viernes, 20 de noviembre de 2020

Hacia ti, Señor, levanto mis ojos

"Hacia ti, Señor, levanto mis ojos; hacia ti, que habitas en los cielos. Nuestros ojos están puestos en ti, Señor y Dios nuestro, como los ojos de los siervos y las siervas que miran atentos a sus amos y sus amas; ¡esperamos que nos muestres tu bondad!" Salmos 123.1-2




Es natural para nosotros, como lo fue para el apóstol Tomás, querer ver para creer. Necesitamos evidencia sensible para estar seguros. Pero, seamos sinceros, solo prestamos atención a la evidencia sensible que coincide con nuestros prejuicios, el resto lo descartamos. ¿Dónde buscamos la certeza, la confianza y la paz? "Como los ojos de los siervos están atentos a la mano de su señor, y como los ojos de los siervos están atentos a la mano de su dama, así también nuestros ojos están atentos al Señor, a nuestro Dios, esperando que él tenga misericordia de nosotros. "


Solemos considerar que lo opuesto a la fe es la duda, pero en realidad lo opuesto a la fe es querer caminar "por lo que vemos". No tenemos que preocuparnos por el futuro ni especular sobre nuestro destino. El amor de Dios en Cristo Jesús nos da seguridad, confianza y paz. La voluntad de Dios para nosotros es vida plena, compasión y salvación. Por eso no nos desesperamos, sino que nos regocijamos. "Alzo mis ojos a ti, que ocupas tu trono en el cielo".


La certeza, confianza y paz que Dios nos da en Cristo Jesús no son para un futuro lejano; deben vivirse y compartirse aquí y ahora. El Señor nos ha dado talentos espirituales y materiales para hacerlos fructificar, riquezas que perduran para la vida eterna. "Así que exhórtense y edifíquense unos a otros, como lo están haciendo".

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