viernes, 30 de septiembre de 2022

¿Cuántos panes tienen ustedes?

En las calles y las plazas

grita el hambre de tantas

barriguitas solitarias,

¿Cuántos panes tienen ustedes?

 

En las cárceles y hospitales

llora la soledad de tantos

corazones abandonados,

¿Cuántos abrazos tienen ustedes?

 

En los campos y ciudades

tiembla el frío de tantas

espaldas descubiertas,

¿Cuántas camisas tienen ustedes?

 

En las chacras y en los montes

gime la sed de tantos

campesinos resecados

¿Cuánta agua tienen ustedes?




viernes, 23 de septiembre de 2022

Saludables

"Por eso, hermanos, procuren fortalecer su llamado y elección. Si hacen esto, jamás caerán. De esta manera se les abrirán de par en par las puertas del reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo." 1 Pedro 1.10-11

Probablemente todos concordamos en que el cuidado de la salud es muy importante. En general nos ocupamos de mantener la higiene, la buena alimentación, el ejercicio físico y prevenir, dentro de lo posible, las enfermedades más comunes. La pregunta es, ¿cuidamos la salud de nuestra alma con el mismo esmero que nuestra salud física?

Programas de televisión, publicaciones de internet, libros o revistas, canciones, sirven como vehículos de doctrinas y prácticas que, a veces, resultan nocivas para nuestra salud espiritual. El apóstol Pedro nos advierte sobre la abundancia y la astucia de los falsos profetas, y nos insta a ser prudentes con lo que oímos, leemos y hacemos.



Dios ha provisto abundantemente para la buena salud de nuestras almas; el "lavamiento de regeneración" garantiza la higiene; la buena Palabra de Dios es la mejor alimentación; las buenas obras son nuestro ejercicio; y la Cena del Señor, "dado para remisión de los pecados" nos fortalece, nos consuela, y previene las dolencias del alma.

viernes, 16 de septiembre de 2022

¡Vamos a enderezarnos!

"Un sábado Jesús se había puesto a enseñar en una sinagoga; y había allí una mujer que estaba enferma desde hacía dieciocho años. Un espíritu maligno la había dejado jorobada, y no podía enderezarse para nada. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: —Mujer, ya estás libre de tu enfermedad. Entonces puso las manos sobre ella, y al momento la mujer se enderezó y comenzó a alabar a Dios." Lucas 13.10-13




La política, en todos los países, es un constante espectáculo decadente de corrupción y codicia. La economía mundial es un torbellino irracional. Los valores, costumbres y certezas de nuestra sociedad se hunden en un mar de confusión. Y nos sentimos aplastados bajo un peso que amenaza con fracturar nuestras pocas fuerzas. ¡Es fácil caer en el papel de víctimas y dejarnos llevar a la desesperación!


Aquella mañana en la sinagoga, una pobre mujer encorvada, no sólo por su enfermedad sino también bajo el peso del estigma social, encontró su verdadera libertad. Jesús, con tierno amor, la desató del yugo: "ella se enderezó y alabó a Dios". Sin embargo, en lugar de regocijarse por el poder del Señor y la curación de una hermana, los religiosos encontraron razones para cuestionar y desafiar al Redentor.


La liberación, espiritual, mental o física, nunca puede lograrse a través de la Ley. Las revoluciones fallidas en todas las áreas dan fe de ello. Sólo el Evangelio trae paz, salud y libertad. No importa qué peso nos domine. No importa cuánto tiempo hayamos estado encorvados. Jesús, también hoy, nos dice: "ahora son libres". Levantémonos entonces. Vamos a enderezarnos. ¡Y glorifiquemos a Jesús, nuestro bondadoso Salvador!

viernes, 2 de septiembre de 2022

Realidad

"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y observan lo que en ella está escrito, porque el tiempo está cerca." Apocalipsis 1.3

Una hermosa jovencita de quince años se enfermó repentinamente, quedando casi ciega y paralizada. Un día escuchó al médico de cabecera, mientras le decía a sus padres: -Pobre niña; por cierto que ha vivido ya sus mejores días.
-No, doctor –exclamó la enferma-, mis mejores días están todavía en el futuro. Son aquellos en los cuales he de contemplar al Rey en su hermosura.

Un defecto, sólo por no decir pecado, que tenemos la mayoría de los cristianos es considerar las verdades de las Escrituras como historias moralizantes o palabras de aliento para enfrentar la vida; cuentos de hadas para calmar el corazón y la conciencia, pero imprácticos para la vida diaria. Puede sonar chocante, pero la manera en que vivimos lo hace muy evidente.



El último libro de la Biblia, mediante símbolos e imágenes, nos anima a ver la realidad con otros ojos: ¡Cristo es soberano! Él está en el trono, y nosotros reinamos con él; él está en medio de su iglesia, la cuida y la dirige; él debe reinar hasta que todos sus enemigos sean puestos a sus pies. Esa es la verdad, es la realidad. "Jesucristo, el testigo fiel, primogénito de entre los muertos y soberano de los reyes de la tierra. Él nos amó; con su sangre nos lavó de nuestros pecados, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre. Por eso, a él sea dada la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén", (Apocalipsis 1.5-6).