martes, 31 de octubre de 2017

Una herencia de libertad


Hoy conmemoramos el quinto centenario de la Reforma iniciada por Martín Lutero. Por todo el mundo, las iglesias evangélicas, con mayor o menor énfasis se alistan para recordar su origen, sus valores y su tradición. La historia es importante, es vital para saber quiénes somos y de dónde venimos, pero puede convertirse en un lastre si no se conecta con el presente y no nos impulsa hacia el futuro.

Al clavar sus 95 tesis sobre las indulgencias, aquel 31 de Octubre de 1517, es posible que el joven monje Martín Lutero no imaginase lo que estaba a punto de iniciar. La pequeña llama de una disputa académica fue la que encendió una antorcha que iluminó, y en algunos casos incendió, a la cristiandad. No sería honesto decir que todo fue positivo, pero sería menos honesto ocultar el legado que la Reforma iniciada por un humilde monje agustino ha dado no sólo a la Iglesia cristiana, sino también a toda la cultura de occidente.

Como todas las personas de la Europa medieval, Lutero creció a la sombra de una Iglesia opresiva y corrupta que, para dominar y explotar al pueblo, infundía terror echando mano de una deformada imagen de Dios. La gente de todas las clases sociales vivía sometida a un tipo de religiosidad mecánica y pesada, basada en sacrificios, sufrimientos, buenas obras y donativos a la Iglesia. Lejos de anunciar la alegría del Evangelio, fustigaba a las conciencias con las permanentes amenazas del infierno, de la ira y del castigo.

Apesadumbrado por la insuficiencia de sus méritos y desesperado por la salvación de alma, el joven Lutero encontró consuelo no en las indulgencias y penitencias eclesiásticas, sino en la siempre viva palabra de Dios que le anunciaba la buena noticia: "Pues por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación por medio de la fe. No es esto algo que ustedes mismos hayan conseguido, sino que es un don de Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede gloriarse de nada" Efesios 2.8-9. Y aseguraba, sin lugar a dudas: "Pues el evangelio nos muestra de qué manera Dios nos hace justos: es por fe, de principio a fin. Así lo dicen las Escrituras: «El justo por la fe vivirá»" Romanos 1.17.


¡Dios es amor! ¡Dios nos hace libres! No depende de nuestros méritos, de nuestras virtudes o de nuestro esfuerzo. Dios nos salva por pura gracia, por los méritos de Cristo. Lutero, poco a poco, se fue dando cuenta de la profundidad de este redescubrimiento del Evangelio y comenzó a compartirlo, primero con sus alumnos y parroquianos, y al poco tiempo con todas las almas sedientas que estaban más que deseosas por el refrigerio y el consuelo que sólo la palabra de Dios pueden traer. La traducción de las Escrituras al alemán y la rápida difusión que aseguraba la imprenta, pronto sembraron las semillas de la libertad evangélica más allá de lo que el propio Lutero hubiese podido imaginar.

Hoy entendemos la libertad como la posibilidad de hacer lo que se nos viene en gana. En cambio, la libertad propuesta por el Evangelio es un llamado al servicio en amor. No como pago, ni siquiera como gratitud a Dios, sino como reflejo de la transformación que la gracia produce en nuestras vidas. La libertad en Cristo quita el peso de la opresión y nos capacita para ser testigos del amor. La libertad en Cristo nos impulsa a adorar y alabar al amoroso Padre que comparte con nosotros su propia vida. La libertad en Cristo nos anima a servir como el propio Cristo nos sirvió. Esa nuestra herencia, nuestro presente y nuestro horizonte futuro.

"Ustedes son una familia escogida, un sacerdocio al servicio del rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios. Y esto es así para que anuncien las obras maravillosas de Dios, el cual los llamó a salir de la oscuridad para entrar en su luz maravillosa." 1 Pedro 2.9


viernes, 27 de octubre de 2017

El amor es excéntrico

"Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? " Mateo 5.46

Es posible que, bajo una máscara de piadosa comunión con el
Espíritu, muchos de nosotros usemos la oración, la meditación y la contemplación como formas de fuga para no enfrentarnos con el desafío que supone lidiar con otras personas. Aunque la ilusión puede ser deliciosa, la oración, la meditación y la contemplación que no se manifiestan en amor concreto son solamente eso: Ilusión.

Debemos aceptar y acoger a nuestro prójimo en el corazón, incluso si esa persona no nos ama a nosotros; si la otra persona se nos oponen, o si activamente nos odia, ¡amémos! Démosle nuestro apoyo, nuestro consuelo, nuestro saludo (aunque debamos hacerlo silenciosamente a causa de su rechazo). El amor es excéntrico, eso significa que sale del centro. Quien ama no es el centro, el centro es el otro.

"Hasta donde dependa de ustedes, hagan cuanto puedan por vivir en paz con todos." Romanos 12.18

Demos amor desinteresadamente, de manera excéntrica, así como Dios nos ama, así como el Sol derrama su generosa luz, independientemente de nuestra bondad o maldad. Respetemos a todas las personas, a todos los seres vivientes, a toda la creación, y vivamos en armonía con todo.

Abandonemos las palabras necias, al gusto de la sociedad. No hagamos diferencias, como hace la mayoría, juntándonos únicamente con quienes comparten nuestros gustos y aprueban nuestra manera de pensar. Abstengámonos de condenar a quienes piensan y actúan de manera diferente a la nuestra. El amor es excéntrico, y somos llamados a manifestar el amor. En el amor, nuestra oración, meditación y contemplación, significará acoger al mundo entero en el corazón para iluminarlo con la luz de Dios.

martes, 24 de octubre de 2017

El secreto del éxito en la oración

Es posible que, por imaginar a Dios lejano y complicado, nos parezca que Él solamente oye oraciones pomposas y complicadas. Pero lo cierto es que cualquier tipo de artificialidad romperá la comunión espiritual y nos conducirá al fracaso. Por medio de Moisés, Dios instruyó a los israelitas a construir sus altares de forma sencilla y rústica; solamente con piedras, sin pulir ni escuadrar. El secreto de la oración eficaz es ser simple.

"Y si me hacen un altar de piedras, que no sea de piedras labradas, porque al labrar la piedra con herramientas se la hace indigna de un altar." Éxodo 20.25

Las oraciones ensayadas, con lenguaje pomposo y artificial, son fruto del intelecto, y el intelecto no puede ser un canal de comunión espiritual. La inteligencia racional es un instrumento maravilloso dentro de su propia área, pero no es posible orar intelectualmente. Tan pronto como encerramos la oración en una fórmula elaborada mentalmente, especialmente si nos lleva a sentir que estamos siendo inteligentes o literarios, disfrutándolo, podemos saber que no estamos orando, sino recitando un discurso.

"Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios. No sean como ellos, porque su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan." Mateo 6.7-8

Si de pronto un camión se dirigiese hacia nosotros, no tendríamos tiempo para elaborar especulaciones teológicas u oraciones abstractas; clamaríamos de forma muy directa y simple a Dios por auxilio. Este ejemplo encierra una enseñanza muy práctica: La razón por la cual experimentamos mejor el poder la oración en circunstancias dramáticas es, porque en tales situaciones, sencillos, directos y espontáneos.

viernes, 20 de octubre de 2017

Acuérdense de la mujer de Lot

"Jesús le dijo: — El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no sirve para el reino de Dios." Lucas 9.62


Una de las tentaciones más sutiles, y peligrosas, para la vida de fe es mirar atrás. El llamado de Cristo nos impulsa a ir siempre al frente. Sin importar qué tentaciones nos acechen o cuánto nos atraiga lo que hemos dejado atrás, avancemos con la mirada fija en Jesús. El Maestro nos advirtió que si alguien pone su mano en el arado y luego se vuelve atrás, no es digno del Reino del Cielo. Él, del mismo modo, nos exhorta: "Acuérdense de la mujer de Lot" (Lucas 17.32).

"Por la mañana hazme saber de tu amor, porque en ti he puesto mi confianza. Hazme saber cuál debe ser mi conducta, porque a ti dirijo mis anhelos." Salmos 143.8

Es natural que, después de un tiempo, consideremos que la oración y la meditación no producen ningún fruto visible. Sentimos que estamos perdiendo el tiempo. Tal vez nos parezca que el camino que emprendimos es inútil, desagradable o peligroso, pero en realidad es infinitamente mejor que lo que dejamos atrás. No avanzamos en este camino guiados por la vista y la experiencia, sino únicamente por la fe. No olvidemos jamás que Dios está siempre a nuestro lado, y Él nos enseñará el camino. ¡No miremos atrás!

martes, 17 de octubre de 2017

Deja tus preocupaciones al Señor

"Deja tus preocupaciones al Señor, y él te mantendrá firme; nunca dejará que caiga el hombre que lo obedece." Salmos 55.22


Todos, con más o menos frecuencia, tenemos momentos de preocupación y ansiedad. Pero, aunque aparentemente lo que nos preocupa es algo material, como la salud o el dinero, toda ansiedad es puramente mental. La preocupación, la frustración, el enojo, la impaciencia, no valen la pena ni aportan nada a la hora de resolver problemas. Ninguna cosa o situación valen la pérdida de la paz interior. Frente a la preocupación y la ansiedad, centrarnos únicamente en Dios es el remedio infalible.

La verdad de las afirmaciones anteriores descansa sobre la verdad de la omnipresencia de Dios. Eso quiere decir que, sin importar qué tan mal parezcan estar las cosas, Dios siempre está presente y nunca dejará que caigamos. Sin importar qué sea lo que nos quita el sosiego, la oración lo colocará en su debido lugar. Si nuestras circunstancias actuales aparentan ser irresolubles, podemos aquietarnos en la presencia de Dios y dejar que sea Él quien nos guíe, y nos permita aprender la amorosa lección que cualquier cosa, situación o persona trae consigo.

"Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa?" Mateo 6.25

Ninguno de nosotros está libre de problemas, grandes o pequeños. Y, si algo viniera a sucedernos ¿qué? Aunque perdiéramos el dinero, la salud o sufriéramos alguna catástrofe. ¿Qué con eso? Gran parte del sufrimiento, ansiedad y desesperanza en esas circunstancias no proviene del hecho en sí, sino de creernos tan especiales que esas cosas jamás podrían sucedernos. ¿Entonces qué? Dejemos nuestras preocupaciones al Señor, y Él nos mantendrá firmes...

viernes, 13 de octubre de 2017

Lo único que importa es la oración

"¡Pueblo mío, confía siempre en él! ¡Háblenle en oración con toda confianza! ¡Dios es nuestro refugio!" Salmos 62.8

El tiempo que pasamos en oración nunca es tiempo perdido. La oración es la respiración del espíritu, y no podemos esperar tener una vida plena sin la adecuada respiración. Tal vez nos excusemos diciendo: "No oro mucho, es verdad, pero pienso en Dios todo el día". Esto no es más que ilusión. Si nuestros pensamientos estuviesen centrados en Dios, le dedicaríamos mucho más tiempo a la oración. La oración, como la respiración, debe ser una constante y profunda. No lo olvidemos nunca: ¡lo único que importa es la oración!

"No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús." Filipenses 4.6-7

La vida, con todos sus desafíos, está llena de alegrías, pero también tiene sus tristezas y contrariedades. Si estamos alegres y plenos de vitalidad, demos gracias a Dios. Si nos encontramos agobiados por el cansancio, la tristeza o el temor,  Dios es nuestro consuelo. En todo tiempo y en todo lugar, oremos. Si oramos sin cesar, con fe y gratitud, la amorosa presencia de Dios será nuestra experiencia constante; la ansiedad, el temor y el dolor serán consumidos por el amor; la paz y la alegría se manifestarán en nuestra vida.

"Oren en todo momento." 1 Tesalonicenses 5.17

martes, 10 de octubre de 2017

Señor, danos un buen concepto de nosotros mismos

"Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria." Colosenses 1.27

Actualmente se le da mucha relevancia a la autoestima, equiparando ésta a un alto concepto de sí mismo que casi es sinónimo de omnipotencia aunque no tenga el más mínimo asidero real. Lo que en algunos pueda sonar a orgullo presuntuoso, en otros más bien queda como evidente ridiculez. El autodesprecio es tanto o más dañino que la autosuficiencia; es sano tener una confianza humilde y mesurada en nuestras propias capacidades, sin olvidar nunca que éstas son la expresión de Dios en nosotros, y no virtudes propias. Una antigua plegaria escocesa reza: "Señor, danos un buen concepto de nosotros mismos".

"[...] ninguno piense de sí mismo más de lo que debe pensar. Antes bien, cada uno piense de sí con moderación, según los dones que Dios le haya dado junto con la fe." Romanos 12.3

El desprecio de sí mismo no es virtud, es negación del maravilloso y divino don de la la vida. No se debe confundir jamás el autodesprecio (que es una forma de orgullo disfrazado) con la humildad ni con la abnegación. El orgullo, la presunción y la autosuficiencia también llevaran al fracaso y la decepción. Únicamente una clara conciencia de nuestras capacidades, de los dones que Dios nos ha dado por pura gracia, nos darán moderación, sabiduría, y estabilidad espiritual y mental. Por nosotros mismos nada podemos, pero en Cristo somos nuevas creaciones. Pensemos, hablemos, y vivamos en la plena libertad, confianza y fortaleza que nos da el ser hijas e hijos de Dios.

"Yo dije que ustedes son dioses; que todos son hijos del Altísimo." Salmos 82.6

viernes, 6 de octubre de 2017

En todo tiempo y lugar

¿Qué significado tiene para nosotros la omnipresencia de Dios? Significa que no hay tiempo ni lugar en que Dios no esté presente. En todo tiempo y lugar Dios está disponible, sin importar si es de día o de noche, sin depender de la estación del año, independiente de que estemos en la iglesia o el mercado, Dios está siempre presente, siempre dispuesto a consolarnos, a sanarnos, a guiarnos y a enseñarnos. ¿Creemos realmente en ello? ¿Confiamos en Dios siempre presente y amoroso? Es imposible practicar la presencia de Dios y derramarnos ante Él en oración sin recibir paz, consolación, sanación e inspiración.

"El Señor afirma: «Lejos o cerca, yo soy Dios. ¿Quién podrá esconderse de mi vista? Con mi presencia lleno el cielo y la tierra. Yo, el Señor, lo afirmo." Jeremías 23:23-24

Dios no requiere de nosotros tiempos ni lugares especiales; Él es el hacedor de todas las cosas y "no habita en templos hechos por manos humanas". Lo que el Señor espera de nosotros es que creamos y confiemos en Él de todo corazón, y que nos deleitemos en su presencia dejando que sea Él quien actúe. Cuanto mayor sea nuestra necesidad de  consuelo, sabiduría o paz, tanto más debemos entregarnos silenciosamente a Dios. El secreto del poder en la oración es: "estén quietos y reconozcan que soy Dios".

"Pues el Señor está atento a lo que ocurre en todo el mundo, para dar fuerza a los que confían sinceramente en él. ¡En esto has actuado como un tonto! Porque de ahora en adelante tendrás más guerras." 2 Crónicas 16.9

martes, 3 de octubre de 2017

¡Cuidado, perro bravo!

«Tengo tres perros peligrosos: la ingratitud, la soberbia y la envidia. Cuando muerden dejan una herida profunda.» - Martín Lutero

Involucrarnos negativamente en la relación con nuestro prójimo es como enfrentarse a un perro agresivo: es muy peligroso. Muchas veces queremos disfrazar la ingratitud, la soberbia o la envida con una máscara de indignación, moralismo o deseo de corregir al otro, pero eso es agarrar al perro bravo por las orejas ¡y seguro que morderá! Aunque no expresemos nuestras actitudes, sino que las mantengamos en en interior del propio corazón, aún así no quedarán sin consecuencias.


"Meterse en pleitos ajenos es agarrar a un perro por las orejas." Proverbios 26.17

Dios nos ha creado para vivir en comunión, para interesarnos y ser compasivos con los demás. El solipsismo no es espiritual, ni es humano. Siempre es bueno pensar correctamente acerca de las personas que nos rodean y de las situaciones que nos tocan vivir, pero siempre debemos cuidar de hacerlo desde la perspectiva adecuada, centrados en la presencia de Dios, lejos de la ingratitud, la soberbia o la envida, evitando así agarrar por las orejas a un perro peligroso.