viernes, 2 de abril de 2021

¿Acaso no arde nuestro corazón?

"Cuando llegaron a la aldea adonde iban, Jesús hizo como que iba a seguir adelante, pero ellos lo obligaron a quedarse. Le dijeron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde, y es casi de noche.» Y Jesús entró y se quedó con ellos. Mientras estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y les dio a ellos. En ese momento se les abrieron los ojos, y lo reconocieron; pero él desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: «¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» En ese mismo instante se levantaron y volvieron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los once y a los que estaban con ellos, los cuales decían: «¡En verdad el Señor ha resucitado, y se le ha aparecido a Simón!» Los dos, por su parte, les contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan." Lucas 24.28-35


La vida de fe es un misterio para gran parte de nosotros. Frecuentemente, de modo velado, esperamos un acto milagroso que produzca mágicamente la fe en nuestro interior. Esa espera ingenua está destinada al fracaso. La fe nace, crece y da frutos en el encuentro con lo cotidiano. Dios, en medio de la vida, nos hace partícipes de su misterio y cooperadores de su proyecto de amor.




En los encuentros casuales, o no tanto. En las paradas del camino. Allí nos encontramos al Señor. En los rostros desconocidos de nuestros semejantes, el rostro del Señor nos mira y nos encuentra. En las historias familiares, las esperanzas y anhelos compartidos, la palabra viva de Dios nos habla al corazón. En las comidas compartidas, el encuentro familiar, Dios nos alimenta y nos consuela. A la amplitud del mundo, el Señor nos invita a anunciarle que el amor vence.


¿Acaso no arde nuestro corazón cuando conversamos con mujeres y hombres, jóvenes y ancianos? ¿Acaso no arde nuestro corazón cuando las Escrituras nos anuncian el inmenso amor de Dios? ¿Acaso no arde nuestro corazón cuando compartimos nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor? Ese es el misterio de la fe, que no hay misterio, Dios se entrega por completo, y nos anima a compartirlo con toda su amada creación.

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