viernes, 26 de noviembre de 2021

El tiempo señalado

"Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán." Mateo 1.1


En las Escrituras se destaca el linaje de Jesús y su conexión con Abrahán y el Rey David, al igual que los profetas que anticiparon la llegada del Mesías. El nacimiento de Jesús fue anunciado, esperado y realizado. Las promesas de Dios son fieles y verdaderas. La simiente salvadora prometida a Adán, a Abraham, y a David, llegó a su tiempo, y por él nosotros somos adoptados en la familia de Dios. El linaje de Cristo, es también nuestro linaje por la fe.



Estos personajes nos enseñan que, si bien es cierto que nuestra historia es importante —de dónde provenimos y de quiénes— también nos recuerdan que todo en este mundo es pasajero. Solamente Dios permanece para siempre. Y el Señor, amoroso y compasivo, cumple sus promesas: en la plenitud del tiempo Jesucristo cargó con todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, recibió el castigo por todos los pecados al derramar su sangre en la cruz; y resucitó de entre los muertos, completando la obra de salvación, para presentarnos justos delante del Padre.

"Pero cuando se cumplió el tiempo señalado, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer y sujeto a la ley, para que redimiera a los que estaban sujetos a la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos." Gálatas 4.4-5 

viernes, 19 de noviembre de 2021

Bendeciré al Señor, que me aconseja

"Tú, Señor, eres mi copa y mi herencia; tú eres quien me sostiene. Por suerte recibí una bella herencia; hermosa es la heredad que me asignaste. Por eso te bendigo, Señor, pues siempre me aconsejas, y aun de noche me reprendes." Salmos 16.5-7


Nuestras almas aspiran a más de lo que perciben los sentidos. Nuestros corazones están llenos de un intenso deseo de receptividad y aspiración espiritual. Sin embargo, las respuestas que tendemos a buscar son insuficientes e insatisfactorias; los placeres, las distracciones y la fuga no pueden satisfacer los anhelos del corazón humano. "Cuídame, oh Dios, porque en ti confío. Yo declaro, Señor, que tú eres mi dueño; que sin ti no tengo ningún bien".


¿Cómo se puede satisfacer este deseo? Permaneciendo en silencio todos los días y escuchando la voz quieta del Espíritu, ese deseo se puede cumplir. En esta soledad interior podemos aprender el idioma del Padre y descubrir cómo ser sensibles a los principios que promueven el desarrollo espiritual. "Por eso te bendigo, Señor, pues siempre me aconsejas, y aun de noche me reprendes. Todo el tiempo pienso en ti, Señor; contigo a mi derecha, jamás caeré".




Cuando ponemos nuestra confianza en Dios, entramos en un estado de entusiasmo en lugar de amargura del alma. Agradecemos al Señor por la respuesta a la oración en lugar de llorar y recordar la aflicción y la necesidad. Es en Dios, y solo en él, donde encontramos sabiduría, alegría, justicia y paz. "Tú me enseñas el camino de la vida; con tu presencia me llenas de alegría; ¡estando a tu lado seré siempre dichoso!"


viernes, 12 de noviembre de 2021

Hijos del Dios Altísimo

"Ustedes deben amar a sus enemigos, hacer el bien y dar prestado, sin esperar nada a cambio. Grande será entonces el galardón que recibirán, y serán hijos del Altísimo. Porque él es benigno con los ingratos y con los malvados. Por lo tanto, sean compasivos, como también su Padre es compasivo." Lucas 6.35-36




Todos los cristianos hemos enfrentado, una o muchas veces, a la acusación de hipocresía. No hace falta mucha perspicacia para darse cuenta de que ninguno de nosotros alcanza el estándar del carácter divino. Somos carnales y fallidos, esa es nuestra naturaleza. De nuestro corazón carnal solamente salen "los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez". Pero la mentalidad mundana exige una norma de santidad que no es de Dios, exige perfección moral y acciones inmaculadas, exige... exige y sigue exigiendo. Esta es la táctica del diablo.


La norma de santidad que Jesús nos propone no se alcanza con esfuerzo o ascetismo, sino con fe en el que llama. Nuestra seguridad no descansa en nosotros, se aferra a la obra de Cristo. Jesucristo, Dios mismo, cargó con todos los pecados del mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, fue condenado por todos los pecados al derramar Su sangre hasta morir en la Cruz; se levantó de entre los muertos y así ha completado la obra de salvación para hacernos justos delante del Padre. Basado en esta justicia de Dios por nosotros, Él también actúa en nosotros para transformarnos. La santidad es relación; relación con Dios, en Cristo, por medio del Espíritu Santo. Relación que se manifiesta en las relaciones con nuestro prójimo. "Por tanto, sean compasivos, así como su Padre es compasivo".


Ante la tentación de juzgar, de creer que somos mejores que los demás, Jesús nos recuerda que somos hijos e hijas de Dios por gracia, testigos de su amor infinito e incondicional. Ante la tentación de condenar a quienes piensan o adoran de manera diferente a nosotros, Jesús nos exhorta a llamar, incluir y abrazar a todos sin distinción, especialmente a los marginados y despreciados. Frente a la tendencia a reclamar nuestros propios derechos y a guardar resentimientos por el fracaso, Jesús nos manda a perdonar como fuimos perdonados. "Grande será la recompensa que recibirán y serán hijos del Dios Altísimo".

viernes, 5 de noviembre de 2021

"¡Ríndanse! ¡Reconozcan que yo soy Dios!"

"Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; nuestra ayuda en momentos de angustia. Por eso no tendremos miedo, aunque se deshaga la tierra, aunque se hundan los montes en el fondo del mar, aunque ruja el mar y se agiten sus olas, aunque tiemblen los montes a causa de su furia." Salmos 46.1-3

En tiempos de incertidumbre, miedo y malestar, como los que vivimos hoy, casi todos buscamos un ancla que nos sostenga entre las mareas que nos arrastran, y nos damos cuenta de que nuestras fuerzas son insuficientes. Nada en este mundo parece ser suficiente para darnos una paz permanente. La economía mundial está sumida en el caos. La política se ha convertido en un negocio. Y la religión es un circo. "Las naciones rugen, los reinos tiemblan, la tierra se deshace cuando él deja oír su voz".

Solo la fe ve más allá de lo que ven los ojos. La fe se sumerge en las profundidades del Espíritu y lo ve todo desde la perspectiva de Dios, en la medida de la eternidad. La verdadera fe es más que una acumulación de información y verdades. La fe ve más allá de las verdades. La fe se eleva a las alturas de la revelación. Es la fe la que inspira a los soñadores, la que da poder a la oración y supera las decepciones del mundo. Solo la fe nos lleva a descansar en Dios y ser testigos de sus obras de amor. "¡El Señor todopoderoso está con nosotros! ¡El Dios de Jacob es nuestro refugio!".



¿Qué tan fuertes puede hacernos la fe? Lo suficientemente fuertes como para sofocar cualquier temor a un desastre o cataclismo en la naturaleza, las relaciones o en el propio espíritu. Ni los terremotos, ni los maremotos, ni los disturbios, ya sea en la tierra o dentro de los corazones, que comúnmente oprimen a la humanidad, pueden destruir el sentido de protección que ofrece la fe firme. Dios es el refugio infalible de los fieles. "¡Ríndanse! ¡Reconozcan que yo soy Dios! ¡Yo estoy por encima de las naciones! ¡Yo estoy por encima de toda la tierra!".