viernes, 26 de febrero de 2016

La regla de oro

"No seas vengativo ni rencoroso con tu propia gente. Ama a tu prójimo, que es como tú mismo. Yo soy el Señor." Levítico 19.18

En el pensamiento judío tradicional, el amor a Dios se manifiesta en el amor hacia nuestros semejantes, la Torá manda: "Amarás al Señor, tu Dios" y "Ama a tu prójimo como a ti mismo". El Talmud cuenta que un gentil se acercó al rabí Hillel y declaró su deseo de convertirse al judaísmo, pero solamente si Hillel le explicaba toda la Ley ¡mientras él se paraba en un solo pie! Hillel respondió: "Lo que es odioso para ti, no lo hagas a tus semejantes. Esa es toda la Torá, el resto es comentario." En otras palabras, toda la Ley de la vida no es sino "comentario" al precepto de amar al prójimo.

"Hagan ustedes con los demás como quieren que los demás hagan con ustedes." Lucas 6.31

En este pasaje Jesús reitera la regla de oro, no de forma restringida, sino en un conciso resumen de alcance universal. Jesús fundamenta su maravillosa afirmación en la plena seguridad de la paternidad de Dios. La razón subyacente para la existencia de este precepto, es el hecho de que somos, todas las mujeres y todos los hombres, hijas e hijos de Dios, iguales en dignidad y derechos.


La regla de oro no preceptúa determinadas conductas o una obediencia formal (como lo hacen las doctrinas dogmáticas), sino que promueve relaciones interpersonales basadas en la compasión. Dado que somos todos esencialmente una misma humanidad, herir a otra persona de cualquier manera, es en el fondo herirse a uno mismo y ayudar a otros es realmente ayudarnos a nosotros mismos. La paternidad de Dios nos impulsa a aceptar que todos los seres humanos somos fundamentalmente hermanas y hermanos, y en espíritu, hermandad es unidad.

martes, 23 de febrero de 2016

Victoria


Comparto con cada mujer y hombre
la esencia de la misma familia.
Sólo el nombre separa, el nombre es
una barrera umbrosa que lastima.

Somos de la misma carne y sangre, 
y la redención consiste en ver más allá 
del nombre la sangre humana, la misma
que es tuya y mía, y de todos.

Morir es temer la muerte,
demonio atávico que duele hasta
que la vida de todo fluye en todos.

viernes, 19 de febrero de 2016

El don divino

«Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran.» Génesis 1.28

El hecho más frustrante en la vida es la reluctancia de la humanidad para aceptar y usar el dominio que le ha sido otorgado desde la creación. Dios nos ha otorgado dominio sobre todas las cosas, pero preferimos escondernos como niños temerosos y vivir lamentando nuestra limitación.


Jesús, quien conocía muy bien el corazón humano y entendía nuestra debilidad, dijo sin ambigüedades: «Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre.» (Mateo 7.7-8) Esta es una declaración explícita de nuestro lugar en la creación, de nuestro propósito, de nuestra libertad y nuestra herencia.

El don que hemos recibido de Dios nos capacita para sobreponernos a todas las circunstancias de la vida. La resignación y la derrota no son el propósito divino para nuestra existencia. La libertad, armonía y felicidad están a nuestro alcance, porque sólo con esas cosas glorificamos a Dios y manifestamos su sagrada voluntad, la cual es que tengamos domino sobre todas las cosas.

Nuestra plenitud es vivir nuestras vidas de conformidad con el propósito divino. En Cristo ya poseemos nuestra victoria, nuestra bendición suprema, no como posibilidad, sino como realidad siempre presente.

«Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues en Cristo nos ha bendecido en los cielos con toda clase de bendiciones espirituales.» Efesios 1.3

martes, 16 de febrero de 2016

Cielo e Infierno


Nos engaña el tiempo con la ilusión 
de transcurrir entre la cuna y la sepultura.

Dios, el gran espacio en que todo transcurre 
manifiesta su poder en la paciente espera.

Sin dudas el castigo por el pecado es el pecado
en sí mismo, sin cielos ni infiernos. 

El galardón de la virtud es la misma virtud,
y es santo paraíso de vida eterna en plenitud.

viernes, 12 de febrero de 2016

La plenitud del tiempo

Somos hijas e hijos de Dios y, por esta misma razón, coherederos con Jesús (Romanos 8.17). Muchas veces nos vemos llenos de limitaciones y temores, y dudamos de que Dios realmente sea nuestro Padre. Sin embargo esta es solamente una etapa, porque espiritualmente no somos sino niños pequeños. Los infantes, carentes de sabiduría y experiencia, no pueden asumir grandes responsabilidades y tienen que ser guiados y formados.

"Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo de la familia, aunque sea en realidad el dueño de todo. Hay personas que lo cuidan y que se encargan de sus asuntos, hasta el tiempo que su padre haya señalado." Gálatas 4.1-2

Pero cuando llega la plenitud del tiempo, la voz del Espíritu se hace oír en el corazón llevando a que las hijas e hijos de Dios exclamen "Abba, Padre". Entonces, al fin, reconocemos que somos hijas e hijos de un gran Rey y que todo lo que el Padre posee, es nuestro por derecho para nuestro bien, sea salud, provisión, oportunidades, armonía, alegría, o cualquier otra bendición divina.

"Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a quienes se las pidan!" Mateo 7.11

martes, 9 de febrero de 2016

Somos descendientes de Dios

"Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre. ¿Acaso alguno de ustedes sería capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a quienes se las pidan!" Mateo 7.7-11


Jesús enseñó, sin ambigüedades, la verdad fundamental de la paternidad de Dios. Consecuentemente, si Dios es nuestro Padre, nosotros somos sus hijas e hijos. En el pasaje citado, el Maestro dice, de forma clara, que la relación real de Dios y el ser humano es de padre e hijo, como también lo expresó el apóstol Pablo: "Somos descendientes de Dios". Es imposible exagerar la importancia y el gran alcance que esta verdad tiene para la vida espiritual.

"Jesús les dijo: —En la ley de ustedes está escrito: “Yo dije que ustedes son dioses.” Sabemos que lo que la Escritura dice, no se puede negar; y Dios llamó dioses a aquellas personas a quienes dirigió su mensaje." Juan 10.34-35

Por definición, los descendientes heredan la misma naturaleza y especie que el progenitor. Esto quiere decir que, si Dios y el ser humano son realmente padre e hijo, la humanidad es esencialmente divina y capaz de evolucionar hasta manifestar plenamente la divinidad. De ese modo, a medida que nuestra verdadera naturaleza se manifieste, nuestra conciencia espiritual se expandirá hasta trascender todos los límites de la imaginación humana. Esa es nuestra naturaleza y  nuestra gloriosa herencia, así lo afirmó Jesús citando las Escrituras.

viernes, 5 de febrero de 2016

Lejanía


Desde lo alto de la gloria
podíamos ver la inmensidad.
Nuestro derecho natural
a la grandeza divina.

Todos hemos huido
de nuestro propio valor.
Y desde la lejanía anhelamos
aquello siempre somos.

La gloria del paraíso divino
es volver al interior que resplandece
en el corazón del Universo.

martes, 2 de febrero de 2016

Sabiduría espiritual

"Confía de todo corazón en el Señor y no en tu propia inteligencia." Proverbios 3.5

La inteligencia, así como el amor, es parte esencial del evangelio, la buena noticia. Dios es amor, y es también inteligencia infinita y, a no ser que asimilemos estos dos aspectos de Dios, no viviremos con sabiduría, porque la sabiduría es el perfecto equilibrio de inteligencia y amor. El amor sin inteligencia lleva a un sentimentalismo desordenado, y la inteligencia sin amor rápidamente puede transformarse en cruel frialdad.

"Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará; pues Dios da a todos sin limitación y sin hacer reproche alguno." (Santiago 1.5) Nunca dependamos de las apariencias, ni de nuestra limitada percepción, sino confiemos en la inspiración del Espíritu Santo para guiarnos... Si oramos cada día para recibir sabiduría y nuevas oportunidades para servir, Dios responderá adecuadamente.

"No den las cosas sagradas a los perros, no sea que se vuelvan contra ustedes y los hagan pedazos. Y no echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen." Mateo 7.6

No olvidemos que las personas que nos rodean siempre están observando nuestra conducta personal y los frutos de nuestra práctica espiritual. Alguien dijo alguna vez, "predica la Verdad en todo momento, si es necesario usa las palabras." La forma más efectiva para compartir la Verdad con otros es viviendo de acuerdo con ella. Entonces, la gente percibirá la transformación cambio en nosotros y se acercarán de forma espontánea en busca del secreto de la sabiduría espiritual.