martes, 31 de marzo de 2015

Conocimiento y emoción

Todos nuestros pensamientos están constituidos por dos elementos fundamentales, conocimiento y sentimiento. 

Un pensamiento consiste de una parte de intelección con una carga emocional, y es el sentimiento que lo acompaña lo que da poder al pensamiento. No importa cuán profundo o importante pueda ser el contenido intelectual, si no hay emoción el pensamiento será estéril. 


Por el contrario, carece de importancia lo insignificante que pueda ser el contenido conceptual y racional, si existe una gran carga de sentimientos el pensamiento será activo. No hace tanta diferencia si el contenido intelectivo es correcto, o no tanto desde el punto de vista epistemológico, como si estamos convencidos de que es correcto.

Es lo que realmente creemos lo que hace la diferencia; un concepto que tenemos sobre cualquier asunto puede resultar completamente falso, pero si creemos que es cierto, tendrá el mismo efecto que si fuera totalmente verdadero, y la intensidad de ese efecto dependerá a su vez de la carga emocional que lo acompañe.

"Me mostrarás el camino de la vida. Hay gran alegría en tu presencia; hay dicha eterna junto a ti." - Salmos 16.11

Cuando comprendemos esa ley de nuestro pensamiento, comenzamos la entender la importancia de aceptar la verdad con alegría en toda fase de nuestra experiencia.

viernes, 27 de marzo de 2015

Leer en el Libro

A modo de introducción y aclaración digo de antemano que soy un seguidor de Jesús, el Maestro de Galilea. Jesús fue un semita del sur de Siria, un auténtico semita, y entiendo sus palabras, sus hechos y su persona en ese contexto cultural y espiritual. Sus primeros discípulos vieron en Jesús el cumplimiento de sus expectativas mesiánicas, y leo sus escritos teniendo eso en cuenta. Considero a la Biblia como una colección de escritos, y no dudo ni un instante en leerla usando para entenderla todas las reglas de la gramática, la estilística y la retórica. Expresado así, quizá alguna persona me califique como un intelectual liberal; sin embargo, este método de lectura es llamado histórico – gramatical y es el método usual de interpretación judía, lo fue en la época patrística y se solidificó en la Reforma Protestante. 


La lectura de la Biblia siempre ha presentado algunos problemas derivados de su propia estructura, de su lenguaje, y de sus declaraciones. Muchos de estos problemas no son inherentes al texto, sino a la óptica propia de los lectores. Lamentablemente, la Biblia no se lee como se leería cualquier otro escrito, más bien se va a ella de una forma mágica, oracular, que fuera de ser reverente es, en realidad, una tergiversación de significados para acomodarlos a una cierta visión particular. 

Este breve artículo no pretende ser una “fórmula infalible” para la lectura e interpretación del texto bíblico. Es una tentativa, y una invitación al equilibrio; es una búsqueda respetuosa, tal vez ingenua, de las múltiples voces que hacen eco en las Escrituras sagradas. No es más que un punto de vista, uno entre tantos, limitado, falible y superable, pero sobre todo honesto. 

Partiremos de tres declaraciones basales, a modo de fundamento, sobre el texto bíblico y, a partir de ellas, intentaremos establecer un parámetro de lectura que nos permita encarar en texto en sí mismo, sin adiciones, sin intereses espurios, sin traiciones: 1) la Biblia no es un libro, es una colección; 2) no existe una conexión lineal y formal entre todos los libros que la conforman; 3) la colección no es plana, sino que en ella se encuentran textos normativos, y otros simplemente casuales.

La Biblia no es un libro, es una colección:

Biblia es un término originado de la griega βιβλίον (biblíon), que significa rollo, papiro o libro, y de la expresión griega τὰ βιβλία τὰ ἅγια (ta biblía ta hágia), que significa los libros sagrados. La Biblia es una colección de libros considerados sagrados por el judaísmo (sólo la parte que nosotros conocemos como Antiguo Testamento) y por el cristianismo.

La Biblia es el libro más difundido de todos los tiempos. Ha sido escrita originalmente en hebreo, arameo y griego, y actualmente se encuentra traducida en más de 2500 idiomas, y disponible en diversas versiones, debido a los diferentes traductores.

El primer libro de la Biblia, el Génesis, fue escrito alrededor del 1250 a.C., y el último libro, el Apocalipsis, alrededor del 67-69 d.C. La Biblia fue escrita por un gran número de personas en un período de cerca de 1300 años, y pasó por muchas reformulaciones y trabajos de redacción hasta llegar a las formas textuales que se tomaron como canónicas.

La colección consta formalmente de 66 libros en las ediciones protestantes, 73 libros en las ediciones católico romanas, y 76 libros en las ediciones orientales, divididos en dos grupos principales: el Antiguo y el Nuevo Testamento. Testamento (b'rith en hebreo) significa alianza, pacto o convenio.

El cánon rabínico del Antiguo Testamento contiene 39 libros, pero los judíos orientales aceptan un cánon que incluye 7 libros más y los caraítas solamente aceptan como canónicos los 5 rollos que forman la Torá, que cuentan historias relacionadas con la creación del mundo y de todos los acontecimientos del pueblo de Israel, de los hebreos.

El canon del Nuevo Testamento tiene 27 libros, todos escritos después de la vida, obra y enseñanzas de Jesús de Nazaret. El Nuevo Testamento contiene los Evangelios, que presentan un relato teológico y catequético de la historia de Jesús, abarca los acontecimientos durante su vida, su mensaje, su muerte, su resurrección; y después de su muerte, las cartas apostólicas, que presentan la historia de los primeros cristianos.

Todo lo que hemos dicho anteriormente es conocido y aceptado formalmente por la mayoría de los lectores de la Biblia, pero en la práctica es negado y substituido por una lectura plana que considera a la Biblia como un texto unificado y monolítico que bajó del cielo de manera milagrosa. Dicho de ese modo puede sonar sarcástico, sin embargo basta observar la forma de lectura e interpretación usual en los grupos religiosos, cuanto más “fundamentalistas” peor, para darnos cuenta de la veracidad de la afirmación.

Cuando nos acercamos a la Escritura conscientes de que la Biblia no es un libro unificado, sino una colección de textos de diferentes autores, escritos en diferentes épocas, en circunstancias diversas, con multiplicidad de estilos y recursos, lo hacemos sin la intención de hacerle decir lo que el texto no dice, y dejamos que esa abigarrada biblioteca se nos muestre con todo su colorido, con todas sus voces, con toda su fuerza.

No existe una conexión lineal y formal entre todos los libros que conforman la Biblia:

Un mito muy extendido en los círculos que consideran a la Biblia como un libro sobrenatural y mágico es aquel de la “armonía de tapa a tapa, de Génesis a Apocalipsis”; mito que, allende de irreal, ha traído profundo descrédito a las Escrituras y no pocas decepciones. Las mismas Escrituras no enseñan, ni reclaman, la tal pretendida “armonía de tapa a tapa”.

No hay una conexión lineal – temporal entre los textos que componen la colección bíblica. La ilusoria linea histórica es una construcción literaria debida a la creatividad de los monjes medievales y perfeccionada por los teólogos de la Reforma. El orden que ocupan los libros bíblicos en las ediciones actuales (especialmente las protestantes) nada tiene que ver con su contexto histórico, social y teológico original.

Tampoco hay una conexión formal en los escritos bíblicos. Las Escrituras están formadas por los más diversos estilos y formas literarias, sin contar las diferencias de vocabulario y uso lexical.

Pretender una sucesión uniforme de significados y significantes que estarían presentes a lo largo de toda la Biblia es, al menos, una idea bastante pueril y fantasiosa. Si a eso le sumamos el lapso temporal, espacial y cultural que nos separa del pueblo en que originaron los textos, empezamos a percibir el abismo que se nos abre para una comprensión lisa y llana a primera vista.

Al leer las Escrituras bíblicas debemos tener en cuenta la extensión de tiempo que llevó su composición: que la mayor parte de su material fue primero transmitido de forma oral y recopilado de diversas fuentes, luego sometido a numerosos procesos redaccionales hasta adquirir más o menos la forma en que los conocemos. El idioma, así como la cultura del pueblo, cambió mucho entre los primeros y los últimos escritos, por lo tanto el uso del vocabulario y sus significados pragmáticos no son siempre los mismos. En la Biblia nos encontramos diversos géneros literarios, y cada uno de ellos debe ser leído según corresponda a sus cualidades formales, no se puede leer poesía como si se tuviese ante los ojos un inventario de ganado...

Si todo lo anterior no fuese bastante, es necesario estar conscientes de las innumerables manipulaciones y francas falsificaciones a las que el texto bíblico ha sido sometido durante siglos:

a) Escritores bíblicos falsearon mensajes de Jesús o de los profetas. Por ejemplo, Pablo cambió el mensaje de Jesús para adaptarlo a las exigencias de la cultura helenista. O los escribas que distorsionaron los mensajes de los profetas hasta hacerlos decir lo contrario, algo totalmente demostrable con comparaciones en el Antiguo Testamento.

b) Revisores eclesiásticos o sacerdotes del tiempo del Antiguo Testamento falsificaron los textos – algo que es difícil de demostrar detalladamente, ya que solamente contamos con el texto canónico. Por ejemplo, cuando Jesús dijo, sobre esta roca voy a construir “mi Iglesia”: ¿Utilizó realmente la palabra “Iglesia”, u hombres de la Iglesia pusieron en su boca esa declaración? No se puede demostrar ni lo uno ni lo otro. ¿O lo dijo Jesús pero quiso decir algo muy distinto a lo que nos han hecho creer? La mayor parte se basa en indicios o teorías. Ya se falsificó muchas veces lo transmitido verbalmente antes de que se anotara algo – por ejemplo, con la persona de Moisés. Simplemente se le presenta totalmente diferente a lo que realmente fue, y por ejemplo se le atribuyó que Dios le había ordenado que hiciese sacrificios de animales.

c) Traductores tergiversan el sentido original mediante las traducciones – fácil de demostrar, ya que los “originales” están presentes. Muchas veces, sin embargo, es discutible cuál fue el sentido original. Inequívocamente, por ejemplo, es en la carta de Santiago donde claramente se habla de la “rueda del nacimiento”, una referencia a la reencarnación. La traducción unitaria alemana traduce de forma enmascarada, “circuito de la existencia” y Lutero simplemente inventa un nuevo sentido y traduce “todo el mundo”. La referencia a una rueda de renacimiento es tachada o eliminada.

d) La cuarta categoría es la “transmisión de falsas impresiones”. Un traductor tergiversa el sentido original del texto en una dirección determinada. No se puede probar que la traducción esté falsificada, pero lo está, dado que no se pregunta por el sentido original, sino que se que se saca del texto lo que se desea leer. Martín Lutero utilizó constantemente ese método, como por ejemplo cuando traduce una frase de Jesús: “El que tome la espada, deberá ser muerto por la espada” cuando en realidad dice “morirá” – una gran diferencia. La Iglesia católica romana probablemente que ha hecho de las transmisiones de falsas impresiones una norma que es vinculante por la instrucción de Juan Pablo II, del año 2001; ésta dice que en cada traducción hay que tener en cuenta la "enseñanza sobre la fe católica". Si en los siglos pasados también se trabajó así (lo cual es más que probable) entonces se confirma la teoría del teólogo Moris Hoblaj de que la Biblia es sobre todo el libro hecho a medida de la Iglesia.

e) Al fin y al cabo esto conduce a la quinta categoría de falsificaciones, la de las proyecciones de las propias opiniones o convencimientos sobre la Biblia. O sea, que para este tipo de lectores no son decisivas las palabras originarias de los textos de la Biblia para reconstruir el sentido original, sino que lo decisivo es que se pueda proyectar como fuere en la misma la enseñanza que vino más tarde y que ellos ponen como la verdad. De esa manera el mensaje de la Biblia se desvirtúa tanto que todo lector honesto de la Biblia se tendría que apartar escandalizado. Una proyección retroactiva de hechos no bíblicos en la Biblia la ejerce la Iglesia romana cuando quiere basar la instauración del papado por medio de las palabras de Jesús a Pedro, de que él era la "roca". A los protestantes, que antaño empezaron en el siglo 16 bajo el lema "volver a la Biblia", también les interesa en la actualidad cada vez menos las verdades que se encuentran en la Biblia.

La Biblia no es plana:

Esto se deriva de la primera declaración básica: la Biblia es una colección de libros y, como tal, en ella hay texto de mayor importancia y significación que otros; también hay libros que dependen de otros para ser entendidos; y, por supuesto, hay textos que fundamentan la lectura y la interpretación de otros.

Por ejemplo, los judíos dividen sus escritos sagrados en tres colecciones: Torá (la instrucción); Nebiim (los profetas); Ketuvim (los escritos). Al leer los textos, la Torá es normativa y fundante, solamente se puede obtener instrucción religiosa de ella; los Nebiim son intérpretes de la Torá y no pueden contradecirla; ya los Ketuvim contienen un testimonio de la vida cultual y la sabiduría del pueblo, por lo tanto no son fuente de dogma, ni interpretación del mismo.

Una lectura “cristiana” debería utilizar un esquema similar. Infelizmente observamos una realidad bien distinta en la cristiandad. Es terrible observar la ignorancia, el fanatismo y la obcecación de quienes se presentan a sí mismos como seguidores del Maestro de Galilea, algo que más bien es absurdo. La cristiandad es una religión acerca de Jesús, pero el cristianismo debería ser nada más y nada menos que la religión de Jesús.

Una lectura bíblica desde la óptica cristiana debe reconocer la centralidad de la persona, los hechos y las enseñanzas de Jesús. Las palabras de Jesús son la clave para la lectura cristiana de las Escrituras Bíblicas. Tomando como modelo la clasificación de la Tanaj judía podríamos proponer una clasificación bíblica de la siguiente forma: Los Evangelios (la buena noticia de Jesucristo) como texto normativo y fundante; el resto del Nuevo Testamento como intérprete del mensaje de Jesús para la comunidad; el Antiguo Testamento como ilustración de la vida comunitaria de seguimiento de Dios.

martes, 24 de marzo de 2015

El poder del perdón

El perdón es una condición fundamental para quien desee superar las propias dificultades, y realizar algún progreso espiritual significativo.


"Porque si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo los perdonará también a ustedes; pero si no perdonan a otros, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus pecados." Mateo 6.14-15

A primera vista el perdón puede parecer una actitud impráctica, pero podemos tener la plena seguridad que no en vano todo gran maestro espiritual, incluido Jesucristo, haya insistido tan vehementemente sobre la necesidad de perdonar y reconciliarnos con el prójimo.

El rencor, el resentimiento, la ira, los deseos de revancha, no solamente arruinan nuestras relaciones interpersonales, sino que minan nuestro espíritu, nuestros sentimientos y hasta nuestra salud corporal.

Debemos perdonar las injurias, no sólo de la boca para afuera, sino también en el corazón, y es allí donde reside el poder transformador del perdón. Debemos esforzarnos en esto no sólo por el bien de los demás, sino por el nuestro propio. 

"No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto. Al contrario, devuelvan bendición, pues Dios los ha llamado a recibir bendición." l Pedro 3.9

viernes, 20 de marzo de 2015

La práctica hace al maestro

"La práctica hace al maestro". Este dicho, tan conocido popularmente, refleja una verdad reconocida por todos. No hay posibilidad de alcanzar el dominio en cualquier campo de la vida a no ser por la práctica. Eso es verdad también en la esfera de la espiritualidad.

La idea es muy sencilla: no hay éxito sin práctica constante. Y, cuanto más se practique una habilidad, tanto más se perfeccionará. Esto es válido para cualquier ramo del esfuerzo humano. La práctica es el precio de la perfección.

"Pero no basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica, pues de lo contrario se estarían engañando ustedes mismos." - Santiago 1.22

En las disciplinas espirituales los frutos de esta ley son particularmente notables. La oración, la meditación, la contemplación y el servicio, son enteramente una cuestión de práctica consciente y perseverante. La "verdadera religión", puede muy bien ser definida como la práctica consciente de la comunión con Dios en todas y cada una de las actividades de nuestra vida diaria.

martes, 17 de marzo de 2015

Exaltación


Al término de la caminada
encontramos el comienzo de
la vida que es vida plena.
Evolución espiritual, ¡exaltación!

¿Qué es el hombre para ser tomado
en cuenta por el Infinito?
Es conciencia del Uno que
se manifiesta activamente.

No es polvo de estrellas sin sentido.
Es maravilloso creador,
agente de la Divinidad.

viernes, 13 de marzo de 2015

La Fuente de todo Ser

«El hombre no debe tener un Dios pensado ni contentarse con Él… Uno debe tener más bien un Dios esencial que se halla muy por encima de los pensamientos de los hombres y de todas las criaturas.» Meister Eckhart

La definición más general que nos da el diccionario sobre el vocablo DIOS es “ser supremo”, es una definición muy indefinida en verdad, una generalidad tan abierta que no nos dice nada en sí misma. Y cuando una palabra es indefinida, tenemos la tendencia a llenarla con nuestras propias categorías. Así ha sido con la palabra Dios en la mayor parte de las culturas; una palabra vacía transformada en recipiente de fantasías, temores y anhelos.

¿Qué entiende la gente por la palabra Dios? Es probable que la mayoría de los adultos sonría ante la caricatura de un hombre gigante, sentado sobre un trono brillante, observando al mundo y manejando “desde arriba” los hilos de nuestro destino; no obstante, basta escuchar con atención para percibir que, en el fondo, es exactamente eso lo que entienden por Dios.

No es de extrañar que muchos hayan propuesto abandonar toda búsqueda de Dios, suprimir el uso de la palabra, y negar cualquier posibilidad de conocer algo sobre Dios si acaso hubiese... y, eliminado el problema del Ser Supremo, suspirara aliviados: “¡Gracias a Dios!” Sea como fuere, todo ser humano posee una apertura hacia el misterio de toda existencia, un anhelo de sacralidad que clama por ser saciada.

La forma más primitiva de percepción de lo sagrado se relaciona a las necesidades vitales y al instinto de conservación. Es sagrado aquello que proporciona alimento, protección y satisfacción. Por cierto es una forma primitiva, egoísta e interesada, pero fuertemente presente en la religiosidad popular: Dios es la Persona, Poder o Fuerza que sacia las necesidades vitales.

El antropólogo rumano Mircea Elíade se refería a este fenómeno desde la observación de los pueblos antiguos y venía a afirmar que el ser humano es ante todo un ser mítico; por eso señala este autor que:
“la mayoría de los hombres sin religión comparten, a pesar de todo, pseudoreligiones y mitologías degradadas que no son sino supersticiones y sustitutivos de las religiones.”

Otra forma de concebir y definir al “ser supremo” es identificarlo con las fantasías fantasmagóricas surgidas del temor a lo desconocido. Dios es quien pone orden al caos. La vida, la existencia toda, es un misterio tan grande, tan incomprensible, que se necesita una fuerza divina para mantenerla bajo control y protegernos de ser devorados por su caótico devenir.

El fundador del psicoanálisis, el neurólogo austríaco Sigmund Freud, identificaba esa concepción de lo divino y de la religión con las neurosis infantiles: “Ni los demonios ni los dioses existen, son todos productos de las actividades psíquicas del hombre.”

La mayor parte de las religiones dogmáticas, en especial las derivadas del henoteísmo semita, imaginan un Dios esencialmente antropomórfico, aunque en el discurso más estilizado se procure disimular ese rasgo. La divinidad es, en esa concepción, un hombre gigantesco [sí, siempre un ser masculino], un rey que imparte justicia de manera objetiva premiando y castigando a los humanos según se ajusten a un conjunto de Leyes dadas por él.

Esa imagen de Dios es la que han rechazado invariablemente todos los pensadores y humanistas a lo largo de los siglos. ¿Cómo no hacerlo? Si Dios es así, entonces es un tirano cósmico, un autócrata inmoral con rasgos de psicópata. Tristemente, esa imaginación de Dios, ha producido una cultura humana moldeada a su imagen y semejanza. Como bien lo dijo Thomas Paine: “Creer en un dios cruel hace cruel al hombre.”

El teólogo y filósofo estadounidense W. John Murray escribió: “El dios en el que se nos han enseñado a creer es el antiguo dios tribal de los hebreos, un dios enojado, irascible y vengativo; un descomunal y enorme Hombre-Dios patriarcal, que vive en los cielos sentado en un trono y rodeado por ángeles tocando harpas y ofreciendo incienso. El cielo en el que se nos han enseñado a creer es el concepto oriental de un palacio supra-terrenal, con paredes de jaspe y ónice, en una magnificente ciudad con calles de oro. Dios ha sido concebido como un Gran Rey que habita con poder y majestad, muy lejos y por encima de nosotros, dispensando favores y castigos, tal como uno de los grandes monarcas terrenales del pasado, que con una mano hacía concesiones generosamente y que con la otra infligía castigos.”

Para una gran porción de la población mundial, Dios no es más que una convención. Se concibe a la divinidad como legitimadora y garante de los usos y costumbre sociales, se diviniza el conformismo. Es la aceptación formal de un dios lejano, remoto e inaccesible, cuyo interés en nuestra cotidianeidad se cuestiona profundamente, y cuya presencia no se entiende, salvo en un sentido intelectual.

La siguiente frase de la actriz inglesa Jane Seymour ilustra muy bien esa postura conformista y anodina: “Creo que hay una entidad espiritual que es más grande que nosotros. Yo no pertenezco a ninguna religión organizada específica. Siempre he creído, y creo, aún más ahora. Creo que alguien me escucha, y me da una vida muy bendecida.”

Desde el Renacimiento, cada vez más la tendencia ha sido hacia una concepción individual de lo numinoso. La reflexión subjetiva ha llevado a muchos al ateísmo, pero también ha sido la senda para entender lo sagrado a la luz de la vida que vive la humanidad. La concepción de Dios pasa a ser crítica, subjetiva y personal, se producen pugnas entre la relatividad de la vida cotidiana y lo absoluto del misterio de la vida en su totalidad, eso conduce a una toma de responsabilidad de las creencias, de los valores, y de la conducta personales, así como también a un entendimiento maduro de la dimensión sagrada de la realidad.

Voltaire lo expresó lacónicamente: “Si no existiera dios habría que inventarlo.”

Todas las anteriores formas de concebir a Dios son, de una forma u otra, proyecciones de la constitución psíquica y de la cultura que da forma a la vida individual y colectiva. En ese sentido, Dios no es más que un invento, un reflejo de los miedos, los deseos y los anhelos de la humanidad. Si eso entendemos por Dios, entonces no hay gran problema ni pérdida en abandonar tal idea. Pero se puede dar un paso hacia la superación de las paradojas y relativismos, y así trascender los símbolos heredados de la cultura de origen. Esa concepción de Dios como la dimensión profunda que fundamenta toda vida y existencia, permite avanzar hacia la conjunción con las personas y el Universo.

Paul Tillich, un pensador que ha catalizado el pensamiento teológico progresivo de los tiempos modernos, se refirió a Dios como el “Fundamento de nuestro mismo Ser”. En su obra Se estremecen los cimientos de la Tierra, él dice: “El nombre de esta infinita e inagotable profundidad y fundamento de todo ser es Dios. Esa profundidad es lo que la palabra Dios significa. Y si esa palabra no tiene mucho significado para ti, tradúcela y habla de las profundidades de tu vida, de la fuente de tu ser, de tu máxima inquietud, de lo que tú tomas seriamente sin reservas mentales. Quizás para poder hacerlo tengas que olvidar todo lo tradicional que has aprendido sobre Dios, a lo mejor la palabra misma. Porque si sabes que Dios significa profundidad, sabes mucho sobre Él. No puedes entonces considerarte ateo o incrédulo. Pus no puedes decir: ¡La vida no tiene profundidad! La vida es superficial. El ser mismo es sólo superficie. Si pudieras decir esto en completa seriedad serías un ateo; de otro modo no lo eres. El que sabe sobre profundidad sabe sobre Dios.”

Si entendemos a Dios como la Fuente y fundamento de toda la existencia, entonces entendemos lo divino como una característica universal, sin fronteras, sin límites, sin exclusiones. Dios trasciende las culturas y los credos. Una concepción de lo divino que vea el misterio sagrado en todo lo que es, será también un factor de proactividad comunitaria, y un semillero de ideas que rompan con lo establecido. Eso, a fin de cuentas, es la iluminación y la realización de la divinidad esencial.

El fundamento de todo lo que es no puede ser múltiple, sino que en su simplicidad y unicidad radica su misma universalidad. Puede haber diferencias en detalles superficiales, en accidentes fortuitos, pero no en la raíz de ser lo que se es. Lo que es, es. Por eso sostenemos que no hay más que un Dios. Dios es unidad, unicidad y universalidad del ser en profundidad.

Esta profundidad esencial, que con toda justicia y propiedad llamamos Dios, es el fundamento de toda Verdad, bajo las verdades fragmentarias de nuestras percepciones parciales del Universo; es el fundamento de toda Sustancia, bajo la multiplicidad caótica de los elementos; es el fundamento de toda Inteligencia, bajo las limitaciones de nuestro entendimiento finito; es el fundamento de toda Vida, bajo las variadas formas de su manifestación individual; es la Ley, que fundamenta todas las leyes del Universo; es la Voluntad, y la Fuente de todo Poder.

La infinita e ilimitada profundidad divina es Presencia, es Bien. En todo lo que vemos, y también en lo que no vemos, percibimos esta Presencia infinita e ilimitada, el Uno, que es la totalidad de la Verdad, la unicidad radical de todo lo que es. Cuando percibimos las cosas desde este punto de vista, llegamos a la conclusión de que Dios es Todo.

El Uno, la profundidad divina esencial, representa el fundamento de toda Verdad en el Universo. Una infinita, ilimitada y perfecta Ley crea y gobierna todo lo que se hace visible, manifestándose en la multiforme gama de existencias individuales. Tan sólo hay una Ley, el Uno, la Presencia de la profundidad del Ser. Percibimos, de esa forma, que no hay más que una sola Fuente, una Sustancia, una Mente y una Vida, como toda Inteligencia y Poder.

Esta infinita y eterna Inteligencia y Poder es la fuerza que rige el Universo, todo es lo que es en el Uno. Todas las cosas, grandes y pequeñas, son continuamente originadas, mantenidas y conservadas por esta Inteligencia Infinita. Las llamadas leyes naturales, son la manifestación individualizada de esta Ley fundamental que es Dios. Lo que es, es ahora, es presente y es Presencia.

martes, 10 de marzo de 2015

Divinal


Existe entre nosotros,
ajeno a nuestros ojos,
otro reino supra-humano,
imperceptible a lo carnal.

Reino de luz infinita,
formado por todas las almas,
de la primera a la última,
reflejando la gloria del Uno.

Ángeles eternales
que pueblan los planos 
más secretos de la Creación.

viernes, 6 de marzo de 2015

Padrenuestro

Cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñase a orar, el Maestro les dio ejemplo de cómo hacerlo. Con sinceridad, sencillez y confianza, él les enseño a dirigirse a Dios con la actitud de niños confiados dirigiéndose a un padre amoroso y lleno de bondad.

Al recitar el Padrenuestro, la oración más grandiosa que se haya pronunciado, Jesús comenzó diciendo, "Padre nuestro" -de ustedes y mío- porque deseaba expresar, sin ambages, la verdad indiscutible de nuestra filiación divina, y el incondicional amor paterno que Dios tiene por cada una de sus criaturas. Nosotros nunca podemos estar separados de la amorosa presencia del Padre.


Padre nuestro que estás en los cielos. Al decir Padre nuestro, estamos identificándonos familiarmente con Dios. No somos extraños, somos hijos e hijas, herederos del amor, la bondad y la gloria del Padre. También nos reconocemos hermanos y hermanas. Dios no es Padre mío, sino nuestro. Y la extensión de su paternidad está en el cielo que es el mismo en cualquier lugar y tiempo, sin diferencia, sin variación.

Santificado sea tu nombre. No significa esto una declaración exclusivista y opresiva. Más bien es el llamado a reconocer que, sin importar nuestra condición, nuestras ideas o nuestras determinaciones históricas y culturales, la unidad fundamental de toda la humanidad en la Presencia divina. Cuando reconocemos a Dios la Infinita Presencia, reconocemos la santidad de nuestra propia unidad filiar con su naturaleza de amor, paz, armonía, alegría, felicidad, belleza e inteligencia.

Venga a nosotros tu reino. Dios, nuestro Padre, es Bueno, y todo lo que pertenece al Padre, pertenece también a sus hijos e hijas, sin embargo, depende de nosotros aceptarlo y "dejar" a Dios que trabaje en nosotros, y a través de nosotros, para manifestar el bien que nosotros deseamos. Es una Verdad divina que Dios puede hacer por nosotros aquello que él puede hacer por medio nuestro... En otras palabras, nosotros debemos sanar nuestra mente y nuestro corazón de todo aquello que nos impide percibir la bondad divina en todas las cosas.

Hágase tu voluntad, así en la Tierra como en el cielo. Dios nos creó con voluntad propia y con la libertad de escoger. La voluntad del Padre para con nosotros es que seamos capaces de hacer elecciones libres y responsables. Por medio de nuestros pensamiento, nuestras creencias y de nuestra voluntad para demostrar fe realizamos la voluntad de Dios. Nada es es imposible para los hijos e hijas de Dios, todos nosotros. Si tan solo podemos creer y percibir la verdad de que "lo poseemos ahora mismo". Esta "creencia", confiada en la bondad paterna de Dios, es el estado de nuestra mente y de nuestro espíritu que permite que el Padre manifieste su bondad providente en todos nuestros asuntos humanos. Por medio nuestro, aquí y ahora, tal como nosotros lo sabemos en nuestro corazón, traemos el cielo (en el cual estamos en espíritu) a la tierra.

Danos hoy nuestro pan de cada día. Dios se interesa no solamente por las cosas que nosotros consideramos que son importantes, sino también por las cosas más pequeñas que podemos desear o necesitar. Dios, nuestro Padre amoroso y siempre presente, es la Fuente de todo bien, y en esta declaración Jesús nos enseña a confiar en Él para nuestra provisión.

Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Nuestro corazón debe liberarse y estar abierto al impulso divino. Mientras estemos aferrados a lo que alguien nos debe, o que nosotros le debemos algo a alguien, nuestro espíritu no es "libre", está siendo perturbado por algo que no es verdad... en el espíritu no existe deuda porque en este plano todos somos Uno. Y cuando percibimos este "sentimiento" de estar libres de deudas, o de que nos deben algo, nuestro espíritu se hace más abierto y receptivo a todo lo que Dios es.

Y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Nada es bueno o malo en sí, sólo la percepción que tenemos de las cosas las hacen así. Al elevarnos al entendimiento espiritual de la vida y de nuestra relación con Dios somos librados de la la tentación de menospreciarnos y la tentación de menospreciar a los demás. Los pensamientos de nuestro corazón no pueden enfocarse en una expansión y aumento del bien divino en nuestra vida mientras estemos aferrados a lo negativo.

El Padrenuestro es la expresión resumida de la espiritualidad de Jesús, es una manifestación espiritual del corazón del Maestro, en la que cada frase crea una "acción" en la mente, un reflejo que produce una expansión en la conciencia de nuestra relación con Dios dándonos poder para vivir una vida más plena y abundante.

martes, 3 de marzo de 2015

Sean ustedes perfectos


La evolución espiritual
inicia en la revolución
de lo mortal del hombre.
Espiral cromática infinita.

Toda vida, en el interior
de la vida universal
está  regida por la ley.
La única Ley real.

El amor del Padre se expande, 
siendo su última finalidad
alcanzar la perfección de todos.