viernes, 28 de octubre de 2016

Sublime gracia


Si los pasos son forzados
el camino se hace largo.
Pero ¿por qué andar tanto
para llegar aquí donde estoy?

No tuve que ir; él vino
por nosotros, por todos.
Y por su trabajo recibimos,
sin precio, gracia y verdad.

La vista engaña; vemos bien
con los ojos del corazón.

Por amor de su nombre eterno,

caminamos juntos, unos y otros.

martes, 25 de octubre de 2016

El lugar secreto del Altísimo

“Tú que habitas al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Omnipotente.” Salmo 91.1

El Salmo 91 es uno de los capítulos más conocidos y citados de la Biblia. El tema central de este pasaje es la completa paz, seguridad y confianza que goza quien vive en comunión con Dios. Cuando nos abandonamos en los brazos de nuestro Padre ya no dependemos de nuestra fuerza, porque Él es nuestra fortaleza; ya no tememos, porque Él es nuestra liberación; no desesperaremos, porque Él es nuestra certeza; no nos abatiremos, porque Él es nuestra victoria.

Un ejercicio espiritual muy sencillo y accesible es orar haciendo nuestras cada una de las palabras de este salmo, leyendo de forma pausada cada una de sus afirmaciones, considerando el significado y guardándolas en nuestro corazón. 

El texto nos hace referencia a un “lugar secreto” o “esconderijo” donde Dios nos cobija y nos instruye. Este lugar secreto no es otro que nuestro propio espíritu, la intimidad de nuestro corazón. Erróneamente podemos creer que el lugar secreto del Altísimo está en algún sitio o dimensión, pero siempre fuera de nosotros mismos. Buscando afuera lo que está adentro no es raro que pasemos nuestra vida vagando sin encontrar el centro de nosotros mismos. Dios está más cercano que nuestro propio aliento.

Habitar al amparo del Altísimo significa vivir bajo la protección de Dios mismo. A la sombra de sus alas gozamos de abrigo, protección y refrigerio. La Escritura no deja lugar a dudas, al llamar a Dios Omnipotente afirma que no existe otro poder aparte de Dios, y Dios es bueno, por lo tanto nuestro amoroso Padre puede, y quiere, realizar su buena voluntad en nuestras vidas.

“También sabemos que Dispone todas las cosas para bien de los que lo aman, a quienes él ha escogido y llamado.” Romanos 8.28

La oración superficial, formal y egoísta poco o nada puede hacer para acercarnos al lugar secreto del Altísimo, más bien todo lo contrario. Dios nos da entrada bajo la sombra de sus alas, en su esconderijo seguro, cuando “cerrando la puerta de nuestra habitación” nos entregamos a la plena comunión con el Padre, por medio de Hijo, en la comunión del Espíritu Santo.

“Pero tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta, y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará” Mateo 6.6

viernes, 21 de octubre de 2016

La verdad presente


No hay palabras para comunicar
el magnífico silencio que expresa
la verdad primordial, el abismo
de amor y bondad siempre disponible.

La sabiduría oculta de Dios, en Dios,
que desde la eternidad hace actual.
El misterio insondable de su luz, simple,
compartida para nuestra gloria, la suya. 

Esto es algo no entienden los potentados 
del mundo presente. Sólo a los niños
y a los sencillos se les abren las puertas
del conocimiento, la verdad presente.

martes, 18 de octubre de 2016

El décimo Mandamiento

"No codicies la casa de tu prójimo: no codicies su mujer, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca." Éxodo 20.17

La codicia afecta profundamente la condición espiritual. Aunque nunca lleguemos a tomar algo que no nos pertenezca, codiciarlo debilita y, finalmente, pudre el alma. Codiciar algo significa una ignorancia fundamental de los principios divinos, y esa ignorancia nos aparta de Dios. "¿Por qué?", podemos preguntarnos. Es que, cualquier cosa que tengamos o nos falte, refleja nuestra percepción y manifiesta nuestra fe. Si ignoramos esto, no hay salvación posible.


Este mandato es muy detallado. Menciona no codiciar la casa, ni la esposa, ni el siervo, ni la sierva, ni el ganado, ni nada que pertenezca a nuestro prójimo. El deseo impropio a lo que no nos pertenece, los pensamientos codiciosos y avaros, son causa de los mayores males que sufrimos como individuos y como sociedad. Moisés nos alerta contra esta fuente de perturbaciones.

"Hagan, pues, morir todo lo que hay de terrenal en ustedes: que nadie cometa inmoralidades sexuales, ni haga cosas impuras, ni siga sus pasiones y malos deseos, ni se deje llevar por la avaricia (que es una forma de idolatría)." Colosenses 3.5

Dios es el creador, sustentador y proveedor de todo cuanto existe. Sin importar qué sea lo que estemos necesitando, o pensemos que estamos necesitando, podemos estar seguros que Dios lo posee en abundancia. La codicia es una de las peores formas de falta de fe. La providencia de Dios es infinita y envidiar a alguien porque posee algo que nosotros no, es negar nuestra propia comunión con Dios.

viernes, 14 de octubre de 2016

El noveno Mandamiento

"No des falso testimonio contra tu prójimo." Éxodo 20.16

No necesitamos mucha reflexión, ni intrincadas especulaciones, para entender el obvio significado de esta ordenanza: No debemos decir mentiras. 


Es importante que observemos este principio en todos los aspectos de nuestra vida. La rectitud de la verdad no es únicamente una gentileza hacia las otras personas, afecta nuestra propia percepción. Si faltamos a la verdad, en cualquier aspecto, la verdad se hará cada vez más lejana e inaccesible para nosotros. La Biblia registra las palabras de Jesús, quien dijo: "Les digo lo siguiente: el día del juicio, tendrán que dar cuenta de toda palabra inútil que hayan dicho." Mateo 12.36

De forma más profunda, este mandato significa que, de una u otra manera, siempre expresamos quienes realmente somos. Es imposible ser una cosa y manifestar otra. Mi padre solía decir: "el que le miente a los demás es un pecador, pero quien se miente a sí mismo es un tonto". Es cierto que podemos engañar a otros por medio de mentiras y máscaras, pero no de manera permanente. La verdad es la expresión del carácter de Dios en nosotros. La verdad divina no tiene como finalidad reformarnos o corregirnos, su propósito es transformarnos y hacernos una nueva creación.

"Simplemente di: “Sí, lo haré” o “No, no lo haré”. Cualquier otra cosa proviene del maligno." Mateo 5.37

Cuando nosotros percibamos que la veracidad, la sinceridad y la rectitud son mucho más que simples normas de convivencia social y honestidad formal, nos estableceremos firmemente en la verdad divina y podremos dar recto testimonio, no sólo con palabras, sino con nuestra vida entera.

martes, 11 de octubre de 2016

El octavo Mandamiento

"No robes." Éxodo 20.15

Tanto la moral cuanto las leyes de la mayoría de las sociedades declaran que robar está mal. Sea por conformidad con las reglas sociales o por temor al castigo por el delito, la mayor parte de nosotros nos abstenemos de robar. No obstante, siempre ha habido personas que se han dedicado al robo ocasionalmente o como forma de vida. Sea como fuere, el respeto por la propiedad ajena es un principio fundamental, en las relaciones sociales y en la vida espiritual. 

"Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón." Mateo 6.21

El robo y el despojo sólo es posible si hay apego; si la conciencia es libre, ni todos los ladrones del mundo podrían robar siquiera una mísera moneda. La consciencia de la Presencia de Dios, creador y sustentador de todo lo que existe, nos libera de la dependencia de lo efímero. Del Señor "es la tierra y su plenitud", nosotros somos simples mayordomos de los bienes que él nos otorga.

Los mandamientos no son restricciones arbitrarias, sino leyes fundamentales de la vida. Ir en contra de la armonía de la vida no perjudica en nada a Dios, pero sí mucho a nosotros mismos. Dios es amor; el amor y la armonía manifiestan aspectos de Dios. Cuando nosotros renunciamos al latrocinio, empezamos a percibir que nada nos falta y que poseemos la plenitud de todo lo que Dios es. La total libertad viene del desapego.


viernes, 7 de octubre de 2016

El séptimo Mandamiento

"No cometerás adulterio." Éxodo 20.14 

A pesar de que en nuestra época intentamos restarle importancia o radicalidad, este mandamiento significa exactamente lo que quiere decir. La ética cristiana, fundamentada en la pureza del amor, no puede ser relativizada sin perder su singularidad y su fuerza. No cometer adulterio es esencial, porque la santidad de la relación es el fundamento de la paz y de la comunión, entre nosotros, y también con Dios. Pero el sentido del mandamiento no se agota en una formalidad exterior de lealtad, es más, mucho más. 


Cuando leemos el Antiguo Testamento nos damos cuenta que el adulterio y la fornicación estaban muy relacionados, e inclusive se tomaban como sinónimos, con la idolatría. La adoración idolátrica era condenada como adulterio. La razón principal de este entendimiento ya estaba explícita en el primer mandamiento: "No tengas otros dioses aparte de mí". A lo largo de las Escrituras encontramos a Dios presentándose como marido del alma humana, queriendo expresar así su deseo de comunión, intimidad y fidelidad. Así también encontramos que la idea de la mujer adúltera, quien es infiel a su marido, constantemente significa el alma humana que está desviándose en pos de algún otro dios.

"¡Oh gente infiel! ¿No saben ustedes que ser amigos del mundo es ser enemigos de Dios? Cualquiera que decide ser amigo del mundo, se vuelve enemigo de Dios. Por algo dice la Escritura: «Dios ama celosamente el espíritu que ha puesto dentro de nosotros.»" Santiago 4.4-5

martes, 4 de octubre de 2016

El sexto Mandamiento

"No matarás."  Éxodo 20.13

"No pienses", "no digas", "no hagas". Como normas de conducta, los mandamientos son precisamente así, una serie de restricciones que regulan el comportamiento exterior. Sin embargo, cuando entendemos que debajo de la superficie se encuentra un profundo significado espiritual, comprendemos que el propósito de estos preceptos no es restringir, sino transformar. 

El sentido de este mandamiento es muy claro, toda violencia comienza en el corazón. Sin importar cuánto queramos enmascararnos tras un velo de moralidad y buenas inteciones, nosotros siempre estamos tratando de matar. Este precepto divino nos recuerda que pensar que podemos matar algo, es crearnos un conflicto del cual no podremos huir ni escapar de sus consecuencias. Solemos justificarnos diciendo que vivimos en un mundo agresivo y violento, y que es imposible vivir sin crear defensas. Lo cierto es que nada, ni nadie, puede atacar ni destruir lo que somos, hijas e hijos de Dios; únicamente nosotros, desde nuestro interior, podemos hacerlo.

"Ustedes han oído que a sus antepasados se les dijo: “No mates, pues el que mate será condenado.” Pero yo les digo que cualquiera que se enoje con su hermano, será condenado. Al que insulte a su hermano, lo juzgará la Junta Suprema; y el que injurie gravemente a su hermano, se hará merecedor del fuego del infierno." Mateo 5.21-22


Generalmente pasamos el tiempo de nuestras vidas pensando pensando y quejándonos de la maldad de otras personas, de los daños e injurias que hemos recibido, y de lo buenos y maravillosos que podríamos ser si no fuese porque los otros, con su malicia, nos impiden. Si somos sinceros, esos pensamientos están en nuestro interior, y somos directamente responsables por ellos. Nuestra libertad para ser nosotros mismos, así como nuestro progreso espiritual, se manifestarán tan pronto como reconozcamos que nadie puede herirnos, porque nadie puede destruir lo que Dios creó.