pisoteada en el camino.

En el capítulo cinco de Mateo se nos recuerdan dos de los más poderosos y significativos pronunciamientos de Jesús: "Ustedes son la sal de este mundo... ustedes son la luz de este mundo." Mateo 5:13-14)

Si nos proponemos firmemente poner en práctica las enseñanzas de Jesús en todas las áreas de nuestras vidas, si optamos por vivir despojados de egoísmo, orgullo, vanidades, hipocresía, envidias, resentimientos, condenación, y otras actitudes por el estilo; si con rectitud y buena voluntad consideramos a toda persona como dignas del amor divino, entonces seremos sal y luz de la tierra.

Si vivimos la vida cristiana de modo congruente, entonces no solamente veremos transformaciones radicales en nosotros mismos, sino también, en un sentido muy positivo, seremos una influencia transformadora, sanadora e iluminadora en nuestro ambiente circundante. Seremos una bendición para nuestra propia vida, la de nuestra comunidad y la del mundo entero. Aun desde nuestro pequeño lugar, seremos sal y luz del mundo, instrumentos de Dios para realizar su propósito de amor.


viernes, 14 de agosto de 2015

Perdidos y encontrados...

La gracia de Dios, su misericordioso amor por los perdidos, es un enigma profundo que ha ocupado la oración, la meditación y la tentativa respuesta de los teólogos de todas las épocas y tendencias. Y las respuestas siempre han sido, como no podía ser de otra forma, parciales e incompletas por ser humanas. No hay forma de definir, describir o enunciar la gracia sin haberla experimentado, y las experiencias son tantas como seres humanos ha habido y hay en el mundo…

En el evangelio de Lucas (capítulo 15), Jesús nos presenta tres historias (parábolas) que ilustran el interés de Dios en rescatar, encontrar, y restaurar lo perdido. Lo perdido, perdido está, si fuese de otra manera no estaría perdido. Es en ese extravío fundamental que Jesús describe la situación humana. No ha perdido su naturaleza, ni su identidad, pero se encuentra lejos de la seguridad, despojado de valor y andando como extranjero.

En la primera historia, Jesús propone la condición humana como la de una oveja perdida. Lejos de la seguridad del rebaño y de la vigilancia del pastor, el mundo se percibe hostil, agresivo, intimidante. La violencia es fruto de la percepción de la hostilidad, pero en el fondo todos estamos indefensos. El pastor, sin dudar, sale en busca de su ovejita, la carga sobre sus hombros, y la conduce a la seguridad.

La segunda parábola se centra en la valoración. Una moneda perdida está despojada de su valor; sus características no han cambiado, pero no se puede comprar nada con ella. La autoestima del ser humano, en general, está depreciada, subvalorada. Y, lamentablemente, las recetas de masaje psicológico no sirven más que para poner una máscara sobre el rostro vacío. Jesús, por el contrario, pone la solución en la recuperación del valor real.


Las ovejas son irracionales y las monedas totalmente inanimadas. Pueden servir como ilustraciones, pero nunca van a alcanzar la profundidad, y la complejidad, de la situación humana. Por eso Jesús nos cuenta una historia más completa, más larga, más reveladora y finalmente más consoladora; es el regreso del hijo que se fue a una tierra lejana y disipó aquello que su padre siempre había guardado para él. Lejos del padre, aunque hijos y herederos, no somos más que mendigos y extranjeros despreciados.

Las tres historias terminan con un detalle pocas veces percibido, la fiesta, la alegría. Parece que la religión no deja lugar para el gozo. Pero Jesús sí. La celebración es la expresión del reencuentro, del amor compartido. El encuentro con Dios es un banquete.

martes, 11 de agosto de 2015

Madre Tierra

Para todos los pies hay descanso
en cada camino de la Tierra.
Agua fresca que a todos los sedientos
reconforta con su luz.


Encontramos paz, la paz de todos,
cuando respetamos la naturaleza,
cuando con cada flor y cada pájaro
somos hermanos de la vida.

La compasión del viento lleva el
amor y el calor del Espíritu que nos ayuda
a preservar para las generaciones futuras.

jueves, 6 de agosto de 2015

Viendo a Cristo en los demás

A menudo los cristianos y cristianas usamos la expresión “Cristo vive en mí”, y “Cristo vive en ti”, sin parar a pensar mucho en el significado de esas palabras. Cientos de años de dogmas han hecho de Cristo un ser etéreo y ajeno al ser humano, cuando en verdad es la identidad divina presente en cada uno de nosotros. Reconocer la presencia de Cristo en cada hombre y mujer es simplemente la aplicación práctica de la regla de Jesús: "No juzguen ustedes por las apariencias. Cuando juzguen, háganlo con rectitud." Juan 7.24


Todos los seres humanos participamos de la divinidad, el espíritu del Cristo en cada uno; por lo tanto somos también básicamente espirituales y buenos por naturaleza. Esto nos une espiritualmente sin barreras de género, raza, creencias, o cualquier otra aparente diferencia. Cada uno de nosotros posee una chispa divina de naturaleza espiritual y perfecta, raramente manifestada, que es el ser verdadero , el Hijo de Dios, lo que algunas veces llamamos “el Cristo Interno”.

Siempre que tomamos consciencia de la presencia de Cristo en nuestro interior, o en el interior de cualquier persona, las aparentes divergencias empiezan a desvanecerse. Es necesario ver el Cristo en todas las personas, contemplar su naturaleza divina. El Cristo que vive es mí es el Cristo que vive en todos. Lo más a menudo que veamos y reconozcamos el Cristo en otros, será lo más pronto que lo encontremos en nuestro propio interior.

"Los ojos son la lámpara del cuerpo; así que, si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo tendrá luz..." Mateo 6.22

lunes, 3 de agosto de 2015

Palabras compartidas

"Pues que de todos los bienes,
en mi inorancia lo infiero,
que le dio al hombre altanero
Su Divina Majestá,
la palabra es lo primero,
el segundo es la amistá."
- José Hernández



Todas las guerras son silencios.
En las palabras compartidas
hay salud y alegría benignas,
que construyen la paz...

Sin eco en las palabras y pausas
la sordera puede ser ruidosa.
En el diálogo fraterno y abierto
hasta el silencio es palabra. 

Sin lugar para la fuerza opresora
todos los conflictos se apagan
en la mirada que habla.