viernes, 9 de octubre de 2020

La Ley del Señor es perfecta

"Los cielos proclaman la gloria de Dios; el firmamento revela la obra de sus manos. Un día se lo cuenta al otro día; una noche se lo enseña a la otra noche. Sin palabras, sin sonidos, sin que se escuche una sola voz". Salmos 19.1-3


El pensamiento filosófico occidental nos ha heredado un dualismo radical. Cuando meditamos sobre cómo vemos el mundo, nos damos cuenta de cuán profundamente nos afecta el dualismo. Lo mismo que condiciona nuestro entendimiento individual, lo hace colectivamente. En nuestra cultura no hay unión posible entre santo y secular, cuerpo y alma, orden natural y orden sobrenatural.


Las Escrituras nos presentan una visión totalmente diferente: en Dios la naturaleza es sobrenatural y lo sobrenatural perfectamente natural y cotidiano. El poder y el amor infinito de Dios se manifiestan todos los días al amanecer, y la alabanza de su misericordia al anochecer. No hay separación; la santidad de la ley divina se vuelve práctica en la vida, en el sueño y en la vigilia, en amar y ser amado, en respirar y en alimentarnos.




"La ley del Señor es perfecta: reanima el alma. El testimonio del Señor es firme: da sabiduría al ingenuo" (Salmos 19.7). La vida santa consiste en vivir el amor y la verdad del Señor en todos los aspectos de la vida. El amor y la verdad tampoco están separados en Dios; su amor es la verdad y su verdad es el amor. Por eso, toda la ley se puede resumir en ser amados por Dios para amarlo sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros mismos. En Cristo, Dios manifiesta la plenitud de su amor y su verdad, y por medio de Cristo se nos da el amor y la verdad sin condiciones. Para que podamos amar como somos amados.


No hay comentarios:

Publicar un comentario