viernes, 3 de julio de 2020

La palabra de Dios infunde vida

"Señor, ¡mira cuánto amo tus mandamientos! ¡dame vida, conforme a tu misericordia! La verdad es la esencia de tu palabra, y tus juicios son siempre justos." Salmo 119.159-160

El tiempo, las circunstancias, el trabajo diario, la política, la pandemia global y un largo camino por recorrer, son capaces de poner fin a la paz de cualquiera. Sin embargo, todo esto es ilusión; nos afecta porque nosotros mismos le damos el poder de afectarnos. Si confiamos en Dios y en sus promesas, nuestros corazones estarán en paz y, desde adentro, la paz se manifestará en nuestros pensamientos, palabras y acciones.


Nuestra era ha descuidado la lectura y la comprensión de las Sagradas Escrituras. El fundamentalismo distorsiona las Escrituras para apoyar el fanatismo y la ignorancia. El humanismo progresivo desprecia la Biblia como una colección de textos oscuros y primitivos. Ambas posiciones usurpan la autoridad de Dios y exigen obediencia idólatra. Sin embargo, Dios no cambia, y su palabra sigue siendo un testimonio efectivo y una proclamación de su amor incondicional, su infinita misericordia y su buena voluntad hacia toda la humanidad.

Creer en el Señor, escuchar su palabra, obedecer su voluntad eterna nos pondrá en confrontación directa con los fundamentalistas y progresistas, con la derecha y la izquierda, con los de arriba y de abajo, aún peor: "los enemigos del hombre serán los de tu propia familia". Sin embargo, Dios permanece fiel, justo y verdadero; en Cristo nos dio una nueva vida, una nueva vida creada, fortalecida y multiplicada por promesas divinas. El amor tierno y leal de Dios, manifestado en su Hijo Jesucristo, se nos ofrece incondicionalmente a través de su palabra. "Felices los que leen las palabras de esta profecía y felices los que escuchan y guardan lo que está escrito en ella, porque el tiempo está cerca" (Apocalipsis 1.3).

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