viernes, 3 de septiembre de 2021

Un cuerpo

"Dios sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio a la iglesia, como cabeza de todo, pues la iglesia es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena a plenitud." Efesios 1.22-23


Cuentan los historiadores que aunque entre Martín Lutero y Felipe Melanchton había una considerable diferencia de edad y de temperamento, pues el primero era unos catorce años mayor que el segundo y era, aquél, más violento que éste en la manera de tratar los asuntos relacionados con la Reforma, y aunque algunas veces también estuvieron distanciados un poco por tener algunas diferencias doctrinales, los dos grandes reformadores siempre estuvieron vinculados por profundos y fuertes vínculos de compañerismo cristiano que les hicieron olvidar las diferencias y ponerse de acuerdo. En el fondo de su corazón se amaban cristianamente, y por lo mismo triunfaban el amor y el respeto que se tenían mutuamente; y cuando murió Lutero, Felipe Melanchton pronunció una oración fúnebre muy elogiosa para aquel hombre de Dios.


La pandemia, con sus restricciones y el distanciamiento físico obligatorio, lanzaron un desafío a nuestra forma de entender y practicar el compañerismo y la comunión. El interés legítimo de resguardar nuestra salud y la de nuestros seres queridos  nos condujo a la tentación de vivir la fe de modo intimista e individualista, olvidando que somos el Cuerpo de Cristo, una comunidad fraterna de amor y comunión. Podemos estar distanciados por las circunstancias, pero permanecemos unidos en Cristo.




La iglesia cristiana es más que una agrupación de individuos que profesan la misma doctrina o practican los mismos ritos; es creación del Espíritu Santo por medio de la Palabra de reconciliación. Jesucristo, Dios mismo, cargó con todos los pecados del mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, fue condenado por todos los pecados al derramar Su sangre hasta morir en la Cruz; se levantó de entre los muertos y así ha completado la obra de salvación para hacernos justos delante del Señor. En la iglesia cristiana, la comunión de los santos, Cristo vive y actúa. Con esa certeza, podemos estar seguros de que ningún distanciamiento, ninguna enfermedad, ninguna ley humana podrá separarnos ni desanimarnos. Nuestra victoria está asegurada, porque nuestra victoria es Cristo "Aquel que todo lo llena a plenitud."

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