viernes, 25 de diciembre de 2020

¡Aleluya! Alabemos al Señor

"¡Alabado sea el Señor desde los cielos! ¡Alabado sea el Señor en las alturas! ¡Que alaben al Señor todos sus ángeles! ¡Que alaben al Señor todos sus ejércitos! ¡Que alaben al Señor el sol y la luna! Que alaben al Señor las estrellas refulgentes!" Salmos 148.1-3


En la historia que dejó registrada Mateo en su evangelio, los sabios de Oriente fueron guiados por la Estrella de Belén hasta que llegaron a al niño recién nacido. Esta luz iluminó su camino, permitiéndoles seguir la senda hacia una nueva realidad. La estrella simboliza nuestra capacidad para imaginar y visualizar un mundo transformado y seguir esa visión para manifestar el amor de Cristo.


"¡Alabado sea el nombre del Señor! ¡Sólo su nombre merece ser exaltado! ¡Su gloria domina los cielos y la tierra!" Salmos 148.13


Lucas, el evangelista, nos cuenta que los pastores cuidaban de sus rebaños cuando vieron aparecer a los ángeles. Hacían lo que hicieron sus padres y abuelos durante generaciones: proteger lo que es precioso y necesario para la vida. Los pastores nos recuerdan que no estamos solos.


Este año, todos hemos sido probados financiera, física, emocional o espiritualmente. Sin duda, fue difícil. Es probable que las dificultades continúen. Pero la promesa de Dios es firme y fiel: "La luz ya ha entrado en el mundo", ¡y así es! No estamos solos, Dios está con nosotros. "¡Que alaben al Señor todos sus fieles! ¡Que lo alabe Israel, su pueblo cercano! ¡El Señor ha dado poder a su pueblo! ¡Aleluya!" Salmos 148.14




viernes, 18 de diciembre de 2020

¡El Señor ha hecho grandes cosas!

"Cuando el Señor nos haga volver a Sión, nos parecerá estar soñando. Nuestra boca se llenará de risa; nuestra lengua rebosará de alabanzas. Entonces las naciones dirán: «¡El Señor ha hecho grandes cosas por éstos!» Sí, el Señor hará grandes cosas por nosotros, y eso nos llenará de alegría." Salmos 126.1-3

Vivimos con prisa y olvidamos fácilmente que nuestra vida continúa en la eternidad. Las preocupaciones y las ansiedades minan nuestra fuerza y ​​extinguen nuestra fe. ¡Recordemos que somos hijos e hijas de Dios, y Dios es Amor! Él nunca nos deja. Aunque tengamos que pasar por luchas, dificultades y muchas injusticias, tomémoslo con calma y dejemos que Dios tome el control. "Señor, ¡haz que volvamos de nuestra cautividad, y que corramos libres como los arroyos del desierto!"

Son innumerables y conocidos los casos de personas que, a pesar de las dificultades y limitaciones, no fueron vencidas, sino que lograron, por la gracia de Dios, su realización. Podemos considerar heroicas estas historias de superación, pero difícilmente pensaríamos que podemos hacer lo mismo. Nuestras debilidades son un obstáculo sólo si nos hundimos en ellas; pero si las entregamos a Dios, Él mismo las convertirá en el factor determinante de nuestro éxito. "¡Haz que los que siembran con lágrimas cosechen entre gritos de alegría!"

Aunque los cristianos a menudo somos acusados ​​de creer en un cuento de hadas con el simple propósito de no enfrentar la realidad, lo cierto es que incluso los detractores deben estar de acuerdo en que el pecado, el miedo y las limitaciones no son vida en absoluto, sino signos de muerte. No podemos vencer el mal con nuestras propias fuerzas. Podemos hacer esto solo a través de la abundancia de vida que únicamente Dios da por medio de Cristo. Alejarnos del mal, la duda y el pecado y estar tranquilos en la presencia de Dios nos garantiza la victoria. Este no es un escape cobarde, sino un refugio confiable. "¡Que los que entre sollozos esparzan la semilla, vuelvan alegres trayendo sus gavillas!"

viernes, 11 de diciembre de 2020

El Rey

"Este es el rey de los judíos". Mateo 27.37

Cuando pensamos en un rey, nos vienen a la mente las imágenes que hemos aprendido de los libros de historia, o de los cuentos de hadas. Tanto unos como otras nos dicen que un rey debe ser fastuoso, conquistador e imponente. Jesús, por el contrario, es manso y humilde, completamente opuesto a nuestras fantasías como lo fue para los judíos en el primer siglo.



El reino de Dios no se parece en nada a los gobiernos humanos. Ningún sistema, ninguna idea, ninguna filosofía puede ser identificada con el reino de Dios. Esa fue la decepción de los judíos, quienes esperaban un Mesías guerrero, opulento y vengador, ignorando las promesas hechas por Dios a los patriarcas y profetas. "Cuando te llegue el momento de ir a descansar con tus padres, yo elegiré a uno de tus propios hijos y afirmaré su reinado." 2 Samuel 7.12

En medio de la confusión e incertidumbre en que vivimos, es seguro que nos hemos preguntado cuándo Dios intervendrá. Pero lo hacemos con la idea equivocada de una intervención divina que atienda a nuestras ambiciones egoístas y mundanas. En Cristo, Dios nos ha mostrado, nos ha llamado y efectivamente nos ha incorporado a un reino radicalmente distinto de compasión, perdón y paz. "Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas." Mateo 6.33

viernes, 4 de diciembre de 2020

Señor, muéstranos tu amor

"¡Restáuranos, Dios nuestro! ¡Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvados!" Salmos 80.3


Rara vez somos conscientes de nuestra verdadera naturaleza. Todos los seres humanos tienen un autoconcepto muy elevado. Incluso aquellos que parecen despreciarse a sí mismos, de hecho, manifiestan la violencia de un ego herido. Las pruebas y las dificultades a menudo nos ponen en perspectiva. Dios no necesita probarnos ni tentarnos de ninguna manera; pero las pruebas nos permiten saber cómo somos realmente.


El amor de Dios por toda su creación, y especialmente por la humanidad, es eterno e incondicional. Por mucho que estemos confundidos por la maldad, la injusticia y el egoísmo que prevalecen en el mundo, podemos creer y confiar en la bondad del Señor. Aunque el mal aparentemente triunfa, su victoria no es definitiva. La salvación viene del Señor y se vuelve real en la humanidad de Jesucristo.




Desde la Encarnación, es imposible creer en Dios sin creer también en la humanidad; no se puede amar a Dios sin amar también a toda la humanidad creada a su imagen y semejanza. La salvación que Dios nos da es su presencia en medio de nosotros, Emmanuel, encuentro amoroso entre el cielo y la tierra. En Cristo, plenitud de Dios en la plenitud de la humanidad, Dios converge su obra con el camino de cada uno de nosotros.


viernes, 27 de noviembre de 2020

Quien persevere hasta el final se salvará

 "Jesús salía del templo cuando uno de sus discípulos le dijo: «Maestro, ¡mira qué piedras! ¡Qué edificios!» Jesús le dijo: «¿Ves estos grandes edificios? Pues no va a quedar piedra sobre piedra. Todo será derribado.»" Marcos 13.1-2


Como a los discípulos y a todos los judíos de su tiempo, también nos impresionan los lujosos templos, las multitudes y el espectáculo de la adoración. Nos atraen las demostraciones de poder; ya sea político, económico o religioso. Más que eso, nos atrae el poder en sí y queremos obtenerlo incluso por asociación. Pero, a los ojos de Dios, el lujo, la popularidad y la prodigalidad son inútiles. "Jesús respondió: - ¿Ves estos enormes edificios? Porque aquí no habrá piedra sobre piedra; ¡todo será destruido!", Marcos 13,2.

El seguimiento de Jesús es inseparable de la cruz. "Jesús dijo a los discípulos: - Si alguno quiere ser mi seguidor, olvídense de sus propios intereses, estén dispuestos a morir como yo voy a morir y síganme", Mateo 16:24. Muchas voces buscan engañarnos y apartarnos de la cruz de Cristo. La seducción del poder, el éxito o la religiosidad agrada a nuestra depravada naturaleza. Para nosotros, cargar la cruz es unirnos a la muerte de Jesús y poner a muerte a nuestro ego, a nuestro viejo hombre, con sus deseos y pasiones.



A través del bautismo, nos hemos unido a la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. No es nuestra fuerza ni nuestra virtud lo que nos permite seguir al Maestro, sino su victoria en la cruz. Ante las tentaciones, tribulaciones y decepciones, podemos y debemos volver a la realidad de nuestro Bautismo, cuando morimos con Cristo, fuimos sepultados con él y con él resucitamos para vivir una nueva vida. "Todos los odiarán por ser mis seguidores, pero el que se mantenga firme hasta el fin, se salvará", Marcos 13.13.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Hacia ti, Señor, levanto mis ojos

"Hacia ti, Señor, levanto mis ojos; hacia ti, que habitas en los cielos. Nuestros ojos están puestos en ti, Señor y Dios nuestro, como los ojos de los siervos y las siervas que miran atentos a sus amos y sus amas; ¡esperamos que nos muestres tu bondad!" Salmos 123.1-2




Es natural para nosotros, como lo fue para el apóstol Tomás, querer ver para creer. Necesitamos evidencia sensible para estar seguros. Pero, seamos sinceros, solo prestamos atención a la evidencia sensible que coincide con nuestros prejuicios, el resto lo descartamos. ¿Dónde buscamos la certeza, la confianza y la paz? "Como los ojos de los siervos están atentos a la mano de su señor, y como los ojos de los siervos están atentos a la mano de su dama, así también nuestros ojos están atentos al Señor, a nuestro Dios, esperando que él tenga misericordia de nosotros. "


Solemos considerar que lo opuesto a la fe es la duda, pero en realidad lo opuesto a la fe es querer caminar "por lo que vemos". No tenemos que preocuparnos por el futuro ni especular sobre nuestro destino. El amor de Dios en Cristo Jesús nos da seguridad, confianza y paz. La voluntad de Dios para nosotros es vida plena, compasión y salvación. Por eso no nos desesperamos, sino que nos regocijamos. "Alzo mis ojos a ti, que ocupas tu trono en el cielo".


La certeza, confianza y paz que Dios nos da en Cristo Jesús no son para un futuro lejano; deben vivirse y compartirse aquí y ahora. El Señor nos ha dado talentos espirituales y materiales para hacerlos fructificar, riquezas que perduran para la vida eterna. "Así que exhórtense y edifíquense unos a otros, como lo están haciendo".

viernes, 13 de noviembre de 2020

Para todos

«Yo no fui enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» Mateo 15.24


El espíritu egoísta, estrecho y exclusivista no era posesión exclusiva de los fariseos, ni es algo que permaneció en el pasado. Si bien confesamos desde fuera que la justicia no es nuestra, sino que la recibimos por pura gracia a través de la fe, en la práctica creemos que somos mejores que los demás y juzgamos a nuestro prójimo sin compasión alguna. Jesús, usando su pedagogía única, confrontó a sus discípulos con los pensamientos oscuros de sus corazones, que a menudo también son los nuestros.

Una pobre mujer extranjera, cuya hija estaba enferma, creía que Jesús podía curarla. Venciendo el miedo, la vergüenza y el estigma, se acercó y suplicó. Sorprendentemente, Jesús la rechazó y despreció. Pero, lejos de ser desanimada, la mujer demostró una fe inquebrantable en el Hijo de Dios. Con gran compasión y admiración por la fe de esta mujer, Jesús sanó inmediatamente a su hija.



No somos los dueños de la Buena Nueva de Jesús, ni los jueces del mundo. Somos simplemente testigos. Sin Jesús, también nosotros somos pobres, extranjeros y enfermos. Por tanto, no es nuestro trabajo decir quién es digno y quién no, sino anunciar a todos que en Jesús hay perdón gratuito, paz y salud.

viernes, 6 de noviembre de 2020

Dios es bueno, es bueno siempre

"¡Alabemos al Señor, porque él es bueno; porque su misericordia es constante!" Salmos 107.1


Decir que vivimos en tiempos de incertidumbre parece un tópico. La incertidumbre se ha convertido en parte de nuestra vida diaria. Podemos decir, sin dudarlo, que la incertidumbre es la única certeza. Este año, en particular, ha sacudido los cimientos de todo lo que dábamos por sentado. Para algunos es un placer, casi masoquista, aferrarse a las incertidumbres y el estrés que esto genera. Para otros, es una causa de pesimismo destructivo y falta de fe.


Un triunfalismo infantil, ingenuo, egoísta y arrogante ha dejado a muchos cristianos sin un fundamento firme. Uno de los mayores obstáculos para la fe es la experiencia del mal en el mundo. Sin embargo, en el Salmo 107 ya lo largo de la Escritura se afirma que el Señor "es bueno, su amor dura para siempre" No podemos negar la gran cantidad de hechos y experiencias tristes, violentas y enfermizas. Tanto para el creyente como para el escéptico, la pregunta que nunca deja de resonar es: si Dios es bueno, ¿por qué permite el mal?




El mal no tiene existencia propia. Así como la oscuridad es ausencia de luz, un defecto, no una realidad en sí misma. Solo enciende una luz para disipar la oscuridad. Simplemente manifestando el bien para disipar el mal. Dios siempre es bueno y siempre está ahí. Sería una tontería negar las manifestaciones del mal en la experiencia diaria, pero el mal no se origina en Dios, sino en el azar de la naturaleza y más en el mal de los seres humanos. Si pudiera haber la más mínima oscuridad en Dios, todo perecería en un caos absoluto.


Nuestra esperanza está en Dios, en su amor y en sus obras. Aunque el mundo parezca hundirse en el abismo, o que el mal aparentemente triunfe, podemos confiar en el Señor, clamar por su ayuda y agradecerle su bondad: "él los libró de sus aflicciones, los guió por un buen camino, hasta encontrar una ciudad habitable" (Salmos 107.6-7).

viernes, 30 de octubre de 2020

Satisfacción

“Tocamos la flauta, y ustedes no bailaron; entonamos cantos fúnebres, y ustedes no lloraron.” Mateo 11.17


Los seres humanos somos, por naturaleza, difíciles de complacer. Si tenemos algo blanco, queremos algo negro; si nos ofrecen algo frío, queremos que esté caliente. De la misma manera recibimos el mensaje del Evangelio: si es muy exigente para nosotros, queremos adaptarlo a nuestros deseos; si, en cambio, anuncia un amor ilimitado, entonces queremos restringirlo y convertirnos en jueces de los propósitos divinos.

Los líderes judíos y las personas que los siguieron no eran muy diferentes. Para ellos, Juan había sido muy estricto y exigente, denunciando sin temor el pecado y pidiendo un arrepentimiento sincero. Luego vino Jesús anunciando la gracia incondicional, el amor y la reconciliación de Dios, y fue considerado demasiado blando, amigo de pecadores y prostitutas. "Pero a la sabiduría la reivindican sus hijos".



El Evangelio no es un mensaje para quienes se consideran autosuficientes, satisfechos y sabios a sus propios ojos. Para estas personas, Juan y las duras exigencias de la ley divina son algo fácil. Para estas personas, Jesús y su amor inagotable son innecesarios. La buena nueva de gracia y perdón es para quienes se reconocen pecadores, pobres y depuestos; a estas personas llama a Cristo y les anuncia: "Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar".

"El Padre me ha entregado todas las cosas, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar." Mateo 11.27

viernes, 23 de octubre de 2020

¡Tributen al Señor la gloria y el poder!

"¡Canten al Señor un cántico nuevo! ¡Canten al Señor todos en la tierra! ¡Canten al Señor! ¡Bendigan su nombre! ¡Anuncien su salvación todos los días! ¡Proclamen su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre todos los pueblos!" Salmos 96.1-3


Cuando miramos las noticias u observamos la situación de nuestro mundo, es imposible no pensar que la humanidad, y en particular el cristianismo, no ha aprendido nada. ¡No aprendimos nada! Especialmente aquellos que insisten en dar se el adjetivo de "evangélicos" son los que más se oponen a las claras enseñanzas de Jesús. La opresión, la discriminación, el odio y la violencia son diametralmente contrarios al evangelio, así de simple.


Los discípulos y discípulas de Jesús no buscan dominar a los demás, no buscan imponer normas o leyes, y mucho menos subyugar a otros por la fuerza. Los hijos e hijas de Dios son "extranjeros y peregrinos" en camino a una tierra mejor, esperando un reino eterno. Damos "al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios", sin buscar alianzas con el César y mucho menos queriendo tomar su lugar.


El reino de Dios es amor, el poder de Dios es amor, la gloria de Dios es amor. Todo lo que no es amor es idolatría y blasfemia. El salmista nos invita a cantar un cántico nuevo, a ver el mundo con nuevos ojos, a ser testigos del reino, poder y gloria de Dios. Los dioses profanos son ídolos, y los ídolos siempre fomentan la opresión. En otras palabras, quien quiera oprimir es idólatra. El reino de Dios no viene por la fuerza o por imposición, sino "esperando desde el cielo a su Hijo, a quien resucitó de los muertos: Jesús, que nos libra de la ira venidera".



viernes, 16 de octubre de 2020

Bajo la cruz

"El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor." Mateo 10.24


Los apóstoles, como nosotros hoy, pensaban que la evidencia de la aprobación y bendición divinas era una vida pacífica, libre de problemas y llena de bienes materiales. Es natural considerar bueno lo que es bueno para nosotros y malo lo que es contrario a nuestros deseos e intereses. Cuando hablamos de las bendiciones de Dios, generalmente nos referimos a nuestros logros, nuestro progreso y nuestra salud. Sin embargo, Jesús desmanteló las ilusiones de los apóstoles, y también las nuestras, cuando recordó que "El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor." 


Ciertamente, una de las enseñanzas menos populares para el mundo evangélico es la vida de los cristianos bajo la cruz. La teología y la gloria del mensaje del evangelio es la Cruz, y la Cruz debe ser el centro de la forma y el contenido del mensaje cristiano. Dios es conocido y encontrado sólo en la Cruz, el ser humano debe ser negado en todas sus obras y humillado y derribado por la Cruz. En la vida de la cruz, estamos unidos a la Cruz de Cristo. La Cruz es lo que determina la pureza del contenido del mensaje del Evangelio, lo que nos lleva a la reverencia, lo que nos hace depender solo de Dios y lo que hace que la Palabra sea efectiva para nuestras vidas.




La cruz de los creyentes no se puede separar de la Cruz de Cristo, el propósito del mensaje de la Cruz es la crucifixión del viejo Adán. Dondequiera que se predique el Evangelio, necesariamente debe tener cruces y sufrimiento, para la eliminación del orgullo humano y el anuncio de la salvación. Nuestro orgullo nos lleva a confiar en nosotros mismos y esperar bendiciones y prosperidad como prueba del favor divino. En contraste, el verdadero discípulo de Cristo sabe que debe soportar la cruz, como lo hizo Cristo, y que la cruz le dará la seguridad de su salvación en Cristo.


"Y a todos les decía: Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame". Lucas 9.23

viernes, 9 de octubre de 2020

La Ley del Señor es perfecta

"Los cielos proclaman la gloria de Dios; el firmamento revela la obra de sus manos. Un día se lo cuenta al otro día; una noche se lo enseña a la otra noche. Sin palabras, sin sonidos, sin que se escuche una sola voz". Salmos 19.1-3


El pensamiento filosófico occidental nos ha heredado un dualismo radical. Cuando meditamos sobre cómo vemos el mundo, nos damos cuenta de cuán profundamente nos afecta el dualismo. Lo mismo que condiciona nuestro entendimiento individual, lo hace colectivamente. En nuestra cultura no hay unión posible entre santo y secular, cuerpo y alma, orden natural y orden sobrenatural.


Las Escrituras nos presentan una visión totalmente diferente: en Dios la naturaleza es sobrenatural y lo sobrenatural perfectamente natural y cotidiano. El poder y el amor infinito de Dios se manifiestan todos los días al amanecer, y la alabanza de su misericordia al anochecer. No hay separación; la santidad de la ley divina se vuelve práctica en la vida, en el sueño y en la vigilia, en amar y ser amado, en respirar y en alimentarnos.




"La ley del Señor es perfecta: reanima el alma. El testimonio del Señor es firme: da sabiduría al ingenuo" (Salmos 19.7). La vida santa consiste en vivir el amor y la verdad del Señor en todos los aspectos de la vida. El amor y la verdad tampoco están separados en Dios; su amor es la verdad y su verdad es el amor. Por eso, toda la ley se puede resumir en ser amados por Dios para amarlo sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros mismos. En Cristo, Dios manifiesta la plenitud de su amor y su verdad, y por medio de Cristo se nos da el amor y la verdad sin condiciones. Para que podamos amar como somos amados.


viernes, 25 de septiembre de 2020

¡Alégrense de corazón los que buscan al Señor!

"¡Busquen el poder del Señor! ¡Busquen siempre a Dios! ¡Recuerden sus grandes maravillas, sus hechos prodigiosos y sus sabias sentencias! Ustedes son los descendientes de Abrahán; ustedes son los hijos de Jacob, sus escogidos." Salmos 105.4-6


Vivimos en una época que sobreestima la felicidad, la alegría y el placer personales. Pero una mirada rápida a nuestro alrededor y a nuestra propia vida nos convence de la enorme carga de tristeza, frustración y necesidad que lleva la humanidad. No podría ser de otra manera si el egoísmo es el parámetro del logro.


"¡Alaben al Señor, invoquen su nombre! ¡Que los pueblos reconozcan sus obras!" (Salmos 105.1). La vida es un don divino; así como los patriarcas recibieron sus promesas, nosotros también vivimos con la esperanza de una vida plena dada por Dios. La libertad es un regalo; así como Israel fue liberado de la esclavitud para habitar una tierra de libertad, nosotros fuimos llamados a un nuevo reino de amor y hermandad. El logro es vivir de acuerdo con la voluntad del Señor.


¿Qué es la verdadera alegría? El gozo verdadero y eterno consiste en conocer, alabar y vivir las maravillosas obras de Dios que obra siempre con puro e infinito amor. El Todo-amoroso nos da lo que no merecemos; no por nuestras pocas e imperfectas obras, sino por su generosidad y misericordia. "¡Canten, sí, cántenle salmos! ¡Proclamen todas sus maravillas! ¡Regocíjense en su santo nombre! ¡Alégrense de corazón los que buscan al Señor!" (Salmos 105.2-3).




viernes, 18 de septiembre de 2020

El Señor se agrada de su pueblo

"¡Que Israel se alegre en su creador! ¡Que los hijos de Sión se regocijen por su Rey! ¡Que dancen en honor a su nombre! ¡Que le canten al son de arpas y panderos!" Salmos 149.2-3




¿Cuántas veces reflexionamos seriamente sobre nuestra vida y nuestra fe? Muy raramente, quizás nunca. Para muchos de nosotros, el cristianismo es probablemente una herencia cultural o una adición posterior. Aunque duela, podemos verlo a través de nuestra rutina, descuidada y monótona forma de vivir y expresar la fe. Albert Eintein dijo: "no podemos esperar resultados diferentes si siempre hacemos lo mismo". "¡Canten al Señor un cántico nuevo! ¡Alábenlo en la comunidad de los justos!" Salmo 149.1


Es cierto que a menudo nos desanimamos y dudamos cuando nos damos cuenta de lo lejos que estamos de la perfección. Pensamos, más o menos explícitamente, que solo porque somos creyentes deberíamos estar libres de fracasos. Una hermosa canción que solemos cantar en familia dice: “Cada día que comienza es una oportunidad para abrir nuevos caminos para tocar un poco más”... Esta canción describe muy bien la experiencia de vivir. El propósito de nuestra vida cristiana es básicamente este: aprender, ser guiados por Dios y disfrutar de su gracia infinita.


El mundo ciertamente puede parecer hostil, confuso y opresivo. Somos testigos diarios de acontecimientos que nos hacen dudar de la bondad e incluso de la existencia de Dios. Pero la fe, la esperanza y el amor nos hacen levantar la cabeza y mirar el presente y el futuro con confianza y alegría. ¡Cristo vive! Y en Cristo también vivimos. Con todas nuestras dudas, nuestras imperfecciones, nuestras debilidades, el Señor nos ama, nos perdona y nos guía. Podemos vivir con confianza en el amor y la sabiduría de Dios. "El Señor se complace en su pueblo, y bendice a los humildes con su salvación." Salmos 149.4


viernes, 4 de septiembre de 2020

Quien espera no desespera

[...] se volvieron al Dios vivo y verdadero, para servirlo y esperar de los cielos a Jesús, su Hijo, a quien Dios resucitó de los muertos, y que es quien nos libra de la ira venidera." 1 Tesalonicenses 1.9-10

A veces pareciera que la fe es solamente un accesorio de nuestra vida. Funciona bien los domingos de mañana, pero no tiene ninguna trascendencia en nuestra vida cotidiana. Esa fe sirve para pintar bellos paisajes en un cielo lejano, sin dar una pincelada siquiera a lo que nos rodea aquí y ahora. Esa fantasía de la mente no es fe en modo alguno, es tan sólo un fantasma.



La fe cristiana es una confianza real en los hechos poderosos de Dios y en sus promesas, según las Escrituras. No es una quimera creada por nuestra imaginación; es la certeza creada por el Espíritu Santo por medio de la palabra de Dios. Es por eso que la fe verdadera produce esperanza real, paz y alegría. Tanto la fe, como la esperanza y el amor no dependen de nuestra capacidad, sino de la pura gracia de Dios, por los méritos de Cristo.

Todo en el mundo es incierto. Todo pasa, nada permanece. Si ponemos nuestra confianza y nuestra esperanza en lo perecedero, ciertamente seremos defraudados. Pero si nuestra esperanza está en Cristo, podemos estar seguros que veremos el cumplimiento de las promesas del Señor. "Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado" (Romanos 5.5).

viernes, 28 de agosto de 2020

El Señor oye a los humildes

"Tú, Señor, estás en las alturas, pero te dignas atender a los humildes; en cambio, te mantienes alejado de los orgullosos." Salmos 138.6


Si nos dedicamos a la oración es porque, además del impulso de la gracia, confiamos en que permanecer en la presencia divina nos transformará. No hay duda de que es así y nos lo tomamos en serio. Pero a menudo la transformación que esperamos es, a fin de cuentas, egoísta: queremos paz, armonía y calma. Cuando, después de un tiempo, nos damos cuenta de que Dios sigue sus propios caminos, surge la desilusión y el deseo de abandonar.


Cuando nuestros problemas, tribulaciones y dudas parezcan multiplicarse, la mayoría de nosotros intentará resolverlos con el mejor esfuerzo y atención. Pero, paradójicamente, cuanto más lo intentamos, más parecen aumentar nuestros reveses. Las Escrituras contienen numerosas invitaciones y exhortaciones a no poner la esperanza en nuestras propias fuerzas, sino a refugiarnos en la presencia de Dios. Para la mentalidad pragmática, esto no es más que un escape, un escape de enfrentar la realidad. ¿Es eso así? "Señor, ¡que todos los reyes de la tierra te alaben al escuchar tu palabra!" (Salmos 138.4).


En la humildad está el secreto de la bendición divina. No somos nosotros, no está en nuestras manos, sino que Dios mismo viene en nuestra ayuda. La arrogancia es la raíz del pecado; y la causa de nuestros mayores problemas. Cuando nos rendimos y reconocemos que no podemos solos, que dependemos de Dios, de nuestros semejantes y del entorno en el que vivimos, nos abrimos a la realidad y eficacia de las promesas divinas. "Tú, Señor, cumplirás en mí tus planes; tu misericordia, Señor, permanece para siempre. Yo soy creación tuya. ¡No me desampares!" (Salmos 138.8).



viernes, 21 de agosto de 2020

Regocijo

"Regocíjense en el Señor siempre. Y otra vez les digo, ¡regocíjense!" Filipenses 4.4


Comprar, vender, acumular, tener... disfrutar. Si hiciéramos una encuesta, probablemente la mayoría de las personas describirían la alegría como el logro y satisfacción de todos sus deseos. Así es la alegría mundana; egoísta, fútil, pasajera. Aunque saciáramos todos nuestros deseos hoy, mañana los habría nuevos, y el regocijo momentáneo desaparecería.


Mientras un hombre en el tercer siglo se estaba preparando para la muerte, le escribió estas últimas palabras a un amigo: "Es un mundo malo, increíblemente malo. Pero he descubierto que en medio de él, hay un pueblo santo y quieto que han aprendido un gran secreto. Ellos han encontrado un gozo que es mil veces mejor que cualquier placer de nuestra vida pecaminosa. A pesar de que han sido despreciados y perseguidos, no les importa. Son maestros de sus propias almas. Han vencido al mundo. Esta gente se conoce por "Cristianos" -- y yo soy uno de ellos".



El apóstol Pablo escribió la carta a los Filipenses estando encarcelado, una circunstancia que en nada podría producir alegría. No obstante él expresó regocijo, y alentó a los cristianos a regocijarse "¡en el Señor!" Dijo, y aún nos dice, que la verdadera alegría es Cristo; sea en la prisión, en el dolor, o en la enfermedad; sea en la opulencia, en el placer, o en la gloria; ¡Cristo es el regocijo de los cristianos! ¡Cristo es la fuente y el término de la alegría!

viernes, 14 de agosto de 2020

Socorro divino

"En mi angustia, Señor, a ti clamé; a ti, mi Dios, pedí ayuda, y desde tu templo me escuchaste; ¡mis gemidos llegaron a tus oídos!" Salmos 18.6



Todos los seres humanos, independientemente de su raza, cultura, educación o religión, creemos que siempre tenemos la razón. Es nuestra naturaleza. Íntimamente, nunca consideramos la posibilidad de equivocarnos; y, si por obligación, reconocemos un error, lo relativizamos o culpamos a otra persona, principalmente a Dios. Nos quejamos, abiertamente o no, de que la vida no es justa, que Dios no ama o que su sabiduría no se manifiesta. Sin embargo, el Señor continúa preguntando: "¿Quién es éste que oscurece mi consejo con palabras sin conocimiento?"


Aunque en circunstancias normales podemos discutir con Dios mismo, todo cambia cuando nos damos cuenta de nuestra fragilidad y finitud. Cuando nuestro orgullo es humillado, cuando nuestra certeza se confunde, cuando nuestra fuerza es derrotada, cuando nuestro ego es aplastado, entonces clamamos por ayuda. Y Dios no nos abandona, no nos defrauda. "Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que estamos proclamando: Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de los muertos, serás salvo".


La vida está llena de retos; algunos son motivadores y positivos, pero muchos otros son experiencias negativas y aterradoras. A menudo creemos que la fe es una virtud en sí misma, una decisión personal creada, fortalecida y sostenida por nuestra propia voluntad. Como Pedro, escuchamos la palabra de Jesús "ven" y sigue adelante. Pero pronto, el miedo, la duda y la desconfianza ganan nuestro corazón y nuestra mente, y nos hundimos ... Y clamamos: "Señor, sálvame". Jesús, lleno de amor y compasión, que se entregó por nosotros, extendiendo su mano poderosa y tierna, dándonos su paz y salvación.


viernes, 7 de agosto de 2020

Consolación

"Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la llegada de Tito; y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo que él había recibido de parte de ustedes". 2 Corintios 7.6-7

En tiempos de incertidumbre, miedo y desazón, como los que estamos viviendo, casi todos tenemos la tendencia natural a pensar en nosotros mismos, nuestros seres queridos y allegados; entonces, la misericordia, la compasión y la solidaridad quedan relegadas e, incluso, olvidadas.

El egoísmo, la mezquindad, aunque no nos guste reconocerlo y nos esforcemos por ocultarlos, son características naturales del corazón humano. Basta una oportunidad propicia para que se manifiesten sin restricción, justificados como prudencia y conservación. El obsceno acaparamiento de mercaderías, como el risueño caso del papel higiénico, y las delirantes medidas de algunos gobiernos en estos pasados días bastan como muestra de la manifestación del pecado humano.


Lo que parece bueno al mundo es malo a los ojos de Dios. Pero el Señor no nos ha dejado en la desesperación; en Cristo nos concede perdón, reconciliación y consuelo. En medio de las aflicciones y de un futuro incierto, podemos confiar en el amor de Dios, disfrutar su consuelo, y consolar a otros por medio de la misericordia, la generosidad y la paz.

viernes, 31 de julio de 2020

Los que confían en el Señor

"Los que confían en el Señor son semejantes al monte Sión, que jamás se mueve, que siempre está en su lugar." Salmos 125.1

Llamamos a las Escrituras "la palabra de Dios", pero ¿realmente creemos eso? Para ser sinceros, la mayoría de nosotros relegamos la Biblia, sus historias, sus preceptos y sus promesas a un segundo plano en nuestra vida cotidiana. Afirmamos que el cristianismo se ha vuelto prácticamente irrelevante o, lo que es peor, que ha sido usurpado por fanáticos y falsificadores, pero no hacemos nada para remediarlo siguiendo el camino de Dios.

Entre las luchas diarias, las alegrías, las dificultades, los triunfos, las derrotas, las dudas... rara vez nos detenemos para ver la voluntad de Dios en todo. Si las cosas van bien, tomamos crédito por eso. Si las cosas salen mal, nos quejamos de Dios. Si, como dijimos antes, le diéramos a la palabra divina su verdadera importancia, sabríamos por fe que nada escapa a la voluntad divina y que la voluntad de Dios es siempre el bien de toda su creación. "Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo a su propósito" (Romanos 8.28).


En Cristo, Dios nos anuncia su palabra compasiva y restauradora; para el Padre somos tesoros invaluables, perlas preciosas. Los que confían en el Señor, confían en su palabra. En Cristo, Dios nos muestra su amor infinito e incondicional; Envió a su Hijo unigénito a buscar y salvar lo que se había perdido. Los que confían en el Señor, confían en su amor. En Cristo, estamos a salvo como hijas e hijos de Dios, herederos del reino de paz, amor y libertad. Los que confían en el Señor permanecen para siempre. "Son también semejantes a Jerusalén que está rodeada de montes: ¡la protección del Señor rodea a su pueblo desde ahora y para siempre!" (Salmos 125.2).

viernes, 24 de julio de 2020

Gloria

"Pero gracias a Dios ustedes ahora son de Cristo Jesús, a quien Dios ha constituido como nuestra sabiduría, nuestra justificación, nuestra santificación y nuestra redención, para que se cumpla lo que está escrito: «El que se gloría, que se gloríe en el Señor.»" 1 Corintios 1.30-31

La actual crisis sanitaria que vive el mundo nos ha dejado bien patente que todo aquello en que los humanos confiamos para nuestra seguridad sirve poco y nada a la hora de la verdad. Superpotencias y países subdesarrollados; poderosos y marginados; ricos y pobres; todos a merced de la pandemia. 

El pecado es una pandemia más universal que el coronavirus: extendido en el tiempo y espacio, tanto así que afecta, ha afectado y afectará a cada ser humano, y sus consecuencias son devastadoras. Contra la virulencia del pecado, sus efectos y consecuencias, son todavía más inútiles los recursos del orgullo humano. 

Nuestra ciencia, nuestra moral, nuestra religiosidad, ni cualquiera de las glorias humanas son efectivos contra el mayor mal de la humanidad. Es por eso que Dios, en su inmenso amor y compasión, nos dió el único remedio eficaz, su Hijo Jesucristo: "poder de Dios, y sabiduría de Dios" (1 Corintios 1.24) ¡Él es nuestra gloria! 


viernes, 17 de julio de 2020

Buena y abundante cosecha

"Tú, Dios de nuestra salvación, nos respondes con grandes actos de justicia. En ti esperan los confines de la tierra y los mares más remotos." Salmo 65.5

En toda la cristiandad, confesamos nuestra fe diciendo: "Creo en Dios, Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra". Pero la verdad es que, en los últimos siglos, esa expresión ha perdido fuerza y ​​significado para la mayoría de nosotros. En el mejor de los casos, lo consideramos una declaración poética, si no una declaración mítica, infantil y primitiva. Sin embargo, la palabra divina continúa afirmando que Dios es el creador, el mantenedor y el consumador de todo lo que existe.

La misma palabra poderosa que creó el Universo, Dios la continúa pronunciando para nuestro bien. En nuestro caos, trae orden. En nuestra oscuridad, crea luz. En nuestra sequedad, produce vida. "Así como la lluvia y la nieve caen de los cielos, y no vuelven allá, sino que riegan la tierra y la hacen germinar y producir, con lo que dan semilla para el que siembra y pan para el que come, así también mi palabra, cuando sale de mi boca, no vuelve a mí vacía, sino que hace todo lo que yo quiero, y tiene éxito en todo aquello para lo cual la envié." Isaías 55.10-11


Ciertamente es Dios quien me suministra "abundante y diariamente con todo lo necesario para el cuerpo y la vida; me protege de todos los peligros y me guarda de todo mal". Aún más, es Dios quien diaria y constantemente nos llama a través de su Palabra encarnada, el Hijo de Dios, Jesucristo, para que, creyendo en él, no perezcamos, sino que tengamos vida eterna. Es en Cristo, y a través de él, "sembrador y simiente", que Dios nos promete y efectivamente nos da perdón, paz y vida abundante. Es a través de Cristo, y solo a través de él, que somos reconciliados con el Padre y adoptados como hijas e hijos de Dios, herederos de todo bien divino. Dios Padre nos creó y nos conoce. Dios Hijo nos ama y nos ha salvado. Dios Espíritu Santo nos santifica y nos llena de vida, esperanza y alegría.

viernes, 10 de julio de 2020

¿A quién pertenezco?

"Porque en [Cristo] habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y en él, que es la cabeza de toda autoridad y poder, ustedes reciben esa plenitud." Colosenses 2.9-10

Se cuenta que el rey de Prusia, al visitar una escuela rural, cuando los niños habían dicho que toda cosa pertenece a uno de los tres reinos: mineral, vegetal o animal, les preguntó: - Y yo, ¿a cuál reino pertenezco? Los niños no hallaban cómo contestar a esta pregunta; pero una graciosa niña resolvió la dificultad contestando: - Su Majestad pertenece al reino de Dios. El rey quedó muy contento con la viveza de la niña y profundamente emocionado por la verdad que ella había expresado.

Con frecuencia nos preguntamos quién realmente gobierna el mundo y sus acontecimientos. Muchas de las circunstancias que oímos, aprendemos o vivimos nos hacen dudar de que un Dios amoroso creó y gobierna el universo entero, más bien nos inclinamos a pensar que no hay Dios y estamos a la deriva o, peor aún, que Dios abandonó este mundo al poder de las fuerzas del mal. En el fondo, queremos transferir a Dios nuestra propia maldad y pecado. ¿A qué reino pertenecemos nosotros?


El apóstol Pablo nos enseña, y nos exhorta a reconocer y confiar, que Cristo ha vencido y reina poderosamente. En Cristo estamos completos y hemos sido librados de los poderes del reino de la oscuridad. "[Dios] nos ha librado del poder de la oscuridad y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados." Colosenses 1.13-14

viernes, 3 de julio de 2020

La palabra de Dios infunde vida

"Señor, ¡mira cuánto amo tus mandamientos! ¡dame vida, conforme a tu misericordia! La verdad es la esencia de tu palabra, y tus juicios son siempre justos." Salmo 119.159-160

El tiempo, las circunstancias, el trabajo diario, la política, la pandemia global y un largo camino por recorrer, son capaces de poner fin a la paz de cualquiera. Sin embargo, todo esto es ilusión; nos afecta porque nosotros mismos le damos el poder de afectarnos. Si confiamos en Dios y en sus promesas, nuestros corazones estarán en paz y, desde adentro, la paz se manifestará en nuestros pensamientos, palabras y acciones.


Nuestra era ha descuidado la lectura y la comprensión de las Sagradas Escrituras. El fundamentalismo distorsiona las Escrituras para apoyar el fanatismo y la ignorancia. El humanismo progresivo desprecia la Biblia como una colección de textos oscuros y primitivos. Ambas posiciones usurpan la autoridad de Dios y exigen obediencia idólatra. Sin embargo, Dios no cambia, y su palabra sigue siendo un testimonio efectivo y una proclamación de su amor incondicional, su infinita misericordia y su buena voluntad hacia toda la humanidad.

Creer en el Señor, escuchar su palabra, obedecer su voluntad eterna nos pondrá en confrontación directa con los fundamentalistas y progresistas, con la derecha y la izquierda, con los de arriba y de abajo, aún peor: "los enemigos del hombre serán los de tu propia familia". Sin embargo, Dios permanece fiel, justo y verdadero; en Cristo nos dio una nueva vida, una nueva vida creada, fortalecida y multiplicada por promesas divinas. El amor tierno y leal de Dios, manifestado en su Hijo Jesucristo, se nos ofrece incondicionalmente a través de su palabra. "Felices los que leen las palabras de esta profecía y felices los que escuchan y guardan lo que está escrito en ella, porque el tiempo está cerca" (Apocalipsis 1.3).

viernes, 26 de junio de 2020

Testigos

«Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.» Hechos 1.8

Los que hemos sido bautizados, hemos nacido de nuevo del agua y del Espíritu. El don del Espíritu Santo nos fue dado sin medida ni condiciones. No obstante, el poder del Espíritu Santo no se nos ha concedido ociosamente, sino para que seamos testigos de Cristo en el mundo.


El carbón y el diamante son del mismo material: de carbón. El carbón absorbe la luz; el diamante la refleja. Hay cristianos que son semejantes al carbón y los hay que son semejantes al diamante. Al examinar sus creencias, son iguales; pero al examinar su vida, sus costumbres, su utilidad en la iglesia y en la sociedad... ¡no son iguales! Unos son opacos y otros luminosos. Cada cristiano debe examinarse para saber si es carbón o si es diamante.

Independiente de nuestra vocación específica, todos los cristianos fuimos llamados a un propósito mayor: "son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable." 1 Pedro 2.9

viernes, 19 de junio de 2020

El Salvador

«Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.» Lucas 19.10

Es bastante frecuente, lamentablemente, en nuestra sociedad escuchar la expresión "soy el hijo de" para obtener privilegios, librarse de responsabilidad u ocultar faltas. No así Jesús, el Hijo de Dios, e Hijo del Hombre, quien con inefable amor se acerca a cada uno de nosotros.


Los grandes y poderosos, los ricos y famosos, o cualquiera que crea tener cierta importancia real o fingida, espera que quienes tengan necesidad se acerquen a ellos. Nuevamente, Jesús rompe las máscaras que construye el pecado y es él mismo quien va en busca de quienes lo necesitan, o sea, todos nosotros.

El rey del universo, el Hijo unigénito de Dios, "imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación" (Colosenses 1.15), no dudó en hacerse uno de nosotros para ser nuestro Salvador. El amoroso Salvador aún hoy viene, nos busca y nos llama por medio de su Palabra y Sacramentos, para perdonarnos y hacernos herederos de su reino.

viernes, 12 de junio de 2020

Firmes en la libertad

"Manténganse, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud." Gálatas 5.1

Los acontecimientos recientes, en todo el mundo, nos han dejado bien claro el inmenso valor de la libertad. La obligatoria cuarentena, el encierro y la monotonía oprimen no sólo el cuerpo, sino también la mente y el corazón. Todo lo que nos parecía ínfimo, ahora nos parece de vital importancia.

Desde nuestro nacimiento, vivimos encerrados en la prisión del pecado, en la monotonía de los hábitos adquiridos. Y tanto nos acostumbramos que llegamos a considerar nuestro cautiverio como perfecta libertad. Únicamente en Cristo podemos ser realmente libres.


Cristo nos ha hecho libres de la esclavitud y de la vanidad de los reinos malos de este mundo para hacernos herederos del reino celestial. No por ritos y leyes, ni por voluntad nuestra, sino por su propia vida, muerte y resurrección. ¡Gloria a Dios! ¡Cristo nos hizo libres!

viernes, 5 de junio de 2020

Nueva vida

"Recorran todo el campamento y díganle al pueblo que prepare comida, porque dentro de tres días ellos cruzarán el Jordán para tomar la tierra que el Señor nuestro Dios va a darles." Josué 1.11

"Sin cruz no hay corona" decía un antiguo lema. Eso es cierto tanto en todos los aspectos de la vida, especialmente nuestra vida espiritual. No es que la vida cristiana sea una vida de sufrimiento y penurias como algunos piensan, sino que cada día debemos hacer morir el pecado en nosotros y vivir la vida nueva que nos fue dada en el Bautismo.


Moisés había fallecido en la montaña. Él pudo ver la Tierra Prometida, pero no entró en ella. Fue Josué quien guió al pueblo más allá del río Jordán. La ley puede darnos una visión del cielo, pero no puede conducirnos allá; es Jesús, con quien nos identificamos en las aguas bautismales, quien nos conduce a su reino y nos da, por pura gracia, una vida nueva y plena.

¡Hay tantas voces que quieren confundirnos! No obstante, hay un sólo camino a la plenitud de vida: Jesús, el Hijo de Dios. "Pero si no les parece bien servirle, escojan hoy a quién quieren servir, si a los dioses que sus padres adoraron cuando aún estaban al otro lado del río, o a los dioses que sirven los amorreos en esta tierra donde ahora ustedes viven. Por mi parte, mi casa y yo serviremos al Señor." Josué 24.15

viernes, 29 de mayo de 2020

El poder del Evangelio

"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree: en primer lugar, para los judíos, y también para los que no lo son. Porque en el evangelio se revela la justicia de Dios, que de principio a fin es por medio de la fe, tal como está escrito: «El justo por la fe vivirá.»" Romanos 1.16-17

Había una hermosa niña que vendía florecillas en la calle. Esta niña tenía que llevar todas las noches a su pobre y miserable choza las florecillas que le sobraban. A fuerza de hacer esto, llegó a decir que odiaba el perfume de esas flores por haberse acostumbrado a él, "¡Qué extraño!", exclamó alguien. Sin embargo, eso mismo es lo que dicen algunos de los que oyen el evangelio. Es posible que la rutina y la saciedad puedan llegar a hacernos despreciar el aroma agradable del evangelio de nuestra salvación.


Fuimos creados hermosos, a imagen y semejanza de Dios, pero el pecado nos ha dejado andrajosos, pobres y malolientes, aunque al mundo podamos parecer bellos, educados e importantes. No obstante, Dios nos ama infinitamente, y ha dado a su Hijo unigénito para nuestra salvación, paz y alegría. No está en nuestras manos que que las flores den su perfume, ellas lo exhalan por naturaleza; así es con la justicia de Dios, no debemos merecerla ni obtenerla: "de principio a fin es por medio de la fe".

viernes, 22 de mayo de 2020

Dichosos los que confían en el Señor

"¡Dichosos los que confían en el Dios de Jacob, los que cuentan con la ayuda de Dios, el Señor!" Salmos 146.5

Nuestra época exige felicidad. Es tal la presión, que casi toda nuestra sociedad se siente frustrada y permanentemente enferma. Quien no puede consumir todo lo que el mercado ofrece no es considerado como plenamente humano. Quien no triunfa es juzgado como sin valor. Quien no domina sobre los demás es menospreciado y marginado.

El concepto de felicidad de la sabiduría mundana es diametralmente opuesto a la alegría según Dios. El Señor, creador de todo lo que existe, ha dado la obra de sus manos para beneficio de todas sus criaturas. La codicia, la opresión y la injusticia se oponen por completo a la voluntad divina. Por eso Dios se levanta como el proveedor, sustentador y defensor de los más desfavorecidos.


En Jesús, Dios se acercó a la humanidad, particularmente a los pobres y sufrientes, para mostrar y manifestar un reino diferente. Dios reina con amor, justicia y paz. El reino de Dios produce gozo. La sabiduría del mundo es vana, la vida en la tierra es fugaz, las riquezas son efímeras. Centrémonos en Cristo y la eternidad, y disfrutemos de la vida plena que Dios nos promete. "El Señor reinará por siempre; ¡Sión, el Señor es tu Dios eterno! ¡Aleluya!" Salmos 146.10

«Vuelvan y cuéntenle a Juan las cosas que han visto y oído. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres se les anuncian las buenas noticias. Bienaventurado el que no tropieza por causa de mí.» Mateo 11.4-6