viernes, 17 de septiembre de 2021

El trigo y la cizaña

"Dejen que crezcan lo uno y lo otro hasta la cosecha. Cuando llegue el momento de cosechar, yo les diré a los segadores que recojan primero la cizaña y la aten en manojos, para quemarla, y que después guarden el trigo en mi granero." Mateo 13.30

No importa dónde miremos, vemos corrupción en todas partes y somos testigos de cómo el mal prevalece y prospera. El mundo en el que vivimos es desconcertante. Los sistemas políticos, ideológicos y religiosos siempre decepcionan. Y flota en el aire la incómoda pregunta: si Dios es bueno y soberano, ¿por qué no hace nada? "Porque al arrancar la cizaña podrían también arrancar el trigo".



Si prestamos atención, Jesús no dice que el trigo y la cizaña crecerán juntos en la iglesia, sino en el mundo. "El campo es el mundo". Las hijas y los hijos del reino son la buena semilla, plantados en el mundo para producir buenos frutos. Cuando el Señor oró por los creyentes de todas las edades, le suplicó al Padre: "No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno".

No es por nuestra piedad, nuestra moralidad o nuestro activismo que vamos a oponernos a la corrupción imperante, sino por medio de la fe, la esperanza y el amor. El Señor Jesús llevó todos los pecados del mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, pagó la condenación de los pecados al derramar su sangre en la Cruz; resucitó de entre los muertos y así ha completado la obra de salvación para hacernos justos delante del Padre. Dios no nos llamó para "cambiar el mundo" a fuerza de voluntarismo, sino para ser sus testigos y anunciadores de un mundo nuevo. Es difícil esperar la intervención divina, pero ahí es donde reside la fe; espera en la promesa. "Entonces, en el reino de su Padre los justos resplandecerán como el sol. El que tenga oídos, que oiga."

No hay comentarios:

Publicar un comentario