martes, 18 de abril de 2017

Hay alegría en la presencia de Dios

El filósofo dinamarqués Soren Kierkegaard, parafraseando a Lutero, escribió: «La oración no cambia a Dios, pero sí cambia a quien ora». Concebir a Dios como un hombre gigante y egoísta que espera nuestras oraciones para satisfacer su vanidad no solamente desnaturaliza el propósito de la oración, también la transforma en una carga pesada, dolorosa y repetitiva.


"Me mostrarás el camino de la vida. Hay gran alegría en tu presencia; hay dicha eterna junto a ti." Salmos 16.11

Orar o meditar no es una obligación, es un privilegio. La plegaria es un encuentro íntimo con Dios, debe ser gozosa y llena de significado. A diferencia de lo que popularmente se piensa, explícita o implícitamente, la oración no se limita a los momentos que consideramos «espirituales». En la presencia de Dios, y en la luz de su Verdad, todo lo que hacemos es oración.

"Alégrense siempre en el Señor. Repito: ¡Alégrense!" Filipenses 4.4

Dios ha creado todo con amor y belleza, y nos ha concedido el privilegio de gozar de su maravillosa creación. Debemos reservar tiempo para el ocio y el esparcimiento, o nos volveremos improductivos y destructivos. La recreación consiste en disfrutar de la alegría, que es una expresión de Dios, y no como un tiempo perdido que sirva para orar mejor después. La alegría manifestada en cada momento y actividad de nuestra vida, es la oración más santa de todas.

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