viernes, 5 de mayo de 2023

El que me ha visto a mí, ha visto al Padre

"Felipe le dijo: «Señor, muéstranos el Padre. Con eso nos basta.» Jesús le dijo: «Hace ya tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y tú, Felipe, no me has conocido? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo entonces dices: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, es quien hace las obras. Créanme que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí; de otra manera, créanme por las obras mismas»." Juan 14.8-11

¿Cómo puede Jesús mostrarnos al Padre? Por medio del amor, la sabiduría, el juicio, la fe, la voluntad y el entendimiento divinos, el espíritu que anima todo bien. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Del mismo modo que Jesús, y en su mismo espíritu, nosotros también podemos manifestar la presencia del Padre a través de la oración habitual y manteniéndonos en la conciencia de Dios. Mientras servía constantemente a las personas, sanándolas y enseñándoles acerca del reino, Jesús permaneció consciente del Padre al observar tiempos regulares de oración y comunión con Él.

La oración es mucho más que simplemente un ejercicio piadoso o de recogimiento interior. La plegaria es el punto de partida para la acción, porque “el Padre que permanece en mí hace sus obras”, pero el estado correcto de la mente y el corazón que la oración produce deben resultar en la acción correcta para hacer una vida perfectamente moldeada por la voluntad de Dios. Confiando en el Espíritu divino dentro de nosotros y dándole crédito solo a Él por todo el bien que manifestamos y realizamos, el ego es apartado y apagado. Esa es la obra y la gloria de Dios.



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