viernes, 26 de mayo de 2023

¿Dónde estabas tú, cuando yo afirmé la tierra?

«¿Quién se atreve a oscurecer mis designios con palabras carentes de sentido? Pórtate como hombre, y prepárate; yo te voy a preguntar, y tú me vas a responder.» Job 38.2-3

En el mismo inicio de las Escritura se afirma que se nos dio dominio sobre la tierra y todo lo que hay en ella. Sin embargo, basta solamente abrir los ojos para darnos cuenta que nuestro dominio dista mucho de ser una realidad. Y ya que la experiencia contradice la creencia, apelamos a la razón y buscamos "oscurecer el designio con palabras carentes de sentido". La falta de comprensión nubla nuestro buen juicio. ¿Cómo podemos, entonces, realizar y manifestar el designio divino? Aplicándonos para aumentar nuestra comprensión de la verdad espiritual.

En el pasaje de Job capítulo 38, versículos 1 al 7, ¿por qué se representan las aflicciones como un torbellino? Un torbellino es un fenómeno incontrolable de la naturaleza, y también lo son las aflicciones hasta que aprendamos a hacerles frente con un espíritu constructivo. Entonces ya no nos abruman.



¿Podremos encontrar alguna vez las respuestas a las preguntas sin respuesta de la vida? Cuando entramos en la conciencia espiritual, o sea, la conciencia de la Verdad, podemos responderlas. A medida que continuamos expresando lo que es verdad, llegamos gradualmente a comprender lo que antes parecía oscuro. Haremos bien en acercarnos a la vida con un espíritu de humildad, especialmente mientras nuestra comprensión de la verdad espiritual sea limitada, por no mencionar nuestra comprensión de las verdades científicas de la vida y de los fenómenos naturales de la tierra y el universo. Grandes palabras jactanciosas están fuera de lugar en nuestros labios. Callemos ante Dios, y permitamos que su Espíritu nos guíe a la sabiduría.

viernes, 19 de mayo de 2023

Cuida tu corazón más que otra cosa

"Cuida tu corazón más que otra cosa, porque él es la fuente de la vida. Aparta de tu boca las palabras perversas; aleja de tus labios las palabras inicuas. Dirige la mirada hacia adelante; fíjate en lo que tienes delante de tus ojos. Piensa qué camino vas a seguir, y plántate firme en todos tus caminos. Apártate del mal. No te desvíes ni a la derecha ni a la izquierda." Proverbios 4.23-27

Cuidar nuestro corazón parece una frase hecha, una fórmula que en el fondo no significa nada. Sin embargo, esa expresión engloba todo un conjunto de prácticas espirituales que son esenciales para una vida sana, equilibrada y positiva. La manera en que cuidamos adecuadamente nuestro corazón es  haciéndonos conscientes de nuestros pensamientos y motivos no expresados hasta que nuestros hábitos de pensamiento entren en plena armonía con la voluntad divina. El estado de ánimo que nos alinea con el orden divino está formado por el pensamiento disciplinado y la acción de la voluntad.

La disciplina es indispensable para poner bajo control nuestro uso de la palabra hablada. Es necesario dominarnos para "apartar de nuestra boca las palabras perversas y alejar nuestros labios de las palabras inicuas". Las palabras descuidadas, con bastante frecuencia, destruyen todo lo bueno que hemos logrado en silencio. Es por eso que necesitamos mucha determinación para cuidar nuestro corazón con toda diligencia. Necesitamos mantener nuestra meta en mente y avanzar incansablemente hacia ella. "Dirige la mirada hacia adelante; fíjate en lo que tienes delante de tus ojos".

Manteniendo nuestro sentido del equilibrio y haciéndonos conscientes de Dios, alcanzamos el descanso y la firmeza, conociendo así la paz de estar envueltos en el amor divino. "Piensa qué camino vas a seguir, y plántate firme en todos tus caminos". Es muy importante adquirir el hábito de comprobar nuestro progreso espiritual; no para vanagloriarnos, sino para animarnos a perseverar. Con la meta en mente, no podemos darnos el lujo de desviarnos de nuestro propósito o llenar nuestra vida de altibajos sin sentido; es por eso mismo que oramos para que Dios purifique nuestros pensamiento, palabras y obras. "Apártate del mal. No te desvíes ni a la derecha ni a la izquierda".

viernes, 12 de mayo de 2023

Dios me escuchó y atendió a la voz de mi súplica

"Ustedes todos, los que temen a Dios, vengan y escuchen lo que él ha hecho conmigo. Con mis labios le pedí ayuda; con mi lengua exalté su nombre. Si mi corazón se hubiera fijado en la maldad, el Señor no me habría escuchado. Pero lo cierto es que Dios me escuchó y atendió a la voz de mi súplica." Salmos 66.16-19


Debemos dar gracias al Señor, y alabarle, porque de esa manera despertamos dentro de nosotros mismos la sublimidad, el poder y la majestad de la Presencia Divina. 


Las interpretaciones populares de las Escrituras no siempre nos trasmiten las ideas que los autores deseaban comunicar. Al consultar a intérpretes bíblicos independientes, descubrimos que se han cometido muchos errores al traducir del hebreo y el griego al español. Frecuentemente, encontramos con que las traducciones a nuestro idioma nos pintan un Dios terrible, colérico, caprichoso y vengativo. ¡Nada más alejado de la verdad! 


Por ejemplo, leemos en el versículo 16: "Ustedes todos, los que temen a Dios, vengan y escuchen lo que él ha hecho conmigo", pero debería traducirse más fielmente: "Vengan ustedes, y escúchenme relatar lo que digo, y lo que Dios ha hecho por mí". ¿Debería haber algún elemento de temor en nuestros corazones hacia Dios, cuando oramos y damos gracias? No. Siempre debemos tener presente que Dios es un Padre amoroso, compasivo y misericordioso, que siempre está más dispuesto a dar de su abundante bondad que nosotros a recibir de ella.


Es cuando nos establecemos en la conciencia de la bondad, la ternura y el infinito amor del Padre que, al igual que David, prorrumpimos en pensamientos, y palabras de alabanza. "¡Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni me escatimó su misericordia!" Salmos 66.20




viernes, 5 de mayo de 2023

El que me ha visto a mí, ha visto al Padre

"Felipe le dijo: «Señor, muéstranos el Padre. Con eso nos basta.» Jesús le dijo: «Hace ya tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y tú, Felipe, no me has conocido? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo entonces dices: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, es quien hace las obras. Créanme que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí; de otra manera, créanme por las obras mismas»." Juan 14.8-11

¿Cómo puede Jesús mostrarnos al Padre? Por medio del amor, la sabiduría, el juicio, la fe, la voluntad y el entendimiento divinos, el espíritu que anima todo bien. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Del mismo modo que Jesús, y en su mismo espíritu, nosotros también podemos manifestar la presencia del Padre a través de la oración habitual y manteniéndonos en la conciencia de Dios. Mientras servía constantemente a las personas, sanándolas y enseñándoles acerca del reino, Jesús permaneció consciente del Padre al observar tiempos regulares de oración y comunión con Él.

La oración es mucho más que simplemente un ejercicio piadoso o de recogimiento interior. La plegaria es el punto de partida para la acción, porque “el Padre que permanece en mí hace sus obras”, pero el estado correcto de la mente y el corazón que la oración produce deben resultar en la acción correcta para hacer una vida perfectamente moldeada por la voluntad de Dios. Confiando en el Espíritu divino dentro de nosotros y dándole crédito solo a Él por todo el bien que manifestamos y realizamos, el ego es apartado y apagado. Esa es la obra y la gloria de Dios.