viernes, 12 de agosto de 2022

La Ley del Señor es perfecta

"¡Cuánto amo yo tus enseñanzas! ¡Todo el día medito en ellas!" Salmos 119.97

El pensamiento griego nos ha legado un dualismo radical. Cuando meditamos sobre nuestra forma de ver el mundo, nos damos cuenta de lo profundamente que nos afecta el dualismo. Lo mismo que condiciona nuestro entendimiento individual, lo hace colectivamente. En nuestra cultura no hay unión posible entre santo y secular, cuerpo y alma, orden natural y sobrenatural.

Las Escrituras nos presentan una visión totalmente diferente: en Dios la naturaleza es sobrenatural y lo sobrenatural perfectamente natural y cotidiano. El poder de Dios y su amor infinito se manifiestan cada día al amanecer, y la alabanza de su misericordia al atardecer cada noche. No hay separación; la santidad de la ley divina se hace práctica en la vida, en el sueño y la vigilia, en el amar y ser amado, en la respiración y el alimento.



El teólogo y místico sueco, Emanuel Swedenborg dijo: "El brillo de la verdad no proviene de la verdad misma, porque dentro de la verdad no hay nada flamígero. La verdad brilla mediante la bondad, porque la bondad es como una llama que emite luz".

"La ley del Señor es perfecta, que refresca el alma. Los testimonios del Señor son fieles, que hacen sabio al sencillo". La vida santa es vivir el amor y la verdad del Señor en todos los aspectos de la vida. El amor y la verdad tampoco están separados en Dios; su amor es verdad y su verdad es amor. Por eso toda la ley se puede resumir en ser amados por Dios para amarlo sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. El Señor Jesucristo manifiesta la plenitud de su amor y de su verdad, y a través de Cristo el amor y la verdad nos son dados sin condiciones. Para que podamos amar como somos amados.

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