viernes, 27 de diciembre de 2019

El Señor no nos deja solos

“Así dice el Santo y Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, y cierra y nadie puede abrir”. Apocalipsis 3.7

Todos los cristianos confesamos sin dudar que Dios está presente en todas partes, en todo momento y en toda circunstancia. La omnipresencia divina es uno de los fundamentos de nuestra fe. No obstante, con demasiada frecuencia nos descubrimos pensando, hablando y actuando como si Dios no estuviese presente y no supiese nada de nosotros. Con demasiada frecuencia reservamos para mostrarlo entre quienes comparten nuestras mismas creencias, pero nos volvemos tímidos cuando no es así. La causa de ello es que pensamos que ser cristianos depende de nuestra fuerza, nuestra voluntad y nuestra disposición.


El Señor no nos deja solos jamás. Él nos conoce más íntimamente de lo que pensamos conocernos a nosotros mismos. Él es quien abre una puerta delante nuestro, y nos invita a entrar en su reino de gracia, misericordia y paz, y nada ni nadie puede cerrarla. Nuestra fuerza es nada para vencer el pecado, el mal y la desesperanza, pero Jesucristo nos da su propia fuerza por medio de su palabra y los sacramentos. Por eso podemos confiar, no en nuestra capacidad, sino en sus promesas infalibles, y proclamar bien alto que “Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre” Filipenses 2.11

viernes, 20 de diciembre de 2019

Dios con nosotros

“Pues ahora el Señor mismo les dará una señal: La joven concebirá, y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel.” (Isaías 7.14)

Todo niño ha experimentado el miedo a la oscuridad. No es tanto la falta de luz lo que asusta, sino la sensación de estar solos ante lo desconocido. Niños o no, frecuentemente vivimos con temor, ansiosos por lo que va a pasar, sintiéndonos solos y desprotegidos. ¿Será que Dios se ha olvidado de nosotros? ¡No! Dios siempre ha estado, está, y estará presente; y en Cristo nos dio la prueba más patente de su amor e interés por nuestra vida.

Cuando llegó el tiempo propicio, aquello que los profetas habían anunciado se confirmó por la voz del ángel: “María tendrá un hijo, a quien pondrás por nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1.21). Dios, que siempre está con nosotros, en Cristo se hizo uno de nosotros, para librarnos de la condenación del pecado, reconciliarnos con el Padre y hacernos coherederos de su reino.


Cuando éramos niños, y tal vez todavía hoy, la oscuridad nos daba miedo. Pero lo que en verdad provoca el temor es la oscuridad que llevamos dentro, el pecado. Es por el pecado que nos ocultamos de Dios y nos sentimos amenazados por todo cuanto nos rodea. Sin embargo, Dios se acerca a nosotros con infinito y tierno amor, para salvarnos de todos nuestros pecados. En Jesús, Dios toma lo que somos, para hacernos lo que él es; y en su luz, disipa todas nuestras sombras.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Restauración

"Entonces sabrán ustedes que yo estoy en medio de Israel, y que yo soy el Señor su Dios, y nadie más. Y mi pueblo nunca más será avergonzado." Joel 2.27

Cuando todo parece ir bien, raramente nos acordamos de Dios. Cuando todo parece ir mal, nos preguntamos dónde está Dios. Sin embargo, Dios no depende de nuestros sentimientos ni circunstancias; él siempre está con nosotros porque es fiel y amoroso.


Nuestro mundo, marcado por la presencia del pecado, a veces nos resulta insoportable. Dios no nos deja caer en la desesperación; en Cristo y por medio de él, ya tenemos la garantía de una vida restaurada. "Después de esto, derramaré mi espíritu sobre la humanidad entera, y los hijos y las hijas de ustedes profetizarán; los ancianos tendrán sueños, y los jóvenes recibirán visiones". Joel 2.28

No es consuelo de tontos; es una esperanza firme. Hay un amanecer glorioso que nos espera, un cielo nuevo y una tierra nueva, justicia y paz eternas. Eso dice la Palabra de Dios, y su Palabra es fiel y verdadera. "En aquellos días, también sobre los siervos y las siervas derramaré mi espíritu". Joel 2.28

viernes, 6 de diciembre de 2019

Volver

«¡Vuélvanse a mí, hijos rebeldes! ¡Yo sanaré sus rebeliones!» «Aquí estamos, y a ti venimos, porque tú eres el Señor, nuestro Dios.» Jeremías 3.22

Todos, o casi todos, conocemos la consecuencia de tomar equivocadamente un camino que se bifurca. Al principio no parece haber diferencia, el paisaje se ve igual, los puntos de referencia son casi los mismos, pero a medida que se avanza el destino original se aleja más y más, y terminamos perdidos.


La senda del pecado es así, poco a poco o, algunas veces, de manera drástica nos va alejando del propósito y destino de nuestra vida. Lo peor es que cuanto más nos adentramos en el pecado, más duro y terco se vuelve el corazón. Pero Dios, siempre amoroso y compasivo, nos advierte del camino equivocado y nos llama a volver.

El diablo, el mundo y nuestro corazón nos ofrecen variados caminos, pero todos ellos conducen a un destino indeseable. Dios nos ofrece un único camino, vivo y verdadero: Jesucristo. Por la fe en Jesús tenemos paz y bendición. "Por lo tanto, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, para que sus pecados les sean perdonados". Hechos 3.19