martes, 15 de noviembre de 2016

Una mente transformada

"Abre mis ojos para que yo vea las maravillas de tu Ley." Salmos 119.18

La pena, la decepción, el agobio y la infelicidad son condiciones que nosotros mismos creamos. El desánimo, la derrota y la enfermedad también son condiciones de nuestra percepción. Dios nos creó para gozar de una vida abundante y alegre.

Para todos nosotros el mundo es tal como lo percibimos; si valoramos de forma negativa lo que percibimos, entonces nuestra experiencia de eso será negativa, pero tan sólo con percibir y valorar las circunstancias de forma positiva, de acuerdo con la Ley divina, experimentaremos una gran libertad.


El estado natural de la humanidad es de rebosante salud y alegría. Aunque nos resulte difícil aceptarlo, es más sencillo vivir en plenitud que lo opuesto. Nuestros malos hábitos de pensamiento, palabra y de obra pueden hacernos creer que el pecado, la enfermedad y la muerte son la realidad esencial de la humanidad, pero no es así. Como todo error, la percepción equivocada se corrige con el conocimiento de la verdad.

"No sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto." Romanos 12.2

La frustración, el desaliento, la tristeza y el dolor, son en realidad falsas percepciones a las que nos hemos habituado. La liberación consiste simplemente en dejarnos transformar por Dios, por medio de la renovación de nuestra mente, y empezar a vivir en conformidad con la Ley divina.

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