viernes, 21 de octubre de 2022

El Señor está cerca

"Alégrense siempre en el Señor. Repito: ¡Alégrense! Que todos los conozcan a ustedes como personas bondadosas. El Señor está cerca." Filipenses 4.4-5


Nuestra rutina diaria es cada vez más exigente y acelerada. Parece que aún en momentos de relativo descanso, estamos cargados de actividades, preocupaciones y problemas; el tiempo y la fuerza no parecen suficientes. El cansancio, la agresividad, la confusión, la enfermedad y la depresión se originan porque tratamos de llevar demasiadas cargas, el peso es demasiado grande y nos puede aplastar. “No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también”.


La exhortación y el consejo parecen muy superficiales. Es fácil decir "no te preocupes", pero es difícil dejar de preocuparse. Por eso, el apóstol no se limita a simples consejos, sino que da razones para dejar de lado la ansiedad y llenarnos de alegría espiritual: "El Señor está cerca".


Si nuestra esperanza está en las cosas efímeras, estaremos tensos incluso antes de que cualquier circunstancia cambie con ellas. Sufriremos por perderlos, aunque aún no haya llegado el momento, es decir, sólo una posibilidad. Solo cuando nuestro corazón descansa en Dios podemos disfrutar de seguridad, gozo y paz. "Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús".




viernes, 14 de octubre de 2022

Tengan más amor los unos para con los otros

"¿Cómo podremos dar suficientes gracias a nuestro Dios por ustedes y por el mucho gozo que a causa de ustedes tenemos delante de él? Día y noche suplicamos a Dios que nos permita verlos personalmente y completar lo que todavía falte en su fe. Deseamos que Dios mismo nuestro Padre, y nuestro Señor Jesús, nos ayuden para que podamos ir a visitarlos.  Y que el Señor los haga crecer y tener todavía más amor los unos para con los otros y para con todos, como nosotros los amamos a ustedes. Que los haga firmes en sus corazones, santos e irreprochables delante de Dios nuestro Padre cuando regrese nuestro Señor Jesús con todo su pueblo santo. Amén." 1 Tesalonicenses 3.9-13


Nuestra vida, en las condiciones actuales, es muy agitada e incierta. Las relaciones con la comunidad, la familia, el trabajo y la vida personal se han convertido, para la mayoría de nosotros, en obligaciones onerosas y fatigosas. Es probable que muchos de nosotros recurramos a Dios en busca de alivio, seguridad y posiblemente liberación de estas cargas. Pensamos: "Que el Señor venga pronto, para que podamos descansar".


El apóstol Pablo, sin embargo, nos dice que la paz, la tranquilidad y la libertad no nos son dadas huyendo del contacto con nuestros semejantes, sino sirviéndoles con amor. Orar por los demás abre nuestros corazones para transmitir consuelo, ánimo y esperanza. Enseñar a otros abre nuestros labios para comunicar la verdad, el coraje y la generosidad. Servir a los demás abre nuestras manos para compartir dones, bienes y compasión.




Esperar al Señor no significa quedarse sentado mirando las nubes en el cielo. La fe auténtica se manifiesta en los frutos del amor concreto. Y el amor, fruto de la fe, afirma la esperanza de una vida plena para toda la creación. Es a través de Cristo que recibimos estas bendiciones, como anticipo y garantía, hoy. "Que  el Señor los haga crecer y tener todavía más amor los unos para con los otros y para con todos, como nosotros los amamos a ustedes".


viernes, 7 de octubre de 2022

Un camino de ida y vuelta

"Ustedes deben orar así: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra lo mismo que se hace en el cielo. Danos hoy el pan que necesitamos. Perdónanos el mal que hacemos, como también nosotros perdonamos a quienes nos hacen mal. No nos dejes caer en tentación, y líbranos del maligno." Mateo 6.9-13



Los antiguos maestros y maestras de espiritualidad describieron el camino a la unión perfecta con Dios como una escalera de tres peldaños, a los que llamaron vías o etapas: la vía purgativa, la vía iluminativa y la vía unitiva. O sea, la purificación de los pensamientos y deseos en esperanza, el fortalecimiento de la fe, para dar paso al puro amor.

Jesús, maestro por excelencia, nos enseña, revela, dirige a través de estas tres etapas en un camino o escala de ida y vuelta, con sencillez y máxima profundidad, por medio de la oración más bella y perfecta: el Padre nuestro. Del Padre, y por puro amor, recibimos todo lo bueno, lo verdadero y lo bello. Desde nuestra realidad podemos hacer el camino de vuelta, para regocijarnos en el seno del Padre. Los haremos orando el Padre nuestro en sentido inverso...

"Líbranos del maligno, no nos dejes caer en la tentación. Así como perdonamos a quienes nos hacen mal, perdónanos el mal que hacemos"La vía purgativa se realiza reconociendo el mal, en particular el que se origina en nosotros mismos. Es la curación del corazón, de la emociones. Y se manifiesta curando los vínculos con nuestros semejantes. Nadie puede llamar a Dios "Padre nuestro" si se niega a reconocer a sus prójimos como hermanas y hermanos.

"Danos hoy el pan que necesitamos. Lo mismo que en el cielo, que se haga tu voluntad en la Tierra. ¡Venga tu reino!" La vía iluminativa es la edificación de la inteligencia espiritual, la auténtica sabiduría que viene de la fe. Sabemos que Dios nos creó y cuida amorosa y tiernamente de toda su creación, el propósito del Padre es la voluntad de otorgar y otorgarse. El anhelo de una vida iluminada es que el Padre bueno se manifieste en todos los aspectos y circunstancias de la vida.

"Santificado tu nombre, en los cielos"... Los cielos son los mismos en todas partes, no hay fronteras ni límites, nos cubren por igual a todas y todos sin distinciones. La vía unitiva empieza en el reconocimiento de la unidad con todo lo creado, con todas las personas, bajo los cielos, porque somos hijas e hijos de un único y mismo Padre. El puro amor exprime su oración en tan solo dos palabras, que en sí mismas expresan todo lo bueno y verdadero: "¡Padre nuestro!"

Amén.