viernes, 24 de julio de 2020

Gloria

"Pero gracias a Dios ustedes ahora son de Cristo Jesús, a quien Dios ha constituido como nuestra sabiduría, nuestra justificación, nuestra santificación y nuestra redención, para que se cumpla lo que está escrito: «El que se gloría, que se gloríe en el Señor.»" 1 Corintios 1.30-31

La actual crisis sanitaria que vive el mundo nos ha dejado bien patente que todo aquello en que los humanos confiamos para nuestra seguridad sirve poco y nada a la hora de la verdad. Superpotencias y países subdesarrollados; poderosos y marginados; ricos y pobres; todos a merced de la pandemia. 

El pecado es una pandemia más universal que el coronavirus: extendido en el tiempo y espacio, tanto así que afecta, ha afectado y afectará a cada ser humano, y sus consecuencias son devastadoras. Contra la virulencia del pecado, sus efectos y consecuencias, son todavía más inútiles los recursos del orgullo humano. 

Nuestra ciencia, nuestra moral, nuestra religiosidad, ni cualquiera de las glorias humanas son efectivos contra el mayor mal de la humanidad. Es por eso que Dios, en su inmenso amor y compasión, nos dió el único remedio eficaz, su Hijo Jesucristo: "poder de Dios, y sabiduría de Dios" (1 Corintios 1.24) ¡Él es nuestra gloria! 


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