Hablamos de amor y eternidad,
de Dios y sus misericordias.
Pero en el fondo, odiamos
y nos rebelamos ante la verdad
de que no es nuestra la gloria,
que no nos pertenece la vida.
Al legislador el Altísimo le dijo:
«Tendré misericordia de quien yo quiera, y tendré compasión también de quien yo quiera.»
Todas los esfuerzos, todas las victorias,
son nada a los ojos de quien ve los corazones.
No depende del deseo ni la férrea voluntad,
sino de la compasión del Único que es.
A quien confiaba en su poder y prestigio le fue dicho:
«Te hice rey precisamente para mostrar en ti mi poder y para darme a conocer en toda la tierra.»
Ciertamente, misterioso es el camino y el propósito
de Aquel que hace todo según su voluntad.
«Siendo así, ¿de qué puede Dios culpar al hombre, si nadie puede oponerse a su voluntad?»
Su pura Justicia es también bondad amorosa.