viernes, 30 de marzo de 2018

Señor, tú me llamaste

Señor, tú me llamaste
para ser instrumento de tu gracia, 
para anunciar la buena nueva, 
para sanar las almas. 

Instrumento de paz y de justicia, 
pregonero de todas tus palabras, 
agua para calmar la sed hiriente, 
mano que bendice y que ama. 

Señor, tú me llamaste 
para curar los corazones heridos, 
para gritar, en medio de las plazas, 
que el Amor está vivo, 
para sacar del sueño a los que duermen 
y liberar al cautivo. 
Soy cera blanda entre tus dedos, 
haz lo que quieras conmigo. 

Señor, tú me llamaste 
para salvar al mundo ya cansado, 
para amar a los hombres 
que tú, Padre, me diste como hermanos. 
Señor, me quieres para abolir las guerras, 
y aliviar la miseria y el pecado; 
hacer temblar las piedras 
y ahuyentar a los lobos del rebaño. 

Amén.

Himno de Laudes del Jueves de la II semana del Salterio - Ed. San Pablo

miércoles, 21 de marzo de 2018

Tengan la mente de Cristo

"La Escritura dice: «¿Quién conoce la mente del Señor? ¿Quién podrá instruirle?» Sin embargo, nosotros tenemos la mente de Cristo." 1 Corintios 2.16


Nuestros pensamientos determinan en gran medida todo lo que experimentamos en la vida. Percibimos nuestro ambiente de acuerdo a la cualidad de nuestra mente. Nuestra experiencia de vida no cambiará hasta que nuestra mente sea transformada. Esta es la clave de la transformación: alimentar nuestra mente con la Palabra de Dios y permitir que la Verdad cambie nuestros pensamientos hasta tener "la mente de Cristo".

"No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto." Romanos 12.2

Que la clave para la transformación sea sencilla de ninguna manera hace que sea fácil. Lo primero que se requiere es un poco de determinación para abandonar nuestra soberbia y nuestro natural egoísmo y llenarnos de la Palabra de Dios. También es necesario, aunque parezca contradecir lo anterior, abandonar la pretensión de transformarnos por nuestra propia determinación y fuerza de voluntad, esto es don gratuito de Dios.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Buena alimentación

"Vienen días —afirma el Señor— en los cuales mandaré hambre a la tierra; no hambre de pan, ni sed de agua, sino hambre de oír la palabra del Señor." Amós 8.11

La nutrición es esencial para el sustento  y desarrollo de nuestra vida. Los especialistas afirman que nos convertimos en lo que comemos y bebemos. Esa afirmación es tan válida para el cuerpo como lo es para la mente y el espíritu. Incontables publicaciones, en todos los medios, nos proveen información variada sobre la mejor nutrición para nuestros cuerpos, pero sobre la nutrición del alma nos preocupamos poco.

La dieta que le proporcionemos a nuestro espíritu determinará el carácter de nuestra vida, como se dijo antes: nos convertimos en lo que comemos. La palabra de Dios nos exhorta  a vigilar y seleccionar sabiamente aquello que entra a nuestra mente y a nuestro corazón. "[...] tengan sus puertas cerrojos de hierro y bronce, y que dure su fuerza tanto como su vida." (Deuteronomio 33.25)


La manera en que percibimos y experimentamos nuestra vida se encuentra condicionada por el tono y el contenido de los pensamientos, deseos y valores que habitualmente residen en nuestra alma. Alimentemos nuestra mente y nuestro corazón con la eterna Palabra de Dios, comamos y saciémonos del "alimento que sirve para vida eterna".

viernes, 9 de marzo de 2018

Bendición y maldición

"En este día pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes, de que les he dado a elegir entre la vida y la muerte, y entre la bendición y la maldición. Escojan, pues, la vida, para que vivan ustedes y sus descendientes." Deuteronomio 30.19


La mayor parte de lo que experimentamos en la vida es más un reflejo de nuestro propio estado mental y espiritual que un efecto de lo que realmente sucede. En cuanto a la percepción que tenemos de los hechos y circunstancias, éstos tienen la forma y valor que nosotros mismos les damos. Cualquier cosa que consideremos buena, como bendición, será bendición para nosotros. Por el contrario, todo lo que maldigamos nos maldecirá. Si vemos las circunstancias de la vida como una maldición, todo nos parecerá malo y saldremos heridos. Cualquier situación, sin importar su apariencia externa, que veamos como bendición nos será benéfica.

"La palabra que sale de mis labios no vuelve a mí sin producir efecto, sino que hace lo que yo quiero y cumple la orden que le doy." Isaías 55.11

Tal vez estemos pasando algún problema de salud, o simplemente no nos gusta algo de nuestro cuerpo, y estemos tentados a quejarnos y maldecir; ¡no lo hagamos! Bendigamos nuestro cuerpo. Bendice nuestro hogar y a nuestra familia. Bendigamos a nuestro prójimo, incluso a quienes no nos caen simpáticos o son nuestros enemigos. Así los aparentes enemigos personales, mentales y espirituales se volverán amigos. Bendigamos el estado del tiempo, y el lugar donde vivimos. Todo lo que bendecimos nos bendecirá de vuelta.