viernes, 27 de abril de 2018

¿A quién iremos?

"¿A quién tengo en el cielo? ¡Sólo a ti! Estando contigo nada quiero en la tierra. Todo mi ser se consume, pero Dios es mi herencia eterna y el que sostiene mi corazón." Salmos 73.25-26

Nadie nace sabiendo, y todo lo que sabemos lo hemos aprendido de alguien. Así sucede en todos los aspectos de nuestra vida; desde caminar hasta orar; desde hacer cuentas hasta buscar a Dios. Y es bueno que así sea. Es bueno pertenecer a una familia, participar de una iglesia, practicar rituales. Pero la relación viva con Dios exige que vayamos más allá de las instituciones, los maestros y los ritos.

Si dependiese tan solamente de afiliarnos a algún grupo, acatar ciertos dogmas, o realizar determinadas prácticas, la cuestión de nuestra salvación sería mucho más sencilla de lo que es. Como los bastidores que se usan para que las plantas crezcan firmes, de igual manera las instituciones, los maestros y las prácticas espirituales son solamente apoyos, instrumentos para nuestro crecimiento hasta que "alcancemos la edad adulta, que corresponde a la plena madurez de Cristo." (Efesios 4.13)

"Señor, ¿a quién podemos ir? Tus palabras son palabras de vida eterna." Juan 6.68

El secreto de la integridad y realización espiritual, la salvación, se encuentra sólo en Cristo y su Palabra. Todo lo demás es transitorio, solamente Cristo es eterno. Nuestra fe, lealtad y obediencia no la debemos a ninguna institución, ni a ninguna persona, ni a nada en el universo, excepto a Cristo; tan sólo siendo fieles, obedientes y leales a él, podemos conservar nuestra integridad espiritual y gozar de la realización y salvación que únicamente Cristo puede ofrecer.

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