viernes, 3 de noviembre de 2017

La divina Providencia

"Tú tienes cuidado de la tierra; le envías lluvia y la haces producir; tú, con arroyos caudalosos, haces crecer los trigales. ¡Así preparas el campo! Tú empapas los surcos de la tierra y nivelas sus terrones; ablandas la tierra con lluvias abundantes y bendices sus productos. Tú colmas el año de bendiciones, tus nubes derraman abundancia; los pastos del desierto están verdes y los montes se visten de gala; los llanos se cubren de rebaños, los valles se revisten de trigales; ¡todos cantan y gritan de alegría!" Salmos 65.9-13

Quienes nos hemos maravillado por la majestuosidad de las grandes cataratas también lo hemos hecho por el virtualmente infinito flujo de agua que cae sin cesar. Miles de millones de litros de agua fluyen incesantemente, pero, si quisiéramos recoger de ella, la cantidad dependería del recipiente que llevemos. Si tenemos un tanque de cinco mil litros podremos recoger cinco mil litros; pero si sólo llevamos un balde de cinco litros no podremos recoger más que cinco litros; y si no tenemos otra cosa que el cuenco de nuestras manos, no podemos pretender recoger más agua que la que allí quepa.


"[Dios] hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos." Mateo 5.45

Dios es puro amor y generosidad. Él no hace diferencias, provee en abundancia para toda su creación. Todo cuanto el Padre ha creado, lo hace fluir como fluyen las aguas de las cataratas. La abundancia divina es infinita, pero es la medida de nuestra fe la que nos permite recoger más o menos de aquello que Dios pone a disposición de todas sus criaturas. No hay límites en la Providencia divina, el único límite lo ponemos nosotros.

"Abres tu mano, y con tu buena voluntad satisfaces a todos los seres vivos." Salmos 145.16

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