viernes, 10 de septiembre de 2021

El mal gobierno no siempre dominará

"El mal gobierno no siempre dominará en la tierra que Dios ha dado a su pueblo, no sea que su pueblo comience a practicar la maldad. Señor, haz bien a los hombres buenos, a los hombres de corazón sincero; pero a los que van por mal camino hazlos correr la suerte de los malhechores." Salmos 125.3-5


Las últimas décadas han sido escenario del surgimiento y radicalización de amplios sectores evangélicos, cuya sed de poder y dominación se expresa de manera virulenta y violenta. Enmascarado detrás de un discurso moralizador está el deseo de imponer, por la fuerza si es necesario, una visión reducida y reduccionista del mundo. El amor incondicional de Dios es reemplazado por un legalismo opresivo. La palabra de perdón y reconciliación da paso a la idolatría de las armas. El reinado de Cristo, príncipe de paz, es pisoteado por el aplauso a políticos oportunistas que usan el nombre de Dios para disfrazar el vómito de sus sórdidos intereses.


"El cetro de los impíos no prevalecerá sobre la tierra entregada a los justos; si lo fuera, incluso los justos cometerían injusticia". Muchos nos sentimos perplejos e impotentes ante la situación: injusticia, violencia manifestada en innumerables formas, corrupción y malicia, disfrazada bajo el disfraz de la aprobación de numerosos sectores eclesiásticos. Aunque el panorama se ve cada día más oscuro, la luz de la esperanza prevalece. A menudo llegamos a pensar que tal vez somos nosotros los que malinterpretamos, pero Dios no nos deja indefensos.




El mal no se combate con el mal. La oscuridad no se desenmascara con una mayor oscuridad. Solo el calor del bien y la luz de la verdad pueden disipar la frialdad y la oscuridad del mal. Frente al moralismo ciego y opresivo, practiquemos la compasión. Frente a la violencia desenfrenada, practiquemos la paz. Frente a la corrupción, practiquemos la rectitud. Como pueblo de Dios, confiamos en que él transformará todo en la consumación de todas las cosas; sin embargo, no fuimos creados para esperar de brazos cruzados. El anhelo de "cielos nuevos y una tierra nueva" es inseparable del anhelo y la práctica de la "justicia que habita en ellos". "Señor, trata con bondad a los que hacen el bien, a los que tienen un corazón recto. Pero a los que se desvían por caminos torcidos, el Señor castigará a los malhechores".


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