viernes, 7 de febrero de 2020

¡Cuán bueno es alabarte, Señor!

"¡Cuán bueno es alabarte, Señor! Bueno es, Altísimo, cantar salmos a tu nombre, anunciar tu misericordia por la mañana, y tu fidelidad todas las noches". Salmos 92.1-2

El tiempo es fugaz; experimentamos su sucesión, pero se no podemos aprisionarlo, posponerlo ni atesorarlo. Por eso los seres humanos anhelamos con ansias la permanencia, tenemos deseo de eternidad. Es la razón por la cual admiramos los océanos y las montañas, y perdemos el aliento ante la inmensidad del Universo.


Nada permanece, todo fluye, todo cambia, todo muere y desparece. El corazón se acongoja y se rebela contra el inexorable paso del tiempo. No obstante, basta cerrar los ojos y abrir los oídos para escuchar el silencio. Dios siempre permanece, siempre presente manifestándonos su amor.

"Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos; ¡nunca su misericordia se ha agotado! ¡Grande es su fidelidad, y cada mañana se renueva!" Lamentaciones 3.22-23

Dios es misericordioso y fiel. Dios es amoroso y compasivo. Dios es amor. Podemos afirmarlo con toda certeza. Cada amanecer es la renovación de una alianza de amor con cada uno de nosotros. Cada anochecer es un testimonio de fidelidad y cariño del Padre celestial. Con corazón agradecido vivamos los instantes fugaces como destellos de eternidad, porque eso son, ¡regalos de Dios!

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