viernes, 30 de diciembre de 2016

Milagros del Año Nuevo


Llegamos al término de un año más, y al comienzo de uno nuevo. Es la época en que hacemos grandes planes, tal vez repitiendo los mismos que en el pasado y que nunca cumplimos. También es la época de los arrepentimientos y las recriminaciones. Pero, ¿qué significa un año en nuestra vida? Un breve paréntesis en el marco de la eternidad, que es nuestra verdadera morada. El hoy y el mañana, el pasado y el futuro son segmentos que creamos nosotros mismos. Esos fragmentos pueden ser una cárcel, o pueden ser el espacio para ofrecer los milagros de la gratitud y del perdón.

"En verdad, mil años, para ti, son como el día de ayer, que pasó. ¡Son como unas cuantas horas de la noche!" Salmos 90.4

Ralph Waldo Emerson escribió: "La marca invariable de la sabiduría es ver lo milagroso en lo cotidiano." Al llegar al término de este año seamos agradecidos, por todo aquello en que triunfamos y recibimos, y por todo aquello en que fracasamos y perdimos. Seamos agradecidos por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.

Presentemos la humilde ofrenda de este año de nuestras vidas a Dios, el Espíritu que a todos da vida. El trabajo realizado, las cosas que pasaron por nuestras manos, y lo que con ellas pudimos construir. Presentemos a las personas que a lo largo de este año fueron parte de nuestras vidas, las amistades nuevas y los antiguos amores, la gente cercana, y la que está lejos, quienes nos dieron su mano, y quienes tendimos la nuestra. Cada persona con quien compartimos la vida,  el trabajo, el llanto y la risa.

El tiempo de la gratitud es refrescante, maravilloso, luminoso, pero incompleto si nos olvidamos de pedir perdón. Perdón por el tiempo que perdimos, por la ambición desmedida. Perdón por las palabra hirientes y el amor desperdiciado. Perdón por los descuidos y el desinterés en nuestras tareas. Perdón por vivir sin entusiasmo y menospreciar el milagro de estar aquí. Perdón por olvidarnos que somos más, muchos más que lo que pensamos. Por eso, y muchas otras cosas debemos pedir perdón al Espíritu de la vida, a nuestro prójimo y a nosotros mismos.

A las puertas del nuevo año que comienza, tomémonos un momento, y hagamos una pausa, disfrutemos el silencio. No sabemos si presenciaremos los días que están por venir, pero jamás olvidemos que "no importa cuántos días vivamos, sino cuánto vivamos cada día". Vivamos cada día con optimismo y bondad, con gratitud y compasión. Llevemos con nosotros, a todas partes, un corazón lleno de comprensión y paz. No demos oídos a la falsedad, a la calumnia ni a la intolerancia. Cerremos nuestros labios a palabras mentirosas, egoístas, insultantes, malvadas.

"Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestra mente alcance sabiduría." Salmos 90.12

Seamos conscientes de la Presencia en la que todos nosotros "vivimos, nos movemos y existimos". Seamos receptivos, con todo nuestro ser, a todo lo bueno. Que nuestro espíritu, chispa divina, se llene sólo de bendiciones para derramarlas generosamente, llenos de bondad y de alegría, sobre todas las personas que encontremos en el camino. En el silencio y la quietud, dejemos que el suave murmullo del Espíritu nos transforme, y nos haga capaces de ofrecer los milagros de la gratitud y del perdón, que son las dos caras del milagro de todos los milagros: el Amor.

martes, 27 de diciembre de 2016

Temor

"El temor del Señor es la base del verdadero conocimiento, pero los necios desprecian la sabiduría y la disciplina." Proverbios 1.7

Todos sabemos por experiencia, más o menos directa, que el miedo es altamente dañino y el mayor enemigo que podamos tener. El miedo paraliza, separa, enferma... Sea un leve temor o un profundo terror, el miedo jamás es bueno. Por eso, quedamos desconcertados frente a la afirmación de que "el temor del Señor es la base del verdadero conocimiento"

¿Cómo conciliamos, entonces, la declaración bíblica con la experiencia? La respuesta es que, en las Escrituras, el "temor del Señor" significa reverencia, no miedo; sobrecogimiento ante el misterio, no terror ante el peligro. ¿Cómo reverenciamos a Dios? Viendo su presencia en todo lugar, en todo tiempo y en cualquier circunstancia; negándonos a reconocer cualquier cosa fuera de él, y viviendo radicalmente el amor de Cristo.

"Sométete a Dios y tendrás paz, entonces te irá bien." Job 22.21



La adoración es la manifestación concreta de la fe, de la confianza. En lo que confiamos, eso adoramos. ¿En qué confiamos más, en Dios o en el miedo? ¿Qué es lo que adoramos? El poeta y místico Angelus Silesius escribió: "Temer a Dios es muy bueno, pero mejor es amar: aún mejor, elevarse a Él por encima del amor." En eso radica la prueba de nuestra fe.

El lugar en donde estamos, los problemas que enfrentamos, o las circunstancias que nos tocan vivir no son lo que importa, sino el temor y la aprehensión inconscientes que provocan. Si observamos con cuidado, la mayoría de las veces no tenemos nada más que temer que el mismo temor. Podemos hacer frente a cualquier condición si somos capaces de librarnos del miedo. La práctica de la Presencia de Dios, el acogimiento de su infinito amor, nos libra del temor.

"En el amor no hay temor, porque el amor perfecto expulsa todo temor. Si tenemos miedo es por temor al castigo, y esto muestra que no hemos experimentado plenamente el perfecto amor de Dios." 1 Juan 4.18

viernes, 23 de diciembre de 2016

Un cuento de Navidad

Cuando era un niñito (sí, ¡yo también fui niño!) para mí no existía Papá Noel, ni Santa Claus, ni el viejito pascuero, ni como sea que le llamen; Papá Noel entró en escena cuando me contaron un cuento, y el cuento resultó encantador. Un dulce viejito que vive rodeado de duendes en el Polo Norte y fabrica juguetes todo el año para regalarlos a los niños buenos en Navidad, ¿puede haber fábula más tierna?

Pero uno no siempre es niño. Al crecer empecé a poner en duda la existencia de aquel viejito gordo que bajaba secretamente por las chimeneas. Hasta que, finalmente, mi inquisidora inteligencia descubrió la innegable verdad de que no había ningún Papá Noel... era una burda mentira para engañar a los niños inocentes y convencerlos a portarse bien. Con mi adolescencia a flor de piel, me entretuve "iluminando" a mis infantiles y primitivas hermanitas, abriéndoles los ojos sobre esa fantasía de Papá Noel, y gozando con el sádico placer de destrozar sus ilusiones. 

La adolescencia tampoco dura eternamente (o al menos así debería ser), e indefectiblemente llegué a la adultez (el documento de identidad lo confirmaba), y empecé a comprender que Papá Noel es también un símbolo, una canción, una figura que aglutina alegrías, esperanzas y juegos, y lo acepté con una sonrisa. 

Ahora soy papá, y en la sonrisa esperanzada de mis niñitos puedo ver que Papá Noel es una verdad más verdadera que la verdad de los sentidos, es la verdad de que los seres humanos necesitamos ver más allá de nuestro cotidiano, no con la inquisitorial crítica del adolescente, sino con la estética mirada de un abuelito simpático.

martes, 20 de diciembre de 2016

Salvación

"Tú, Señor, eres quien salva; ¡bendice, pues, a tu pueblo!" Salmos 3.8

En la Biblia encontramos la palabra salvación repetida, al menos, unas ciento veinte veces. En el pasado esta palabra era esencial en el vocabulario cristiano, pero las generaciones recientes la han ido dejando en desuso. Aunque para la sensibilidad moderna la palabra salvación suene algo incómoda, permanece el hecho de que es uno de los ejes fundamentales de las Escrituras.

La palabra que en nuestras Biblias se traduce salvación también significa, y es traducida, salud, sanación y liberación. La voluntad de Dios para toda la humanidad, y para cada uno de nosotros, es "que todos se salven y lleguen a conocer la verdad." Recibimos la salvación, mediante la fe, buscando a Dios, y dejándolo trabajar en nuestras vidas.

"Yo, con voz de gratitud, te ofreceré sacrificios; cumpliré las promesas que te hice. ¡Sólo tú, Señor, puedes salvar!" Jonás 2.9

La salvación es obra de Dios, viene a nosotros sin esfuerzo, por pura gracia; pero, para la mayoría de nosotros, dudosos del amor incondicional del Padre, la salvación viene acompañada con cierta medida de "temor y temblor". La salvación que Dios da no tiene límites, pero nuestra incredulidad muchas veces nos impide ver la plenitud del amor que él derrama sobre sus criaturas. Las afirmaciones bíblicas sobre la salvación siempre se complementan con la seguridad y confianza como fruto de la misma:

"El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién podré tener miedo? El Señor defiende mi vida, ¿a quién habré de temer?" Salmos 27.1

viernes, 16 de diciembre de 2016

Juicio

"Éste es el momento en que el mundo va a ser juzgado, y ahora será expulsado el que manda en este mundo." Juan 12.31

En las Escrituras, la palabra juicio significa primeramente discernir entre la verdad o la falsedad de nuestras percepciones. Esto es algo que hacemos, consciente o inconscientemente, todo el tiempo, y nuestra mayor o menor capacidad de juzgar rectamente determina el carácter de nuestras vidas. Percibir desde el mal es juzgar de forma injusta, y acarrea propio su castigo. Renunciar a la percepción del mal y afirmar el bien es juzgar con rectitud y trae consigo el galardón armonía y paz interior.

"No juzguen ustedes por las apariencias. Cuando juzguen, háganlo con rectitud." Juan 7.24


El juicio es un proceso continuo y diario, no es una gran prueba que va a tener lugar en el final de los tiempos. Cuando Jesús dijo: "No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes" (Mateo 7.1), él quiso decir que condenar a nuestros semejantes en vez de percibir en ellos la presencia divina, es terriblemente arriesgado, porque las apariencias que percibimos en el prójimo las percibimos como reales para nosotros, y todo aquello que percibimos como real lo experimentamos en nuestras vidas.

"¿Quién no te temerá, oh Señor? ¿Quién no te alabará? Pues solamente tú eres santo; todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios han sido manifestados." Apocalisis 15.4

martes, 13 de diciembre de 2016

Éxodo

Así como el Génesis es el libro de los orígenes, el Éxodo es el libro de la redención. La liberación de los hebreos del yugo de la esclavitud en Egipto, además de un dato histórico, es una alegoría del camino de la liberación espiritual.


La dura servidumbre de la esclavitud en Egipto representa la opresión que los "deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida nos imponen diariamente. Faraón, por su parte, representa nuestra mente carnal que, cegada por el materialismo, niega a Dios y su poder.

"No tengan miedo. Manténganse firmes y fíjense en lo que el Señor va a hacer hoy para salvarlos, porque nunca más volverán a ver a los egipcios que hoy ven." Éxodo 14.13

El Éxodo (en griego significa "salida"), fuera de presentar la historia de una gesta libertadora, presenta la transformación de un pueblo por medio de la directa intervención de Dios. La liberación es simbolizada por la sangre del cordero pascual y por el poder soberano del Señor demostrado en el cruce del mar. El camino del desierto simboliza la purificación necesaria, el despojarse de la mentalidad de esclavos para vivir como hijos e hijas de Dios.

La alianza del Sinaí, buena y necesaria en su lugar, significa el intento de poner orden a las cosas desde el exterior, lo cual es mucho mejor que la anarquía; pero quien está en el sendero espiritual debe pasar más allá de esto, a Canaán, que representa el ordenamiento de las cosas desde el interior por la Práctica de la Presencia de Dios. Esta es la Tierra Prometida en la cual "fluyen leche y miel".

El no depender de la gracia conduce a la transgresión y al castigo. Sin embargo Dios no retira su gracia ni su amor, y le proporciona al pueblo el Tabernáculo, el Sacerdocio y los Sacrificios, por medio de los cuales las tribus liberadas podían adorar al Redentor y gozar de la comunión íntima de su presencia.

"La nube cubrió la tienda del encuentro y la gloria del Señor llenó el santuario. Moisés no podía entrar en la tienda del encuentro porque la nube se había asentado sobre ella y la gloria del Señor llenaba el santuario. Cuando la nube se levantaba de encima del santuario, los israelitas levantaban su campamento y seguían su camino, pero si no se levantaba la nube, tampoco ellos levantaban su campamento, sino que esperaban hasta que la nube se levantaba. A lo largo de todo el viaje de los israelitas, y a la vista de todos ellos, la nube del Señor estaba sobre el santuario durante el día, y durante la noche había un fuego sobre él." Éxodo 40.34-38

jueves, 8 de diciembre de 2016

Arrepentimiento

"La tristeza según la voluntad de Dios conduce a una conversión que da por resultado la salvación, y no hay nada que lamentar. Pero la tristeza del mundo produce la muerte." 2 Corintios 7.10

La palabra griega que se traduce "arrepentimiento" o "conversión" en nuestras Biblias es "metanoia" que significa, literalmente, "más allá del pensamiento" o "transformación espiritual". Arrepentirnos significa cambiar nuestro pensamiento y actitud con respeto a algo. Cuando nos damos cuenta que algo que pensamos, dijimos o hicimos, o todo el curso de nuestra vida ha estado equivocado, y sinceramente decidimos cambiar, significa que nos hemos arrepentido. Según el testimonio de la Escritura, el verdadero arrepentimiento es una condición fundamental para el perdón de los pecados y el progreso espiritual. Jesús dijo: "...si ustedes mismos no se vuelven a Dios, también morirán..." (Lucas 13.3)

Arrepentirse no significa lamentarse por errores pasados, y sus consecuencias en nosotros, sino reconocer el error y elegir otro camino. Lamentarse por los errores del pasado es solamente remordimiento, y el remordimiento es pecado porque es negarse a aceptar la gracia y el perdón de Dios.


Juan el Bautista dijo: "¡Vuélvanse a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!" (Mateo 3.2) Esto significa que debemos cambiar nuestra mentalidad, nuestra manera de ver las cosas, y reconocer la Presencia de Dios aquí y ahora, en el lugar donde estamos.

martes, 6 de diciembre de 2016

Génesis

La palabra "génesis",  transliterada del griego, significa origen o comienzo, y ese es el tema dominante del primer libro de la Biblia. El Génesis comienza con un relato genérico de cómo todas las cosas vinieron a la existencia, por el poder de la palabra divina. Continúa con la historia de Adán y Eva, y de cómo la humanidad, de forma arquetípica, es causa de toda condición que manifiesta en su vida. Los relatos sobre Caín y Abel; Noé y el diluvio; la Torre de Babel; la historia de Abraham y su familia; la saga de José y sus hermanos; todas muestran diferentes aspectos de Dios, el ser humano y el universo y sus mutuas relaciones. El libro del Génesis es en parte histórico y en parte alegórico. A menos que percibamos las lecciones espirituales detrás de la historia concreta, nos perderemos el profundo mensaje que la Biblia tiene para nosotros.

"Miren, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Lo pasado quedará olvidado, nadie se volverá a acordar de ello." Isaías 65.17

La creación, con toda su belleza y majestad, nos revela claramente la existencia y el poder de Dios, pero esa evidencia no pasa de algo externo. Para los que deseamos experimentar una profunda y personal comunión con el Señor, nos es necesario ir más allá de esto, y entrar en "la santa ciudad, la nueva Jerusalén" que desciende del cielo, la cual no es otra cosa que la Presencia de Dios.

"Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, y también el mar. Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de la presencia de Dios. Estaba arreglada como una novia vestida para su prometido." Apocalipsis 21.1-2

El libro del Génesis expresa en un lenguaje poético y sencillo todos los matices de la creación, el resto de la Biblia despliega el propósito de Dios: la creación de "nuevos cielos y nueva tierra". El propósito de Dios es habitar en comunión con su creación transfigurada por la gloria de su Presencia, y con las imágenes de la creación actual contenidas en el Génesis podemos, por analogía, vislumbrar el gozo que produce la Práctica de la Presencia de Dios.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Vida

Hay varias palabras, en hebreo y griego, que en nuestras Biblias han sido traducidas por la palabra española "vida". En las Escrituras se usa frecuentemente la palabra vida, siempre enfatizando de que ésta es la mayor de todos los dones y bendiciones de Dios.

  • "Entonces Dios el Señor formó al hombre de la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente." Génesis 2.7
  • "La saciaré de larga vida." Salmos 91.16
  • "Me mostrarás el camino de la vida." Salmos 16.11
  • "Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él fluye la vida." Proverbio 4.23
  • "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? ¿O cuánto podrá pagar el hombre por su vida?" Mateo 16.26
  • "En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad." Juan 1.4
  • "Después me dijo: Ya está hecho. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed le daré a beber del manantial del agua de la vida, sin que le cueste nada." Apocalipsis 21.6


Jesús, exhortando y confortando a sus discípulos, dijo que él había venido para que tuviésemos vida, una vida en "abundancia"El Maestro también afirmó que sus seguidoras y seguidores no andarían en tinieblas, sino tendrían la "luz de la vida". Y la promesa divina, así como la gran esperanza de la humanidad, es la vida eterna.


Ahora bien, ¿qué significa vida en la Biblia? Todos hemos experimentado alguna vez sentirnos en paz, útiles, saludable, alegres, libres de temores o dudas, ¡Eso es vida! En otros momentos, en que nos sentíamos turbados, inútiles, enfermos e indignos, no teníamos vida en el sentido de las Escrituras. Entonces, cuando la Biblia nos promete una vida larga y plena bajo ciertas condiciones, lo que nos está prometiendo es un largo período de alegría y libertad; cuando promete vida eterna, promete el goce de estas bendiciones para siempre, bajo la condición que nosotros obedezcamos la voluntad de Dios, buscando conocerlo más  y mejor, y poniéndolo primero en nuestras vidas.

"Y la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste." Juan 17.3

martes, 29 de noviembre de 2016

¿La naturaleza humana debe cambiar?

"Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en plenitud." Juan 10.10

Frecuentemente, ante las manifestaciones más bajas de la conducta, solemos afirmar con tristeza y pesimismo “no hay esperanza, la naturaleza humana nunca cambia”. Pero lo cierto es que no hay necesidad de cambiar nada, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. La naturaleza humana, su esencia, es divina, buena e ilimitada. El mal en sí mismo no existe, excepto aquél que es pensado y ejecutado por nosotros mismos; no pertenece a la naturaleza, sino que es accidental.

"El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Amparo de mi vida es el Señor, ¿ante quién temblaré?" Salmos 27.1


Dios jamás estuvo, ni estará, lejos de nosotros. Somos nosotros quienes creamos la separación, pero sólo de manera ilusoria. Nuestra naturaleza, la de todos y cada uno de los seres humanos, nos mantiene en permanente unión con Dios. Podemos percibir la presencia divina en cualquier instante, ¡ahora mismo!, creyendo en su cuidado y protección, y permitiendo que esta fe llene nuestro espíritu con paz y equilibrio. El propósito divino para cada uno de sus hijos e hijas es expresar la plenitud de vida, ¿qué espacio queda, entonces, para el temor, el pesimismo y la desesperanza? ¡Ninguno! El reino de los cielos está dentro de nosotros y lo experimentamos en la medida que nos hacemos conscientes de ello, conscientes de nuestra naturaleza.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

¿Qué espera Dios de nosotros?

"¿Habrá un padre entre todos ustedes que dé a su hijo una serpiente cuando le pide pan? Y si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará espíritu santo a los que se lo pidan!" Lucas 11.11-13

Como hijas e hijos de Dios somos sus herederos, coherederos de Cristo, y, por lo tanto, podemos confiar que el Padre celestial cuidará de nosotros en todas las formas. La Biblia abunda en afirmaciones y promesas sobre lo que Dios hizo, hace y hará por y para sus hijos.


Podemos esperar, con total confianza, todas las cosas buenas de parte de Dios. Pero, ¿qué espera Dios de nosotros? Antes que nada, Dios espera que lo pongamos primero en nuestras vidas. El amoroso Padre celestial espera de nosotros que tengamos una fe viva, una confianza inquebrantable en su Amor, Sabiduría y Providencia.

Dios también espera de nosotros que nos deleitemos en su presencia, nos fortalezcamos en su amor, y le entreguemos nuestras cargas en la oración - como hijas e hijos que confían en su Padre amoroso, quien sabe de sus necesidades antes que se las mencionemos.

"Antes de que ustedes pidan, su Padre ya sabe lo que necesitan." Mateo 6.8 

lunes, 21 de noviembre de 2016

Más vale prevenir que curar

"¿Qué me queda, Señor? Pondré en ti mi esperanza." Salmo 39.7

El dicho popular "más vale prevenir que curar", es tan cierto para la salud espiritual como lo es para la salud física. La mayoría de nosotros buscamos a Dios únicamente cuando una dificultad nos resulta imposible de resolver, y en esa situación nos apresuramos a buscar una resolución espiritual. Claro que es mejor buscar a Dios empujados por la dificultad que no hacerlo bajo ninguna circunstancia. Pero, ¿por qué esperar a que los problemas y tribulaciones nos empujen a buscarlo? La verdad es que si permaneciésemos en la presencia de Dios muchísimas de las dificultades que nos aquejan ni siquiera aparecerían en nuestras vidas.


Frecuentemente pensamos que necesitamos pasar por un proceso largo y tedioso para encontrar el auxilio y la consolación de Dios. El tiempo y el tedio son condiciones que nosotros mismos ponemos, no Dios. La Escritura afirma que "ahora es el momento de la salvación, ahora es el tiempo aceptado" (2 Corintios 6.2).

Si nuestro propósito es poner nuestras vidas en manos de Dios, hagámoslo sin demora por medio de la oración incesante, la meditación y la obediencia a la voluntad del Padre. Manifestaremos así la plenitud del Señor, nuestros problemas disminuirán, y experimentaremos la indescriptible paz que sólo Dios puede dar. Nada podrá asustarnos ni turbarnos, porque Dios es nuestra suficiencia.

jueves, 17 de noviembre de 2016

La voluntad de Dios

"No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, para entrar en el Reino de los Cielos; más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo." Mateo 7.21

Sin importar cuáles sean las dificultades y tribulaciones que nos toquen vivir, todos nosotros confiamos de manera intuitiva en que existe una solución. De niños nos resultaba muy sencillo. Pero a medida que fuimos entrando en el sofisticado mundo de los adultos dejamos de confiar y empezamos a inventarnos excusas. 


Aprendimos a repetir mecánicamente que Dios es amor y que su voluntad para nuestras vidas es el bien. Sin embargo, no dudamos en atribuirnos todos los bienes de la vida y consolarnos con resignación llamando a los males que nos sobrevienen la “voluntad de Dios”. En lo más íntimo de nuestros corazones, sabemos con total certeza que la vida y la armonía son inseparables.

"Porque no son justos ante Dios los que escuchan la Ley, sino los que la cumplen." Romanos 2.13

Neguémonos a tolerar algo menor que la plenitud de Dios en nuestras vidas. Podemos, todos nosotros, gozar aquí y ahora de una vida una feliz y alegre, pero para hacerlo, debemos enfrentar los acontecimientos que nos sobrevengan con la absoluta confianza de que, sin importar cómo se presenten, Dios está presente en ellos. ¿Estamos dispuestos a percibir la voluntad de Dios?

martes, 15 de noviembre de 2016

Una mente transformada

"Abre mis ojos para que yo vea las maravillas de tu Ley." Salmos 119.18

La pena, la decepción, el agobio y la infelicidad son condiciones que nosotros mismos creamos. El desánimo, la derrota y la enfermedad también son condiciones de nuestra percepción. Dios nos creó para gozar de una vida abundante y alegre.

Para todos nosotros el mundo es tal como lo percibimos; si valoramos de forma negativa lo que percibimos, entonces nuestra experiencia de eso será negativa, pero tan sólo con percibir y valorar las circunstancias de forma positiva, de acuerdo con la Ley divina, experimentaremos una gran libertad.


El estado natural de la humanidad es de rebosante salud y alegría. Aunque nos resulte difícil aceptarlo, es más sencillo vivir en plenitud que lo opuesto. Nuestros malos hábitos de pensamiento, palabra y de obra pueden hacernos creer que el pecado, la enfermedad y la muerte son la realidad esencial de la humanidad, pero no es así. Como todo error, la percepción equivocada se corrige con el conocimiento de la verdad.

"No sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto." Romanos 12.2

La frustración, el desaliento, la tristeza y el dolor, son en realidad falsas percepciones a las que nos hemos habituado. La liberación consiste simplemente en dejarnos transformar por Dios, por medio de la renovación de nuestra mente, y empezar a vivir en conformidad con la Ley divina.

jueves, 10 de noviembre de 2016

El tiempo de Dios

"Comprendan en qué tiempo estamos, y que ya es hora de despertar. Nuestra salvación está ahora más cerca que cuando llegamos a la fe." Romanos 13.11

Frecuentemente nos engañamos a nosotros mismos cometiendo el error de decir “en el momento adecuado Dios atenderá mi oración”. Pensamos que Dios está sujeto a nuestra percepción del tiempo. Pero lo cierto es que el único momento de Dios es éste, siempre presente. El lugar de Dios es aquí, el tiempo de Dios es ahora. Cuando Jesús anunciaba el reino de los cielos, decía que el mismo estaba "a la mano", es decir, cercano e inmediato.


El tiempo de Dios para atender nuestras súplicas es ahora. La hora de Dios para nuestra salvación es ahora. El momento de Dios para darnos plenitud es ahora. La Biblia afirma que el momento favorable es ahora. Dios está listo en el instante en que nosotros lo estamos.

Las condiciones adecuadas, el tiempo a esperar, son barreras que inventamos nosotros mismos. No hay nada que haya que esperar, sino la transformación de nuestra mente. Somos nosotros mismos los que aplazamos la percepción del reino, pero podemos cambiar mediante la fe, sabiendo esto: Dios es siempre presente.

"Dice la Escritura: En el momento fijado te escuché, en el día de la salvación te ayudé. Este es el momento favorable, éste es el día de la salvación." 2 Corintios 6.2

martes, 8 de noviembre de 2016

Atiéndete a ti mismo...


“Atiende a ti mismo, es decir: examínate a ti mismo por todas partes.
Ten despiertos los ojos del alma para vigilarte a ti mismo.”

"Atiende a ti mismo; es decir a tu alma.
Adórnala, cuídala, hasta que desaparezca, por tu diligencia, toda suciedad que se la haya pegado del mal."

"Oponte en la lucha a los 'enemigos invisibles' [los propios errores o defectos inherentes].”

“Atiende, pues, a ti mismo, para que atiendas a Dios..."

Basilio de Cesarea, Extracto Homilía III

viernes, 4 de noviembre de 2016

Negarse a sí mismo


"Entonces Jesús dijo a sus discípulos:
Si alguno quiere venir en pos de mí,
Niéguese a sí mismo,
y tome su cruz,
y sígame."

Evangelio según san Mateo 16.24

martes, 1 de noviembre de 2016

Sentir a Dios en la respiración




1. PREPARACION
Tranquilizarse, relajarse. Se puede hacer escuchando música suave, fijando la vista en un objeto de la habitación, mirando por la ventana, sintiendo los latidos del corazón, leyendo un poema, paseando, etc. A medida que el espíritu se va calmando, ir pensando tranquilamente qué voy a hacer, el Señor me espera, etc.
1. Preparar el material necesario: Es muy sencillo. Simplemente se trata de tener presente (de memoria o bien escrito delante) una oración hecha. Por ejemplo, el Padrenuestro, un Salmo, la letra de un canto, o cualquier oración antigua o moderna.
2. Oración preparatoria: Una oración breve y sencilla, dirigida a aquel a quien se quiere dedicar este momento. Por ejemplo, si la plegaria escogida es el Padrenuestro, al Padre.

2. ORACION
Es una oración que acompaña a la respiración. Si tomamos del Padrenuestro la primera palabra «Padre» la vamos pronunciando mientras dura el tiempo de la inspiración a la expiración.
Haciéndolo lenta y rítmicamente. Después la segunda palabra «nuestro», etc. Se trata, pues, de orar siguiendo el ritmo de la respiración.
Es más parecido a un canto que a una oración reflexiva. Ayuda a irse identificando, con toda la persona, con este Dios sencillo y afectuoso que quiere entrar en contacto con nosotros. Va bien cuando se está cansado y con pocas ganas de reflexionar.
Ayuda pensar que cuando inspiramos entra el oxígeno (Dios) y cuando expiramos sale lo que nos esclaviza. La oración es la respiración del espíritu.

3. EXAMEN
Ver cómo ha ido la preparación, qué me ha ayudado más, etc. Recordar qué sentimiento hacia Dios: filiación, agradecimiento, arrepentimiento, pequeñez, gozo, etc. ha quedado en mi interior. ¡Y dar gracias por ello!

- Pere Borrás, SJ

viernes, 28 de octubre de 2016

Sublime gracia


Si los pasos son forzados
el camino se hace largo.
Pero ¿por qué andar tanto
para llegar aquí donde estoy?

No tuve que ir; él vino
por nosotros, por todos.
Y por su trabajo recibimos,
sin precio, gracia y verdad.

La vista engaña; vemos bien
con los ojos del corazón.

Por amor de su nombre eterno,

caminamos juntos, unos y otros.

martes, 25 de octubre de 2016

El lugar secreto del Altísimo

“Tú que habitas al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Omnipotente.” Salmo 91.1

El Salmo 91 es uno de los capítulos más conocidos y citados de la Biblia. El tema central de este pasaje es la completa paz, seguridad y confianza que goza quien vive en comunión con Dios. Cuando nos abandonamos en los brazos de nuestro Padre ya no dependemos de nuestra fuerza, porque Él es nuestra fortaleza; ya no tememos, porque Él es nuestra liberación; no desesperaremos, porque Él es nuestra certeza; no nos abatiremos, porque Él es nuestra victoria.

Un ejercicio espiritual muy sencillo y accesible es orar haciendo nuestras cada una de las palabras de este salmo, leyendo de forma pausada cada una de sus afirmaciones, considerando el significado y guardándolas en nuestro corazón. 

El texto nos hace referencia a un “lugar secreto” o “esconderijo” donde Dios nos cobija y nos instruye. Este lugar secreto no es otro que nuestro propio espíritu, la intimidad de nuestro corazón. Erróneamente podemos creer que el lugar secreto del Altísimo está en algún sitio o dimensión, pero siempre fuera de nosotros mismos. Buscando afuera lo que está adentro no es raro que pasemos nuestra vida vagando sin encontrar el centro de nosotros mismos. Dios está más cercano que nuestro propio aliento.

Habitar al amparo del Altísimo significa vivir bajo la protección de Dios mismo. A la sombra de sus alas gozamos de abrigo, protección y refrigerio. La Escritura no deja lugar a dudas, al llamar a Dios Omnipotente afirma que no existe otro poder aparte de Dios, y Dios es bueno, por lo tanto nuestro amoroso Padre puede, y quiere, realizar su buena voluntad en nuestras vidas.

“También sabemos que Dispone todas las cosas para bien de los que lo aman, a quienes él ha escogido y llamado.” Romanos 8.28

La oración superficial, formal y egoísta poco o nada puede hacer para acercarnos al lugar secreto del Altísimo, más bien todo lo contrario. Dios nos da entrada bajo la sombra de sus alas, en su esconderijo seguro, cuando “cerrando la puerta de nuestra habitación” nos entregamos a la plena comunión con el Padre, por medio de Hijo, en la comunión del Espíritu Santo.

“Pero tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta, y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará” Mateo 6.6

viernes, 21 de octubre de 2016

La verdad presente


No hay palabras para comunicar
el magnífico silencio que expresa
la verdad primordial, el abismo
de amor y bondad siempre disponible.

La sabiduría oculta de Dios, en Dios,
que desde la eternidad hace actual.
El misterio insondable de su luz, simple,
compartida para nuestra gloria, la suya. 

Esto es algo no entienden los potentados 
del mundo presente. Sólo a los niños
y a los sencillos se les abren las puertas
del conocimiento, la verdad presente.

martes, 18 de octubre de 2016

El décimo Mandamiento

"No codicies la casa de tu prójimo: no codicies su mujer, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca." Éxodo 20.17

La codicia afecta profundamente la condición espiritual. Aunque nunca lleguemos a tomar algo que no nos pertenezca, codiciarlo debilita y, finalmente, pudre el alma. Codiciar algo significa una ignorancia fundamental de los principios divinos, y esa ignorancia nos aparta de Dios. "¿Por qué?", podemos preguntarnos. Es que, cualquier cosa que tengamos o nos falte, refleja nuestra percepción y manifiesta nuestra fe. Si ignoramos esto, no hay salvación posible.


Este mandato es muy detallado. Menciona no codiciar la casa, ni la esposa, ni el siervo, ni la sierva, ni el ganado, ni nada que pertenezca a nuestro prójimo. El deseo impropio a lo que no nos pertenece, los pensamientos codiciosos y avaros, son causa de los mayores males que sufrimos como individuos y como sociedad. Moisés nos alerta contra esta fuente de perturbaciones.

"Hagan, pues, morir todo lo que hay de terrenal en ustedes: que nadie cometa inmoralidades sexuales, ni haga cosas impuras, ni siga sus pasiones y malos deseos, ni se deje llevar por la avaricia (que es una forma de idolatría)." Colosenses 3.5

Dios es el creador, sustentador y proveedor de todo cuanto existe. Sin importar qué sea lo que estemos necesitando, o pensemos que estamos necesitando, podemos estar seguros que Dios lo posee en abundancia. La codicia es una de las peores formas de falta de fe. La providencia de Dios es infinita y envidiar a alguien porque posee algo que nosotros no, es negar nuestra propia comunión con Dios.

viernes, 14 de octubre de 2016

El noveno Mandamiento

"No des falso testimonio contra tu prójimo." Éxodo 20.16

No necesitamos mucha reflexión, ni intrincadas especulaciones, para entender el obvio significado de esta ordenanza: No debemos decir mentiras. 


Es importante que observemos este principio en todos los aspectos de nuestra vida. La rectitud de la verdad no es únicamente una gentileza hacia las otras personas, afecta nuestra propia percepción. Si faltamos a la verdad, en cualquier aspecto, la verdad se hará cada vez más lejana e inaccesible para nosotros. La Biblia registra las palabras de Jesús, quien dijo: "Les digo lo siguiente: el día del juicio, tendrán que dar cuenta de toda palabra inútil que hayan dicho." Mateo 12.36

De forma más profunda, este mandato significa que, de una u otra manera, siempre expresamos quienes realmente somos. Es imposible ser una cosa y manifestar otra. Mi padre solía decir: "el que le miente a los demás es un pecador, pero quien se miente a sí mismo es un tonto". Es cierto que podemos engañar a otros por medio de mentiras y máscaras, pero no de manera permanente. La verdad es la expresión del carácter de Dios en nosotros. La verdad divina no tiene como finalidad reformarnos o corregirnos, su propósito es transformarnos y hacernos una nueva creación.

"Simplemente di: “Sí, lo haré” o “No, no lo haré”. Cualquier otra cosa proviene del maligno." Mateo 5.37

Cuando nosotros percibamos que la veracidad, la sinceridad y la rectitud son mucho más que simples normas de convivencia social y honestidad formal, nos estableceremos firmemente en la verdad divina y podremos dar recto testimonio, no sólo con palabras, sino con nuestra vida entera.

martes, 11 de octubre de 2016

El octavo Mandamiento

"No robes." Éxodo 20.15

Tanto la moral cuanto las leyes de la mayoría de las sociedades declaran que robar está mal. Sea por conformidad con las reglas sociales o por temor al castigo por el delito, la mayor parte de nosotros nos abstenemos de robar. No obstante, siempre ha habido personas que se han dedicado al robo ocasionalmente o como forma de vida. Sea como fuere, el respeto por la propiedad ajena es un principio fundamental, en las relaciones sociales y en la vida espiritual. 

"Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón." Mateo 6.21

El robo y el despojo sólo es posible si hay apego; si la conciencia es libre, ni todos los ladrones del mundo podrían robar siquiera una mísera moneda. La consciencia de la Presencia de Dios, creador y sustentador de todo lo que existe, nos libera de la dependencia de lo efímero. Del Señor "es la tierra y su plenitud", nosotros somos simples mayordomos de los bienes que él nos otorga.

Los mandamientos no son restricciones arbitrarias, sino leyes fundamentales de la vida. Ir en contra de la armonía de la vida no perjudica en nada a Dios, pero sí mucho a nosotros mismos. Dios es amor; el amor y la armonía manifiestan aspectos de Dios. Cuando nosotros renunciamos al latrocinio, empezamos a percibir que nada nos falta y que poseemos la plenitud de todo lo que Dios es. La total libertad viene del desapego.


viernes, 7 de octubre de 2016

El séptimo Mandamiento

"No cometerás adulterio." Éxodo 20.14 

A pesar de que en nuestra época intentamos restarle importancia o radicalidad, este mandamiento significa exactamente lo que quiere decir. La ética cristiana, fundamentada en la pureza del amor, no puede ser relativizada sin perder su singularidad y su fuerza. No cometer adulterio es esencial, porque la santidad de la relación es el fundamento de la paz y de la comunión, entre nosotros, y también con Dios. Pero el sentido del mandamiento no se agota en una formalidad exterior de lealtad, es más, mucho más. 


Cuando leemos el Antiguo Testamento nos damos cuenta que el adulterio y la fornicación estaban muy relacionados, e inclusive se tomaban como sinónimos, con la idolatría. La adoración idolátrica era condenada como adulterio. La razón principal de este entendimiento ya estaba explícita en el primer mandamiento: "No tengas otros dioses aparte de mí". A lo largo de las Escrituras encontramos a Dios presentándose como marido del alma humana, queriendo expresar así su deseo de comunión, intimidad y fidelidad. Así también encontramos que la idea de la mujer adúltera, quien es infiel a su marido, constantemente significa el alma humana que está desviándose en pos de algún otro dios.

"¡Oh gente infiel! ¿No saben ustedes que ser amigos del mundo es ser enemigos de Dios? Cualquiera que decide ser amigo del mundo, se vuelve enemigo de Dios. Por algo dice la Escritura: «Dios ama celosamente el espíritu que ha puesto dentro de nosotros.»" Santiago 4.4-5