viernes, 23 de agosto de 2019

Rebelión y redención

"Pero él será herido por nuestros pecados; ¡molido por nuestras rebeliones! Sobre él vendrá el castigo de nuestra paz, y por su llaga seremos sanados." Isaías 53.5


Casi con toda seguridad todos concordaremos, al menos de modo formal, que la vida humana es más que nacer, crecer, reproducirse y morir. Es más que disfrutar del camino entre la cuna y el ataúd. Sin embargo, en la práctica vivimos únicamente para deleitar nuestra vista, nuestro vientre y nuestro orgullo. ¿Duele? Claro que duele cuando se toca la llaga del pecado.

"No amen al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él" (1 Juan 2.15). Aunque la moral sólo califique como pecados, en el caso que lo haga, a actos aberrantes y públicos, la palabra de Dios nos deja bien claro que el pecado es la mundanería que nos lleva a adorar a las criaturas antes que al Creador.

El egoísmo, la sensualidad y la mundanería, aunque placenteros en el momento, sólo pueden llevar a la perdición. Pero Dios no nos ha dejado en el pozo de la decepción; por su misericordia nos ha dado un poderoso Salvador: Jesucristo. "Él mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados al madero, para que nosotros, muertos ya al pecado, vivamos para la justicia. Por sus heridas fueron ustedes sanados" (1 Pedro 2.24).

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