viernes, 2 de julio de 2021

Quiero cantar al Señor

"Yo confío en tu misericordia; mi corazón se alegra en tu salvación. Te cantaré salmos, Señor, porque tú siempre buscas mi bien." Salmos 13.5-6


"¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro?" Podemos ver que el rostro del Señor denota el amor divino y todo lo bueno en el cielo y en la iglesia; y esconder u ocultar el rostro, cuando lo habla el Señor, consiste en dejar al ser humano en su propio egoísmo o individualidad, y por ende en los males y falsedades que se desbordan de él. Porque el ser humano, visto en sí mismo, no es más que la debilidad y el pecado que de ella deriva, del que no podemos escapar sin la ayuda de Dios.


En medio de nuestra ceguera, somos capaces de pensar y estar convencidos de que vemos perfectamente. Sin embargo, lejos de la luz del rostro del Señor, lejos de su amor y sabiduría, estamos perdidos. Sólo la luz divina nos eleva por encima de la ceguera de nuestro egoísmo, nos eleva a una nueva vida y nos da una esperanza imperecedera de la vida eterna y plena. "Mírame y respóndeme, Señor Dios mío. Ilumina mis ojos, de lo contrario dormiré el sueño de la muerte".




Cristo ha resucitado y, por la fe, resucitamos con él a una nueva vida. En Cristo, la luz del rostro divino brilla para siempre. Por medio de Cristo recibimos el don de la vida eterna. El amor del Padre nos transforma y nos levanta de la muerte a la vida. El bien divino es nuestro tesoro eterno. "Pero yo confío en tu amor; mi corazón se regocija en tu salvación. Quiero cantar al Señor por el bien que me ha hecho".


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