viernes, 7 de julio de 2017

Busquen, y encontrarán...

La mayoría de nosotros ha visto películas de ficción, o documentales, o hemos leído sobre los grandes esfuerzos que hacen los buscadores de tesoros para encontrar metales o piedras preciosas en naufragios o antiguas poblaciones. El arduo trabajo, generalmente, parece ser inútil, poco o nada fructífero. Pero, el aparente fracaso no detiene la búsqueda, sino que la intensifica, llevando a los exploradores a cavar más profundo y con más ímpetu. La búsqueda incesante ha llevado al hallazgo de fabulosos tesoros en la tierra y en el mar que, eventualmente, han proporcionado gigantescas riquezas a los buscadores.

"El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un terreno. Un hombre encuentra el tesoro, y lo vuelve a esconder allí mismo; lleno de alegría, va y vende todo lo que tiene, y compra ese terreno." Mateo 13.44

Para la mayoría de la gente, la oración es un ejercicio superficial, tan solo una formalidad para sentirse mejor, y haber "cumplido con Dios". Esa clase de oración no puede, si es que acaso puede algo, llevarnos a la íntima comunión de la vida divina. Si nosotros queremos penetrar tras el velo del Lugar Santísimo y descansar en la luminosa presencia de Dios, debemos pedir, buscar y llamar sin desistir, sin distraernos, sabiendo que el tesoro que buscamos está allí. Uno de los antiguos Padres del Desierto dijo: «Mientras el hombre no diga en su corazón: "En este mundo estamos sólo Dios y yo", no tendrá paz ni descanso en su vida.»

"Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá." Mateo 7.7

Con todo, encontrar el tesoro de la divina presencia y disfrutar de él, no depende de nuestro esfuerzo o dedicación, es un regalo gratuito del amor de Dios. Algunos piensan que, si Dios todo lo sabe y todo lo da por amor, de nada sirve la oración. Jesús afirma sin ambigüedad que el Padre conoce y atiende nuestras necesidades antes que le pidamos, y del mismo modo nos exhorta a perseverar en la oración.

"El Padre, en su bondad, ha decidido darles el reino." Lucas 12.32

Todo lo que el Padre tiene es nuestro, está presente y disponible para todos. Somos herederos de Dios y coherederos con Cristo, según afirma el apóstol, si nosotros, por medio de la fe nos unimos con Cristo en la plenitud del Espíritu. Busquemos, como quien busca el tesoro más valioso, y encontraremos, porque desde el principio ese es el deseo de Dios.

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