viernes, 25 de septiembre de 2020

¡Alégrense de corazón los que buscan al Señor!

"¡Busquen el poder del Señor! ¡Busquen siempre a Dios! ¡Recuerden sus grandes maravillas, sus hechos prodigiosos y sus sabias sentencias! Ustedes son los descendientes de Abrahán; ustedes son los hijos de Jacob, sus escogidos." Salmos 105.4-6


Vivimos en una época que sobreestima la felicidad, la alegría y el placer personales. Pero una mirada rápida a nuestro alrededor y a nuestra propia vida nos convence de la enorme carga de tristeza, frustración y necesidad que lleva la humanidad. No podría ser de otra manera si el egoísmo es el parámetro del logro.


"¡Alaben al Señor, invoquen su nombre! ¡Que los pueblos reconozcan sus obras!" (Salmos 105.1). La vida es un don divino; así como los patriarcas recibieron sus promesas, nosotros también vivimos con la esperanza de una vida plena dada por Dios. La libertad es un regalo; así como Israel fue liberado de la esclavitud para habitar una tierra de libertad, nosotros fuimos llamados a un nuevo reino de amor y hermandad. El logro es vivir de acuerdo con la voluntad del Señor.


¿Qué es la verdadera alegría? El gozo verdadero y eterno consiste en conocer, alabar y vivir las maravillosas obras de Dios que obra siempre con puro e infinito amor. El Todo-amoroso nos da lo que no merecemos; no por nuestras pocas e imperfectas obras, sino por su generosidad y misericordia. "¡Canten, sí, cántenle salmos! ¡Proclamen todas sus maravillas! ¡Regocíjense en su santo nombre! ¡Alégrense de corazón los que buscan al Señor!" (Salmos 105.2-3).




viernes, 18 de septiembre de 2020

El Señor se agrada de su pueblo

"¡Que Israel se alegre en su creador! ¡Que los hijos de Sión se regocijen por su Rey! ¡Que dancen en honor a su nombre! ¡Que le canten al son de arpas y panderos!" Salmos 149.2-3




¿Cuántas veces reflexionamos seriamente sobre nuestra vida y nuestra fe? Muy raramente, quizás nunca. Para muchos de nosotros, el cristianismo es probablemente una herencia cultural o una adición posterior. Aunque duela, podemos verlo a través de nuestra rutina, descuidada y monótona forma de vivir y expresar la fe. Albert Eintein dijo: "no podemos esperar resultados diferentes si siempre hacemos lo mismo". "¡Canten al Señor un cántico nuevo! ¡Alábenlo en la comunidad de los justos!" Salmo 149.1


Es cierto que a menudo nos desanimamos y dudamos cuando nos damos cuenta de lo lejos que estamos de la perfección. Pensamos, más o menos explícitamente, que solo porque somos creyentes deberíamos estar libres de fracasos. Una hermosa canción que solemos cantar en familia dice: “Cada día que comienza es una oportunidad para abrir nuevos caminos para tocar un poco más”... Esta canción describe muy bien la experiencia de vivir. El propósito de nuestra vida cristiana es básicamente este: aprender, ser guiados por Dios y disfrutar de su gracia infinita.


El mundo ciertamente puede parecer hostil, confuso y opresivo. Somos testigos diarios de acontecimientos que nos hacen dudar de la bondad e incluso de la existencia de Dios. Pero la fe, la esperanza y el amor nos hacen levantar la cabeza y mirar el presente y el futuro con confianza y alegría. ¡Cristo vive! Y en Cristo también vivimos. Con todas nuestras dudas, nuestras imperfecciones, nuestras debilidades, el Señor nos ama, nos perdona y nos guía. Podemos vivir con confianza en el amor y la sabiduría de Dios. "El Señor se complace en su pueblo, y bendice a los humildes con su salvación." Salmos 149.4


viernes, 4 de septiembre de 2020

Quien espera no desespera

[...] se volvieron al Dios vivo y verdadero, para servirlo y esperar de los cielos a Jesús, su Hijo, a quien Dios resucitó de los muertos, y que es quien nos libra de la ira venidera." 1 Tesalonicenses 1.9-10

A veces pareciera que la fe es solamente un accesorio de nuestra vida. Funciona bien los domingos de mañana, pero no tiene ninguna trascendencia en nuestra vida cotidiana. Esa fe sirve para pintar bellos paisajes en un cielo lejano, sin dar una pincelada siquiera a lo que nos rodea aquí y ahora. Esa fantasía de la mente no es fe en modo alguno, es tan sólo un fantasma.



La fe cristiana es una confianza real en los hechos poderosos de Dios y en sus promesas, según las Escrituras. No es una quimera creada por nuestra imaginación; es la certeza creada por el Espíritu Santo por medio de la palabra de Dios. Es por eso que la fe verdadera produce esperanza real, paz y alegría. Tanto la fe, como la esperanza y el amor no dependen de nuestra capacidad, sino de la pura gracia de Dios, por los méritos de Cristo.

Todo en el mundo es incierto. Todo pasa, nada permanece. Si ponemos nuestra confianza y nuestra esperanza en lo perecedero, ciertamente seremos defraudados. Pero si nuestra esperanza está en Cristo, podemos estar seguros que veremos el cumplimiento de las promesas del Señor. "Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado" (Romanos 5.5).