viernes, 18 de enero de 2019

El mejor vino

«Un anfitrión siempre sirve el mejor vino primero —le dijo—, y una vez que todos han bebido bastante, comienza a ofrecer el vino más barato. ¡Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora!». Juan 2.10

El vino representa la vida, la alegría y la abundancia. Aunque puede asociarse a veces a la tristeza, lo más común es relacionarlo con la dicha y la celebración. ¡No hay fiesta sin vino! En el conocidísimo pasaje de las bodas de Caná, vemos que el vino se terminó, la algarabía se silenció, y el disimulado murmullo de María expresó la preocupación: "no tienen más vino"...

"Cerca de allí había seis tinajas de piedra, que se usaban para el lavado ceremonial de los judíos." Esas seis tinajas representan la obediencia de la Ley, el esfuerzo por llegar a Dios por medio de la propia justicia. Los ritos, ceremonias y sacrificios pueden dar un aire de piadosa santidad, pero sabemos muy bien que no pueden dar frutos de vida ni, mucho menos, traer alegría. Cuando todo parece perdido, ¡Jesús cambia el agua en vino!

"Nadie pone vino nuevo en vasijas viejas. Pues el vino arruinaría las vasijas, y tanto el vino como las vasijas se echarían a perder. El vino nuevo necesita vasijas nuevas." Marcos 2.22


La pureza de la Ley, las tinajas con agua, únicamente puede mostrarnos que necesitamos ser lavados, pero de modo alguno puede alegrar la vida. Solamente Jesús, por medio de Evangelio, nos da consuelo, paz y alegría. Jesús nos da un vino nuevo y mejor, su propia sangre, que limpia nuestro pecado y nos hace partícipes de las bodas eternas. "Esta señal milagrosa en Caná de Galilea marcó la primera vez que Jesús reveló su gloria. Y sus discípulos creyeron en él."

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