viernes, 29 de diciembre de 2017

¿Por qué Dios no respondió a mi oración?

"Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a mí en oración y yo los escucharé." Jeremías 29.12

Al finalizar el año casi todos solemos hacer, con mayor o menor exactitud, un recuento de lo pasado. Los propósitos realizados y los planes que se frustraron; los logros y los fracasos; las alegrías y las tristezas; los encuentros y desencuentros. Y, entre los elementos de esa recapitulación, muchos también incluimos las oraciones respondidas y aquellas que Dios no contestó. Siendo sinceros, la mayoría de nosotros atribuimos las victorias a nuestro propio esfuerzo, habilidad, o suerte, y las derrotas a Dios que no respondió a nuestros pedidos.

Pero, ¿es verdad qué Dios no respondió nuestra plegaria? Es imposible, porque ¡Dios siempre responde! Lo que a menudo sucede es que no reconocemos la respuesta a la oración porque la misma no es como nosotros la hemos definido. De manera inconsciente, o abiertamente, definimos de antemano la forma concreta en que Dios debe respondernos, y si no es así, entonces acusamos a Dios de habernos fallado. Lo cierto es que probablemente hemos obtenido una mejor respuesta de la que esperábamos, pero la insistencia de nuestro ego nos impide verla.

"No consiguen lo que quieren porque no se lo piden a Dios; 3 y si se lo piden, no lo reciben porque lo piden mal, pues lo quieren para gastarlo en sus placeres." Santiago 4.2-3

Imaginemos que somos niños pequeños y oramos para que Dios nos dé un automóvil (porque pensamos que tenerlo nos hará adultos) no lo tendremos, ya que la divina Sabiduría sabe que no somos aptos para poseerlo. Dios nos dará un automóvil de juguete, el cual es apropiado para un niñito. Frecuentemente nos dejamos cegar por el ego y por las seducciones mundanas, y oramos por cosas que no corresponden a la voluntad divina o serían perjudiciales para nosotros; pero si oramos conforme a la voluntad de Dios que siempre es el bien, Él nos enviará la cosa que realmente necesitamos.

No seamos como aquellos que seguían a Jesús por los panes y los peces. Ni como los israelitas rebeldes que murmuraron contra Dios porque, según ellos, la comida de Egipto era más beneficiosa que la libertad. Busquemos a Dios por quién es Él mismo, por la alegría de estar con Él en la paz infinita de su amorosa Presencia, y la respuesta correcta a las oraciones vendrá por sí misma.

"Tenemos confianza en Dios, porque sabemos que si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye. Y así como sabemos que Dios oye nuestras oraciones, también sabemos que ya tenemos lo que le hemos pedido." 1 Juan 5.14-15

viernes, 22 de diciembre de 2017

La eterna Encarnación


Si la Navidad se reduce a un simple memorial o, peor aún, a una intrascendente formalidad social, en realidad carece de significado. El sentido de la Navidad es otro; es la celebración del nacimiento del Hijo de Dios en cada uno de nosotros. El nacimiento del Hijo de Dios, no se limita a un evento en la historia, sino que se realiza cada vez que el Verbo se hace carne en nosotros. Este nacimiento es darse cuenta de nuestra unidad esencial con Dios, y esa percepción espiritual encierra el verdadero significado de la Navidad.

"Jesús le dijo: —Te aseguro que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios." Juan 3.3

El Maestro Eckhart dijo: «Dios nace íntegramente en mí para que no lo pierda nunca; pues, todo cuanto me es congénito, no lo pierdo. Dios tiene todo su placer en el nacimiento, y por eso engendra a su Hijo en nuestro fuero íntimo para que tengamos en ello todo nuestro deleite y engendremos junto con Él al mismo Hijo natural; porque Dios cifra todo su placer en el nacimiento y por eso nace dentro de nosotros para tener todo su deleite en nuestra alma y para que nosotros tengamos todo nuestro deleite en Él.» Que nosotros hayamos sido creados para ser la expresión de Dios, es la mejor noticia jamás proclamada y por eso se llama Evangelio. Al percibir a Cristo en nosotros, no podemos dejar de percibirlo en todos los demás. Por esa razón, la Navidad es también el tiempo de encontrarse y compartir.

"Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado." Juan 1.12-13


martes, 19 de diciembre de 2017

El movimiento se demuestra andando

No importa qué tan espirituales o piadosos nos creamos, o finjamos ser ante otros, la única parte auténtica de nuestra religión es aquella que se manifiesta en nuestras vidas diarias. Dogmas, ideales y declaraciones abstractas no son más que engaños si no se verifican en la práctica. A decir verdad, tal corrección doctrinal e ideales elevados representan un serio peligro, porque narcotizan el espíritu y atrofian la conciencia.


"Por lo tanto, cumplan los términos de esta alianza y pónganlos en práctica, para que les vaya bien en todo lo que hagan." Deuteronomio 29.9

Nuestra religión y piedad sólo son verdaderas si las ponemos en práctica. Y el mejor lugar, y el tiempo más propicio, para poner en práctica nuestra espiritualidad es aquí y es ahora. Poner caras angelicales, participar de rituales o recitar credos no nos hace más piadosos. Las doctrinas, los ritos y la piedad deben ser fermento de transformación. En esto consiste la práctica de la presencia de Dios.

Si la devoción no se manifiesta
en justicia y compasión,
toda aparente piedad no es 
más que religiosa masturbación.

"Esto es muy cierto: Si hemos muerto con él, también viviremos con él; si sufrimos con valor, tendremos parte en su reino; si le negamos, también él nos negará; si no somos fieles, él sigue siendo fiel, porque no puede negarse a sí mismo." 2 Timoteo 2.11-13

viernes, 15 de diciembre de 2017

El pecado imperdonable

"Por eso les digo que Dios perdonará a los hombres todos los pecados y todo lo malo que digan, pero no les perdonará que con sus palabras ofendan al Espíritu Santo." Mateo 12.31

¿Existe acaso algún pecado que Dios no pueda o no quiera perdonar? Jesús nos dice que todos los pecados se nos perdonarán, menos uno: blasfemar contra el Espíritu Santo. Esa declaración del Maestro ha turbado a millones de creyentes durante generaciones, dando lugar a las más dispares especulaciones y, podemos decirlo, bizarras prácticas de purificación. La existencia de un "pecado imperdonable" es contraria a la naturaleza y carácter de Dios, todo Amor, Vida y Misericordia. Entonces, ¿qué estaba diciendo  Jesús?

"Los necios piensan que no hay Dios: todos se han pervertido, han hecho cosas malvadas; ¡no hay nadie que haga lo bueno!" Salmos 53.1

Debemos ser claros y enfáticos en esta afirmación: No existe pecado que Dios no pueda o desee perdonar, de hecho ya lo hizo en Cristo que "quita el pecado del mundo", no obstante hay un único pecado que requiere nuestro asentimiento consciente para ser perdonado. Este pecado consiste en oponernos y resistir la luz vivificante y la acción del Espíritu divino. Si ya hemos resuelto que no hay Dios, si pensamos que nosotros mismos somos el parámetro de la verdad y que nuestra forma de ver y hacer las cosas es la correcta, entonces impedimos al Espíritu Santo (a causa de nuestros pensamientos, palabras y acciones) abrir nuestros ojos y guiarnos a Cristo, "el cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Eso significa que la resistencia al Espíritu Santo es imperdonable, mientras permanezcamos cegados en nuestro ego, negándonos a consentir la acción de Dios. Si nuestra actitud cambia, la iluminación vendrá, es más ya está presente, y el pecado estará perdonado.

"Cuando él venga, mostrará claramente a la gente del mundo quién es pecador, quién es inocente, y quién recibe el juicio de Dios. Quién es pecador: el que no cree en mí; quién es inocente: yo, que voy al Padre, y ustedes ya no me verán; quién recibe el juicio de Dios: el que gobierna este mundo, que ya ha sido condenado." Juan 16.8-11

martes, 12 de diciembre de 2017

Con paciencia esperé en el Señor

"Puse mi esperanza en el Señor, y él se inclinó para escuchar mis gritos." Salmos 40.1

Si nos hemos volcado a la oración contemplativa es porque, además del impulso de la gracia, confiamos en que permanecer en la presencia divina nos transformará. No hay dudas que esto es así, y lo tomamos en serio. Pero muchas veces la transformación que esperamos es, en el fondo, egoísta: queremos paz, armonía y sosiego. Cuando después de un tiempo nos damos cuenta que Dios sigue sus propios caminos, viene la decepción y las ganas de abandonar.


Ciertamente, centrarnos en la presencia de Dios y permanecer en su amor tendrá efectos benéficos para nosotros, no obstante la transformación que el Señor realiza es mucho más profunda. Decepcionarnos y abandonar, por el hecho de que no se cumplan nuestros deseos caprichosos, es necedad.

Si bien Dios actúa soberanamente y puede transformarnos en un abrir y cerrar de ojos, normalmente lleva tiempo sanar los efectos de vivir centrados en el ego. Por ejemplo, ahora que el verano se acerca, nadie esperaría estar listo para la playa siguiendo una dieta mágica que prometa adelgazamiento de la noche a la mañana. Debemos poner nuestra confianza y esperanza en Dios, y esperar pacientemente en Él, sin dar importancia a los aparentes resultados o falta de ellos.

"Me buscarán y me encontrarán, porque me buscarán de todo corazón." Jeremías 29.13

La legítima motivación para emprender el camino de la oración de íntima comunión con el Señor es que Él nos llama a esta intimidad de su presencia, porque esa es la vocación fundamental de nuestra vida: vivir para la gloria de Dios y gozar eternamente, ya ahora, de su amorosa presencia. La transformación vendrá invariablemente; nadie permanece igual ante la presencia de Dios. Pero esos cambios son sólo efectos de lo que es esencial, encontrarnos con Dios en el íntimo santuario del corazón.

viernes, 8 de diciembre de 2017

¿Quién puede subir al monte del Señor?

"¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede permanecer en su santo templo? El que tiene las manos y la mente limpias de todo pecado; el que no adora ídolos ni hace juramentos falsos." Salmos 24.34

Es probable que, al hacernos conscientes de nuestras limitaciones, la purificación del corazón nos parezca una meta inalcanzable, pero debemos recordar que no nos toca a nosotros realizarla, sino que es obra de Dios. Por medio de la palabra, Dios transforma nuestra mente y corazón, nos moldea con su Espíritu. El encuentro con el Señor jamás nos deja iguales.

"¡Ábranse, puertas eternas!¡Quédense abiertas de par en par, y entrará el Rey de la gloria!" Salmos 24.9


Las puertas eternas simbolizan nuestra mente y corazón, es necesario que las abramos ampliamente dando paso al Rey de la gloria, el mismo Dios, para que Él entre y nos transforme con la luz de su presencia. Él creador, sustentados y soberano de todo, desea habitar en nuestro íntimo, más cerca de nosotros que nuestro propio aliento. Preguntemos quién es el Rey de la gloria, y Él mismo responderá.

"¿Quién es este Rey de la gloria? ¡Es el Señor todopoderoso!¡Él es el Rey de la gloria!" Salmos 24.10

martes, 5 de diciembre de 2017

No, no, no y no

"¡Cuida, oh Dios, de mí, pues en ti busco protección!" Salmos 16.1

Una antigua regla de la medicina dice que antes de poder curar hay que evitar hacer más daño. Muchas veces, tal vez, nos hemos preguntado por qué la mayoría de los preceptos y mandamientos de Dios se formulan de forma negativa. Es que, si bien estamos de llenos de confianza y pensamos que podemos hacer todo bien, lo cierto es que no podemos llenar el padrón divino.

Si bien es cierto que por nuestras propias fuerzas no podemos cumplir la Ley de Dios, y que esa falencia radical nos revela la naturaleza y los efectos del pecado, también es cierto que Dios no nos ha dejado a la deriva. Las promesas divinas, firmes pruebas del amor del Padre, nos colocan en una relación diferente con la Ley, una relación sanadora, liberadora y transformadora. Partiendo de cuatro principios basados en las promesas del Evangelio, meditaremos sobre esa relación transformadora.


Uno de los mayores problemas de nuestra vida es la falta de tiempo. Siempre estamos apresurados y, aunque sea un reflejo inconsciente, esa prisa no es otra cosa que temor a la muerte. En el Evangelio Dios nos promete la vida eterna. De hecho, en Cristo, estamos ahora mismo en la eternidad. Por lo tanto, ¿por qué agitarse? No andemos apresurados.

Desconocedores, como somos, del tiempo, el pasado nos llena de culpa, el presente se nos escapa y el futuro nos causa preocupación.  El Evangelio nos asegura que somos posesión de Dios y Dios es amor. No sólo eso, sino que Él mismo lleva nuestras cargas y nuestras ansiedades. Por lo tanto, ¿por qué inquietarse? No nos preocupemos.

Uno de los peores frutos del pecado es creernos mejores que los demás y con derecho a condenarlos. Aunque la Ley nos muestre que somos pecadores, siempre pensamos que los otros son más pecadores. Dado que no podemos ver el corazón de otra persona, desconocemos su realidad, y las dificultades que haya tenido que enfrentar, por eso no podemos saber qué habríamos hecho en su lugar. En el Evangelio Dios nos otorga su perdón infinito, sin condiciones, solo por gracia. Por lo tanto, ¿por qué habríamos de juzgar a nuestros semejantes? No juzguemos ni condenemos.

El corazón endurecido por el pecado es rencoroso y vengativo. Queremos que todo el peso de la Ley caiga sobre quien nos ofendió o dañó, pero olvidamos que "el que a hirro mata, a hierro muere". El Evangelio nos asegura que la justicia de Dios jamás falla. Dejemos libre nuestra conciencia y nuestro corazón, así como a quien nos ofendió, poniéndolos en las manos de Dios. El rencor es veneno, pero el perdón es medicina para el alma. Por lo tanto, ¿por qué envenenarnos? No guardemos rencor ni resentimientos.

"Pero si el Espíritu los guía, entonces ya no estarán sometidos a la ley." Gálatas 5.18

viernes, 1 de diciembre de 2017

Pasivos ante Dios

"Éste es el mensaje del Señor para Zorobabel: No depende del ejército, ni de la fuerza, sino de mi Espíritu, dice el Señor todopoderoso." Zacarías 4.6

Condicionados, como estamos, por el activismo y el deseo de logros, solemos considerar la pasividad como un defecto. Pensamos que nosotros debemos hacer, realizar y conseguir. A lo sumo pedimos a Dios la fuerza para alcanzar nuestras metas, pero en última instancia el realizarlas está en nosotros. Sin embargo, Dios nos llama a reposar en Él, a confiar nuestros anhelos, nuestras tareas, nuestra vida entera, en sus manos amorosas. La agitación nos impide percibir el refrescante soplo del Espíritu; solamente la quietud nos permite percibir la armonía, la belleza y la justeza de la acción de Dios en todo el universo.

"Dios, según su bondadosa determinación, es quien hace nacer en ustedes los buenos deseos y quien los ayuda a llevarlos a cabo." Filipenses 2.13


El magnetismo puede servirnos como un ejemplo ilustrativo. Si acercamos dos polos positivos, éstos se repelen. La atracción pasa siempre desde el polo positivo al polo negativo y nunca de otra forma. Dios es el eterno positivo, y si nos esforzamos por ser positivos, en el sentido de la ilustración, lo que hacemos es volvernos reactivos a la acción divina. Contrariamente, cuando permanecemos pasivos, o "negativos" (en el sentido que tiene en la corriente magnética), nos hacemos receptivos a la inspiración de Dios, al bien de las oraciones de otras personas y todo el bien que el Padre derrama generosamente en el Universo.

viernes, 24 de noviembre de 2017

¿En qué creemos realmente?

"Cuida tu mente más que nada en el mundo, porque ella es fuente de vida." Proverbios 4.23

Independientemente de los discursos piadosos que usemos, lo usual es que consideremos la fe como un simple asentimiento a algunos axiomas religiosos. Pero lo que importa no es lo que decimos o pensamos que creemos, sino aquello que creemos realmente. Las Escrituras afirman de forma abundante que manifestamos aquello que somos en nuestra mente y corazón, lo cual se refiere a la convicción firme, no a un pensamiento formal.


Si realmente queremos conocer lo que creemos basta con observar cómo actuamos. Invariablemente actuaremos de acuerdo a lo que creemos, si bien con frecuencia hablamos de manera diferente. Si nos damos cuenta que en nuestra vida no se manifiestan al menos en germen los frutos del Espíritu, es señal de que deberíamos revisar nuestras creencias. Si nuestras creencias son sólo superficiales o erróneas no serán congruentes con la voluntad divina, que es la plenitud de Vida.

"Y así como sabemos que Dios oye nuestras oraciones, también sabemos que ya tenemos lo que le hemos pedido." 1 Juan 5.15

Afirmemos nuestra fe en la invariable y firme palabra de Dios, cualquier otra fuente será falsa e incapaz de producir en nosotros los frutos de una vida en Cristo. Llenemos nuestra mente y nuestro corazón con las promesas de Dios, fieles y verdaderas, y veremos cómo esa fe nos irá transformando más y más. Actuemos de forma congruente con lo que creemos y los resultados serán sorprendentes. No es nuestra fuerza o nuestra habilidad, sino el poder de Dios obrando eficazmente.

martes, 21 de noviembre de 2017

Concentración y relajación

"Yo mismo te acompañaré y te haré descansar —dijo el Señor." Éxodo 33.14


La práctica de la Presencia de Dios requiere centrarnos en Él, lo cual puede ser una ardua tarea a veces. Concentrarnos en Dios y permanecer en su amorosa presencia es fuente de gozo y paz, pero el silencio exige, muchas veces, una fuerte determinación.

"El Dios eterno es tu refugio, su eterno poder es tu apoyo..." Deuteronomio 33.27

En la meditación, la relajación es tanto o más  importante que la concentración, ya que basta nuestro consentimiento a la acción de la gracia. La concentración y la relajación son los polos necesarios de una meditación balanceada. Muchos caemos en un innecesario desgaste por querer permanecer en la Presencia a fuerza de nuestra concentración, cuando lo cierto es que en ningún momento o circunstancia estamos alejados de Dios.

"Dios no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en Dios vivimos, nos movemos y existimos." Hechos 17.27-28

viernes, 10 de noviembre de 2017

Guarda silencio ante el Señor

Cesa de tu propia actividad, fijando persistentemente tu ojo sobre un solo punto, y confiándote con fuerte propósito a la gracia prometida de Dios que se da en Cristo, el cual tiene como fin sacarle de las tinieblas para hacerte entrar en su maravillosa luz. Para esto, recoge todos tus pensamientos, y dirígete con fe hacia el centro, agarrándote a la palabra de Dios, que es infalible, y que te ha llamado. Sé pues obediente a esta llamada, y mantente silencioso ante el Señor, sentado en soledad con él en tu celda mas interna y oculta, estando tu mente centralmente unida en sí misma, y aguardando su voluntad con la paciencia de la esperanza. De ese modo tu luz romperá con la mañana, y después de que haya pasado su rojez, el Sol mismo, al que aguardas, se elevará en ti, y bajo sus curativas alas te regocijarás grandemente, ascendiendo y descendiendo en sus brillantes y salutíferos destellos. Advierte que este es el verdadero fundamento suprasensible de la vida.

Jakob Boehme, "Diálogos Místicos"

martes, 7 de noviembre de 2017

¿Hacia dónde estamos yendo?

"Al hombre le toca hacer planes, y al Señor dirigir sus pasos." Proverbios 16.9

Se nos ha enseñado que la vida consiste en hacer planes y lograr metas. El éxito es medido por la cantidad de logros obtenidos, mayormente materiales. ¿Y cuándo los planes fallan? ¿Significa que hemos fracasado nosotros? Depende de dónde hayamos fijado nuestra meta. Parafraseando al profeta Isaías: «los pensamientos del Señor son muy diferentes a los nuestros, y los planes del Señor son incomprensibles para nuestra mente, a no ser que escuchemos su palabra» (Isaías 55.7-8)

La atención es lo que determina el rumbo en la vida. Poner la mirada en nuestros propios planes, nuestras propias metas, nuestros propios valores, nos dirigirá al fracaso, aunque aparentemente no hayamos tenido ninguno. En lo que realmente pongamos nuestra atención, allí llegaremos. Aquello en que nos concentremos, vendrá a nuestra vida. Por eso es que la Biblia nos exhorta: «Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona» (Hebreos 12.2). Nuestra fe no es nuestra decisión, es don de Dios por medio de Jesús. Nuestro camino no lo determinamos nosotros, es Jesús mismo. Nuestra perfección no depende de nosotros, sino de Jesús.

"Señor, yo sé que el hombre no es dueño de su vida, que no tiene dominio sobre su destino." Jeremías 10.23

viernes, 3 de noviembre de 2017

La divina Providencia

"Tú tienes cuidado de la tierra; le envías lluvia y la haces producir; tú, con arroyos caudalosos, haces crecer los trigales. ¡Así preparas el campo! Tú empapas los surcos de la tierra y nivelas sus terrones; ablandas la tierra con lluvias abundantes y bendices sus productos. Tú colmas el año de bendiciones, tus nubes derraman abundancia; los pastos del desierto están verdes y los montes se visten de gala; los llanos se cubren de rebaños, los valles se revisten de trigales; ¡todos cantan y gritan de alegría!" Salmos 65.9-13

Quienes nos hemos maravillado por la majestuosidad de las grandes cataratas también lo hemos hecho por el virtualmente infinito flujo de agua que cae sin cesar. Miles de millones de litros de agua fluyen incesantemente, pero, si quisiéramos recoger de ella, la cantidad dependería del recipiente que llevemos. Si tenemos un tanque de cinco mil litros podremos recoger cinco mil litros; pero si sólo llevamos un balde de cinco litros no podremos recoger más que cinco litros; y si no tenemos otra cosa que el cuenco de nuestras manos, no podemos pretender recoger más agua que la que allí quepa.


"[Dios] hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos." Mateo 5.45

Dios es puro amor y generosidad. Él no hace diferencias, provee en abundancia para toda su creación. Todo cuanto el Padre ha creado, lo hace fluir como fluyen las aguas de las cataratas. La abundancia divina es infinita, pero es la medida de nuestra fe la que nos permite recoger más o menos de aquello que Dios pone a disposición de todas sus criaturas. No hay límites en la Providencia divina, el único límite lo ponemos nosotros.

"Abres tu mano, y con tu buena voluntad satisfaces a todos los seres vivos." Salmos 145.16

martes, 31 de octubre de 2017

Una herencia de libertad


Hoy conmemoramos el quinto centenario de la Reforma iniciada por Martín Lutero. Por todo el mundo, las iglesias evangélicas, con mayor o menor énfasis se alistan para recordar su origen, sus valores y su tradición. La historia es importante, es vital para saber quiénes somos y de dónde venimos, pero puede convertirse en un lastre si no se conecta con el presente y no nos impulsa hacia el futuro.

Al clavar sus 95 tesis sobre las indulgencias, aquel 31 de Octubre de 1517, es posible que el joven monje Martín Lutero no imaginase lo que estaba a punto de iniciar. La pequeña llama de una disputa académica fue la que encendió una antorcha que iluminó, y en algunos casos incendió, a la cristiandad. No sería honesto decir que todo fue positivo, pero sería menos honesto ocultar el legado que la Reforma iniciada por un humilde monje agustino ha dado no sólo a la Iglesia cristiana, sino también a toda la cultura de occidente.

Como todas las personas de la Europa medieval, Lutero creció a la sombra de una Iglesia opresiva y corrupta que, para dominar y explotar al pueblo, infundía terror echando mano de una deformada imagen de Dios. La gente de todas las clases sociales vivía sometida a un tipo de religiosidad mecánica y pesada, basada en sacrificios, sufrimientos, buenas obras y donativos a la Iglesia. Lejos de anunciar la alegría del Evangelio, fustigaba a las conciencias con las permanentes amenazas del infierno, de la ira y del castigo.

Apesadumbrado por la insuficiencia de sus méritos y desesperado por la salvación de alma, el joven Lutero encontró consuelo no en las indulgencias y penitencias eclesiásticas, sino en la siempre viva palabra de Dios que le anunciaba la buena noticia: "Pues por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación por medio de la fe. No es esto algo que ustedes mismos hayan conseguido, sino que es un don de Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede gloriarse de nada" Efesios 2.8-9. Y aseguraba, sin lugar a dudas: "Pues el evangelio nos muestra de qué manera Dios nos hace justos: es por fe, de principio a fin. Así lo dicen las Escrituras: «El justo por la fe vivirá»" Romanos 1.17.


¡Dios es amor! ¡Dios nos hace libres! No depende de nuestros méritos, de nuestras virtudes o de nuestro esfuerzo. Dios nos salva por pura gracia, por los méritos de Cristo. Lutero, poco a poco, se fue dando cuenta de la profundidad de este redescubrimiento del Evangelio y comenzó a compartirlo, primero con sus alumnos y parroquianos, y al poco tiempo con todas las almas sedientas que estaban más que deseosas por el refrigerio y el consuelo que sólo la palabra de Dios pueden traer. La traducción de las Escrituras al alemán y la rápida difusión que aseguraba la imprenta, pronto sembraron las semillas de la libertad evangélica más allá de lo que el propio Lutero hubiese podido imaginar.

Hoy entendemos la libertad como la posibilidad de hacer lo que se nos viene en gana. En cambio, la libertad propuesta por el Evangelio es un llamado al servicio en amor. No como pago, ni siquiera como gratitud a Dios, sino como reflejo de la transformación que la gracia produce en nuestras vidas. La libertad en Cristo quita el peso de la opresión y nos capacita para ser testigos del amor. La libertad en Cristo nos impulsa a adorar y alabar al amoroso Padre que comparte con nosotros su propia vida. La libertad en Cristo nos anima a servir como el propio Cristo nos sirvió. Esa nuestra herencia, nuestro presente y nuestro horizonte futuro.

"Ustedes son una familia escogida, un sacerdocio al servicio del rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios. Y esto es así para que anuncien las obras maravillosas de Dios, el cual los llamó a salir de la oscuridad para entrar en su luz maravillosa." 1 Pedro 2.9


viernes, 27 de octubre de 2017

El amor es excéntrico

"Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? " Mateo 5.46

Es posible que, bajo una máscara de piadosa comunión con el
Espíritu, muchos de nosotros usemos la oración, la meditación y la contemplación como formas de fuga para no enfrentarnos con el desafío que supone lidiar con otras personas. Aunque la ilusión puede ser deliciosa, la oración, la meditación y la contemplación que no se manifiestan en amor concreto son solamente eso: Ilusión.

Debemos aceptar y acoger a nuestro prójimo en el corazón, incluso si esa persona no nos ama a nosotros; si la otra persona se nos oponen, o si activamente nos odia, ¡amémos! Démosle nuestro apoyo, nuestro consuelo, nuestro saludo (aunque debamos hacerlo silenciosamente a causa de su rechazo). El amor es excéntrico, eso significa que sale del centro. Quien ama no es el centro, el centro es el otro.

"Hasta donde dependa de ustedes, hagan cuanto puedan por vivir en paz con todos." Romanos 12.18

Demos amor desinteresadamente, de manera excéntrica, así como Dios nos ama, así como el Sol derrama su generosa luz, independientemente de nuestra bondad o maldad. Respetemos a todas las personas, a todos los seres vivientes, a toda la creación, y vivamos en armonía con todo.

Abandonemos las palabras necias, al gusto de la sociedad. No hagamos diferencias, como hace la mayoría, juntándonos únicamente con quienes comparten nuestros gustos y aprueban nuestra manera de pensar. Abstengámonos de condenar a quienes piensan y actúan de manera diferente a la nuestra. El amor es excéntrico, y somos llamados a manifestar el amor. En el amor, nuestra oración, meditación y contemplación, significará acoger al mundo entero en el corazón para iluminarlo con la luz de Dios.

martes, 24 de octubre de 2017

El secreto del éxito en la oración

Es posible que, por imaginar a Dios lejano y complicado, nos parezca que Él solamente oye oraciones pomposas y complicadas. Pero lo cierto es que cualquier tipo de artificialidad romperá la comunión espiritual y nos conducirá al fracaso. Por medio de Moisés, Dios instruyó a los israelitas a construir sus altares de forma sencilla y rústica; solamente con piedras, sin pulir ni escuadrar. El secreto de la oración eficaz es ser simple.

"Y si me hacen un altar de piedras, que no sea de piedras labradas, porque al labrar la piedra con herramientas se la hace indigna de un altar." Éxodo 20.25

Las oraciones ensayadas, con lenguaje pomposo y artificial, son fruto del intelecto, y el intelecto no puede ser un canal de comunión espiritual. La inteligencia racional es un instrumento maravilloso dentro de su propia área, pero no es posible orar intelectualmente. Tan pronto como encerramos la oración en una fórmula elaborada mentalmente, especialmente si nos lleva a sentir que estamos siendo inteligentes o literarios, disfrutándolo, podemos saber que no estamos orando, sino recitando un discurso.

"Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios. No sean como ellos, porque su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan." Mateo 6.7-8

Si de pronto un camión se dirigiese hacia nosotros, no tendríamos tiempo para elaborar especulaciones teológicas u oraciones abstractas; clamaríamos de forma muy directa y simple a Dios por auxilio. Este ejemplo encierra una enseñanza muy práctica: La razón por la cual experimentamos mejor el poder la oración en circunstancias dramáticas es, porque en tales situaciones, sencillos, directos y espontáneos.

viernes, 20 de octubre de 2017

Acuérdense de la mujer de Lot

"Jesús le dijo: — El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no sirve para el reino de Dios." Lucas 9.62


Una de las tentaciones más sutiles, y peligrosas, para la vida de fe es mirar atrás. El llamado de Cristo nos impulsa a ir siempre al frente. Sin importar qué tentaciones nos acechen o cuánto nos atraiga lo que hemos dejado atrás, avancemos con la mirada fija en Jesús. El Maestro nos advirtió que si alguien pone su mano en el arado y luego se vuelve atrás, no es digno del Reino del Cielo. Él, del mismo modo, nos exhorta: "Acuérdense de la mujer de Lot" (Lucas 17.32).

"Por la mañana hazme saber de tu amor, porque en ti he puesto mi confianza. Hazme saber cuál debe ser mi conducta, porque a ti dirijo mis anhelos." Salmos 143.8

Es natural que, después de un tiempo, consideremos que la oración y la meditación no producen ningún fruto visible. Sentimos que estamos perdiendo el tiempo. Tal vez nos parezca que el camino que emprendimos es inútil, desagradable o peligroso, pero en realidad es infinitamente mejor que lo que dejamos atrás. No avanzamos en este camino guiados por la vista y la experiencia, sino únicamente por la fe. No olvidemos jamás que Dios está siempre a nuestro lado, y Él nos enseñará el camino. ¡No miremos atrás!

martes, 17 de octubre de 2017

Deja tus preocupaciones al Señor

"Deja tus preocupaciones al Señor, y él te mantendrá firme; nunca dejará que caiga el hombre que lo obedece." Salmos 55.22


Todos, con más o menos frecuencia, tenemos momentos de preocupación y ansiedad. Pero, aunque aparentemente lo que nos preocupa es algo material, como la salud o el dinero, toda ansiedad es puramente mental. La preocupación, la frustración, el enojo, la impaciencia, no valen la pena ni aportan nada a la hora de resolver problemas. Ninguna cosa o situación valen la pérdida de la paz interior. Frente a la preocupación y la ansiedad, centrarnos únicamente en Dios es el remedio infalible.

La verdad de las afirmaciones anteriores descansa sobre la verdad de la omnipresencia de Dios. Eso quiere decir que, sin importar qué tan mal parezcan estar las cosas, Dios siempre está presente y nunca dejará que caigamos. Sin importar qué sea lo que nos quita el sosiego, la oración lo colocará en su debido lugar. Si nuestras circunstancias actuales aparentan ser irresolubles, podemos aquietarnos en la presencia de Dios y dejar que sea Él quien nos guíe, y nos permita aprender la amorosa lección que cualquier cosa, situación o persona trae consigo.

"Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa?" Mateo 6.25

Ninguno de nosotros está libre de problemas, grandes o pequeños. Y, si algo viniera a sucedernos ¿qué? Aunque perdiéramos el dinero, la salud o sufriéramos alguna catástrofe. ¿Qué con eso? Gran parte del sufrimiento, ansiedad y desesperanza en esas circunstancias no proviene del hecho en sí, sino de creernos tan especiales que esas cosas jamás podrían sucedernos. ¿Entonces qué? Dejemos nuestras preocupaciones al Señor, y Él nos mantendrá firmes...

viernes, 13 de octubre de 2017

Lo único que importa es la oración

"¡Pueblo mío, confía siempre en él! ¡Háblenle en oración con toda confianza! ¡Dios es nuestro refugio!" Salmos 62.8

El tiempo que pasamos en oración nunca es tiempo perdido. La oración es la respiración del espíritu, y no podemos esperar tener una vida plena sin la adecuada respiración. Tal vez nos excusemos diciendo: "No oro mucho, es verdad, pero pienso en Dios todo el día". Esto no es más que ilusión. Si nuestros pensamientos estuviesen centrados en Dios, le dedicaríamos mucho más tiempo a la oración. La oración, como la respiración, debe ser una constante y profunda. No lo olvidemos nunca: ¡lo único que importa es la oración!

"No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús." Filipenses 4.6-7

La vida, con todos sus desafíos, está llena de alegrías, pero también tiene sus tristezas y contrariedades. Si estamos alegres y plenos de vitalidad, demos gracias a Dios. Si nos encontramos agobiados por el cansancio, la tristeza o el temor,  Dios es nuestro consuelo. En todo tiempo y en todo lugar, oremos. Si oramos sin cesar, con fe y gratitud, la amorosa presencia de Dios será nuestra experiencia constante; la ansiedad, el temor y el dolor serán consumidos por el amor; la paz y la alegría se manifestarán en nuestra vida.

"Oren en todo momento." 1 Tesalonicenses 5.17

martes, 10 de octubre de 2017

Señor, danos un buen concepto de nosotros mismos

"Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria." Colosenses 1.27

Actualmente se le da mucha relevancia a la autoestima, equiparando ésta a un alto concepto de sí mismo que casi es sinónimo de omnipotencia aunque no tenga el más mínimo asidero real. Lo que en algunos pueda sonar a orgullo presuntuoso, en otros más bien queda como evidente ridiculez. El autodesprecio es tanto o más dañino que la autosuficiencia; es sano tener una confianza humilde y mesurada en nuestras propias capacidades, sin olvidar nunca que éstas son la expresión de Dios en nosotros, y no virtudes propias. Una antigua plegaria escocesa reza: "Señor, danos un buen concepto de nosotros mismos".

"[...] ninguno piense de sí mismo más de lo que debe pensar. Antes bien, cada uno piense de sí con moderación, según los dones que Dios le haya dado junto con la fe." Romanos 12.3

El desprecio de sí mismo no es virtud, es negación del maravilloso y divino don de la la vida. No se debe confundir jamás el autodesprecio (que es una forma de orgullo disfrazado) con la humildad ni con la abnegación. El orgullo, la presunción y la autosuficiencia también llevaran al fracaso y la decepción. Únicamente una clara conciencia de nuestras capacidades, de los dones que Dios nos ha dado por pura gracia, nos darán moderación, sabiduría, y estabilidad espiritual y mental. Por nosotros mismos nada podemos, pero en Cristo somos nuevas creaciones. Pensemos, hablemos, y vivamos en la plena libertad, confianza y fortaleza que nos da el ser hijas e hijos de Dios.

"Yo dije que ustedes son dioses; que todos son hijos del Altísimo." Salmos 82.6

viernes, 6 de octubre de 2017

En todo tiempo y lugar

¿Qué significado tiene para nosotros la omnipresencia de Dios? Significa que no hay tiempo ni lugar en que Dios no esté presente. En todo tiempo y lugar Dios está disponible, sin importar si es de día o de noche, sin depender de la estación del año, independiente de que estemos en la iglesia o el mercado, Dios está siempre presente, siempre dispuesto a consolarnos, a sanarnos, a guiarnos y a enseñarnos. ¿Creemos realmente en ello? ¿Confiamos en Dios siempre presente y amoroso? Es imposible practicar la presencia de Dios y derramarnos ante Él en oración sin recibir paz, consolación, sanación e inspiración.

"El Señor afirma: «Lejos o cerca, yo soy Dios. ¿Quién podrá esconderse de mi vista? Con mi presencia lleno el cielo y la tierra. Yo, el Señor, lo afirmo." Jeremías 23:23-24

Dios no requiere de nosotros tiempos ni lugares especiales; Él es el hacedor de todas las cosas y "no habita en templos hechos por manos humanas". Lo que el Señor espera de nosotros es que creamos y confiemos en Él de todo corazón, y que nos deleitemos en su presencia dejando que sea Él quien actúe. Cuanto mayor sea nuestra necesidad de  consuelo, sabiduría o paz, tanto más debemos entregarnos silenciosamente a Dios. El secreto del poder en la oración es: "estén quietos y reconozcan que soy Dios".

"Pues el Señor está atento a lo que ocurre en todo el mundo, para dar fuerza a los que confían sinceramente en él. ¡En esto has actuado como un tonto! Porque de ahora en adelante tendrás más guerras." 2 Crónicas 16.9

martes, 3 de octubre de 2017

¡Cuidado, perro bravo!

«Tengo tres perros peligrosos: la ingratitud, la soberbia y la envidia. Cuando muerden dejan una herida profunda.» - Martín Lutero

Involucrarnos negativamente en la relación con nuestro prójimo es como enfrentarse a un perro agresivo: es muy peligroso. Muchas veces queremos disfrazar la ingratitud, la soberbia o la envida con una máscara de indignación, moralismo o deseo de corregir al otro, pero eso es agarrar al perro bravo por las orejas ¡y seguro que morderá! Aunque no expresemos nuestras actitudes, sino que las mantengamos en en interior del propio corazón, aún así no quedarán sin consecuencias.


"Meterse en pleitos ajenos es agarrar a un perro por las orejas." Proverbios 26.17

Dios nos ha creado para vivir en comunión, para interesarnos y ser compasivos con los demás. El solipsismo no es espiritual, ni es humano. Siempre es bueno pensar correctamente acerca de las personas que nos rodean y de las situaciones que nos tocan vivir, pero siempre debemos cuidar de hacerlo desde la perspectiva adecuada, centrados en la presencia de Dios, lejos de la ingratitud, la soberbia o la envida, evitando así agarrar por las orejas a un perro peligroso.

martes, 26 de septiembre de 2017

La Suficiencia de las Escrituras

"El Señor protege a los que en él confían; todas sus promesas son dignas de confianza. No añadas nada a lo que él diga; de lo contrario, te puede reprender y te hará quedar como mentiroso." Proverbios 30.5-6

La doctrina de la suficiencia de las Escrituras es uno de los principios básicos de la fe cristiana, y el fundamento de sus doctrinas y prácticas. Afirmar que las Escrituras son suficientes, significa creer, confesar y enseñar que la Biblia contiene todo lo necesario para "enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud".


Si bien formalmente todos los evangélicos y protestantes afirman que las Escrituras son su única norma de fe y prácticas, lo cierto es que no todos son congruentes con tal afirmación. Esto no es algo nuevo, ya en los albores de la Reforma ni Roma ni los entusiastas consideraban la Biblia como revelación suficiente de Dios. El romanismo sostenía que a las Escrituras se les debía acrecentar la tradición eclesiástica y ambas ser explicadas por el magisterio eclesiástico. Ya los entusiastas afirmaban, como muchos hoy en día, que gozaban de una inspiración directa del Espíritu Santo y por ello no estaban más "atados a la letra"

El romanismo, que no es exclusivo del catolicismo romano, sostiene que las Escrituras no son suficientes en sí mismas y que requieren de un magisterio autorizado que les confiera autoridad. Ese magisterio, aunque recurre a las Escrituras también, echa mano de los decretos de los concilios, de las declaraciones de los Papas y de las palabras y costumbres de la liturgia. En contra de esta posición, los reformadores afirmaron la perfección o suficiencia de la Escritura. Toda postura que afirme que las Escrituras no son suficientes, y que se requiere una interpretación magisterial, no es más que romanismo.

Los entusiastas, por su parte, son aquellos que sin llegar a negar por completo las Escrituras, la hacen depender de la experiencia directa del Espíritu. Esa experiencia directa, aunque recurre a las Escrituras también, en realidad se fundamenta en sentimientos y una supuesta necesidad de revelación particular. En contra de esta posición, los reformadores afirmaron que el Espíritu jamás actúa independientemente de la palabra externa. Toda postura que afirme que las Escrituras no son suficientes, y que se requiere una confirmación o experiencia interior, no es más que entusiasmo.

"Porque la Escritura dice: «Todo hombre es como hierba, y su grandeza es como la flor de la hierba. La hierba se seca y la flor se cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre.» Y esta palabra es el evangelio que se les ha anunciado a ustedes." 1 Pedro 1.24-25

Las Escrituras son suficientes para la predicación, edificación y consolación, y para suplir las necesidades espirituales de los individuos y de la iglesia. Por ello debemos negar, denunciar y oponernos a cualquiera que desee poner a la par de las Escrituras otra revelación o palabra de Dios que no ha sido escrita y a la que se le conceda una autoridad igual o superior a las Escrituras que sabemos, con certeza, reveladas por Dios. Como dijera el Reformador Martín Lutero: «Ruego y exhorto con lealtad a todos los cristianos que no se apuren, que no se escandalicen por las palabras e historias tan simples que se contienen en la Biblia, ni desconfíen de ella por este motivo. Aunque a nuestro modo de ver se trata siempre de algo necio y simple, sin embargo ahí está palpitante la pura palabra, la obra, historia y relación de la majestad, poder y sabiduría del Dios altísimo. Porque es éste un libro que entontece a los sabios y cuerdos, y sólo se deja comprender por los sencillos y mentecatos, como dice Jesucristo en Mateo [11.25]. Por lo tanto, prescinde de tu petulancia y de tu engreimiento, y considera a este libro como el más sublime de todos, el más noble reconfortante, como el más rico, insondable e inagotable de los filones. Dentro de él podrás encontrar la divina sabiduría: esa sabiduría que en la Biblia muestra Dios tan llana y sencillamente, que rebaja y avergüenza a los sabios encumbrados.»

viernes, 22 de septiembre de 2017

La fórmula

"La experiencia me ha enseñado que los que siembran crimen y maldad cosechan lo que antes sembraron." Job 4.8

Es un principio fundamental de la vida espiritual: "cosechamos lo que sembramos". Cuando un químico industrial desea fabricar cierto tipo de material, sabe que cualquier cosa que ponga en una determinada mezcla aparecerá en el producto final y que, por el contrario, a menos que una sustancia específica sea incluida en la mezcla, no aparecerá en el producto finalizado.

"El Señor dice: «Mis ojos están puestos en ti. Yo te daré instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir." Salmos 32.8

Todo lo que llene nuestra mente y nuestro corazón, los pensamientos, sentimientos y creencias, llega a formar parte de la mezcla básica que determina nuestra experiencia de vida. Si los elementos que mezclamos en la fórmula no son equilibrados pueden llegar a ser peligrosos. La práctica de la presencia de Dios nos proporciona el espacio vacío, el crisol, en el cual el propio Espíritu pone los elementos correctos para darnos la plenitud de vida.