viernes, 12 de mayo de 2023

Dios me escuchó y atendió a la voz de mi súplica

"Ustedes todos, los que temen a Dios, vengan y escuchen lo que él ha hecho conmigo. Con mis labios le pedí ayuda; con mi lengua exalté su nombre. Si mi corazón se hubiera fijado en la maldad, el Señor no me habría escuchado. Pero lo cierto es que Dios me escuchó y atendió a la voz de mi súplica." Salmos 66.16-19


Debemos dar gracias al Señor, y alabarle, porque de esa manera despertamos dentro de nosotros mismos la sublimidad, el poder y la majestad de la Presencia Divina. 


Las interpretaciones populares de las Escrituras no siempre nos trasmiten las ideas que los autores deseaban comunicar. Al consultar a intérpretes bíblicos independientes, descubrimos que se han cometido muchos errores al traducir del hebreo y el griego al español. Frecuentemente, encontramos con que las traducciones a nuestro idioma nos pintan un Dios terrible, colérico, caprichoso y vengativo. ¡Nada más alejado de la verdad! 


Por ejemplo, leemos en el versículo 16: "Ustedes todos, los que temen a Dios, vengan y escuchen lo que él ha hecho conmigo", pero debería traducirse más fielmente: "Vengan ustedes, y escúchenme relatar lo que digo, y lo que Dios ha hecho por mí". ¿Debería haber algún elemento de temor en nuestros corazones hacia Dios, cuando oramos y damos gracias? No. Siempre debemos tener presente que Dios es un Padre amoroso, compasivo y misericordioso, que siempre está más dispuesto a dar de su abundante bondad que nosotros a recibir de ella.


Es cuando nos establecemos en la conciencia de la bondad, la ternura y el infinito amor del Padre que, al igual que David, prorrumpimos en pensamientos, y palabras de alabanza. "¡Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni me escatimó su misericordia!" Salmos 66.20




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