jueves, 6 de agosto de 2015

Viendo a Cristo en los demás

A menudo los cristianos y cristianas usamos la expresión “Cristo vive en mí”, y “Cristo vive en ti”, sin parar a pensar mucho en el significado de esas palabras. Cientos de años de dogmas han hecho de Cristo un ser etéreo y ajeno al ser humano, cuando en verdad es la identidad divina presente en cada uno de nosotros. Reconocer la presencia de Cristo en cada hombre y mujer es simplemente la aplicación práctica de la regla de Jesús: "No juzguen ustedes por las apariencias. Cuando juzguen, háganlo con rectitud." Juan 7.24


Todos los seres humanos participamos de la divinidad, el espíritu del Cristo en cada uno; por lo tanto somos también básicamente espirituales y buenos por naturaleza. Esto nos une espiritualmente sin barreras de género, raza, creencias, o cualquier otra aparente diferencia. Cada uno de nosotros posee una chispa divina de naturaleza espiritual y perfecta, raramente manifestada, que es el ser verdadero , el Hijo de Dios, lo que algunas veces llamamos “el Cristo Interno”.

Siempre que tomamos consciencia de la presencia de Cristo en nuestro interior, o en el interior de cualquier persona, las aparentes divergencias empiezan a desvanecerse. Es necesario ver el Cristo en todas las personas, contemplar su naturaleza divina. El Cristo que vive es mí es el Cristo que vive en todos. Lo más a menudo que veamos y reconozcamos el Cristo en otros, será lo más pronto que lo encontremos en nuestro propio interior.

"Los ojos son la lámpara del cuerpo; así que, si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo tendrá luz..." Mateo 6.22

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