viernes, 20 de agosto de 2021

Invitados a la fiesta

«El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo una fiesta de bodas para su hijo. Y envió el rey a sus siervos para convocar a los invitados a la fiesta de bodas, pero éstos no quisieron asistir. Volvió el rey a enviar otros siervos, y les dijo: “Díganles a los invitados que ya he preparado el banquete; que he matado mis toros y animales engordados, y que todo está dispuesto. Que vengan a la fiesta.” Pero los invitados no hicieron caso.» Mateo 22.2-5


Muchos se han preguntado, y han respondido de diferentes maneras, cómo somos llamados al reino de Dios. Algunos han dicho que esto sucede misteriosamente, que Dios secretamente mueve nuestros corazones y nuestra voluntad para atraernos irresistiblemente hacia Él. Otros han dicho que somos los que deseamos a Dios y lo buscamos según nuestras propias fuerzas y entendimiento. Pero Jesús nos hace ver que ninguna de estas respuestas es adecuada.


En la parábola es el rey quien prepara la fiesta y el banquete, sin ningún trabajo ni cooperación de los invitados. Y cuando todo estuvo listo, el rey envió a sus siervos a anunciarlo. Así es con el reino de Dios, toda la obra salvadora de Cristo ya está terminada, sin esfuerzo ni cooperación de nuestra parte. Pero los primeros invitados rechazaron la invitación con aire de suficiencia y, por ello, fueron castigados. "El rey estaba tan enojado que mandó matar a los asesinos y quemar su ciudad", lo que sucedió en el año 70 cuando la Jerusalén terrenal fue reducida a escombros y cenizas.




Ahora, el rey envía a sus mensajeros a todas partes para invitar a todas las personas. Y viene la gente: los pobres, los marginados, los despreciados, todos son aceptados en la mesa del rey. Los orgullosos quedaron reducidos a nada y los pobres se vistieron para el banquete. ¿Cómo somos llamados al reino de Dios? Solo por el bello evangelio que imparte la justicia de Dios: El Señor Jesús llevó todos los pecados del mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, pagó la condenación de los pecados al derramar su sangre en la Cruz; resucitó de entre los muertos y así ha completado la obra de salvación para hacernos justos delante del Padre. El que tenga oídos para oír oirá, y entrará en el banquete del rey, "porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos".


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