jueves, 15 de enero de 2015

La Oración

Cuando el ser humano percibe la realidad espiritual, se vuelve hacia Dios y le suplica que lo libre de las limitaciones. El ser humano ve que Dios le atiende a veces y que otras, inexplicablemente, no atiende. En este último caso es cuando se consuelan pensando que hay que resignarse ante la voluntad de Dios. Es decir que casi todos creen que la voluntad del Creador es mala. Pero al mismo tiempo la religión enseña que Dios es nuestro Padre. Un Padre bueno, sabio y eterno. Eso es contradictorio ¿Puede ser que un Padre amoroso y sabio sienta y exprese mala voluntad hacia sus hijos? ¿Por qué Dios parece atender nuestras ORACIONES unas veces y otras no?


La Oración es el PENSAMIENTO y el SENTIMIENTO más puro y más alto que se puede pensar y sentir. Es polarizar la mente y el sentimiento en el grado más altamente positivo, vibrando en la frecuencia de la Energía Divina.
 
Esas vibraciones transforman instantáneamente en perfección y belleza todas las condiciones oscuras que nos rodean, como cuando se enciende una lámpara en una habitación oscura. Siempre que el que esté orando piense, sienta y crea, que ese Dios a quien le pide es un Padre amoroso e infinitamente sabio que desea dar todo lo bueno a su hijos amados: DIOS SIEMPRE ATIENDE.
 
Pero, en general, la gente acostumbra a orar así: “¡Oh, Dios, líbrame de este problema, que yo sé, que vas a pensar que no me conviene, porque tú quieres imponerme esta prueba!” En otras palabras: Ya negó toda posibilidad de recibir respuesta a su oración. Tiene más fe en ese Dios que nos enseñaron, caprichoso, vengativo, y lleno de mal voluntad. Que no está sino esperando a que cometamos la primera infracción para castigarnos. Pues el que así pide no recibe sino de acuerdo, a su propia imagen de Dios. Dios no necesita policías en el espíritu, Él ya nos ha dado principios eternos. Aquel que no marcha con la ley se castiga el mismo. Lo que usted piensa se manifiesta. El apóstol Pablo dijo que Dios está más cerca de nosotros que nuestro pies, y nuestras manos más aun que nuestra respiración; de manera que no hay que pedir a gritos
que nos oiga. Basta con pensar en El, para que comience a componerse lo que parece estar descompuesto. El nos creó. El nos conoce mejor de lo que nos podemos conocer nosotros mismos. El sabe por qué actuamos de ésta o aquella manera y no espera que actuemos sin tropiezos cuando apenas estamos aprendiendo a caminar en esta VIDA ESPIRITUAL.
 
"Un día, Jesús fue a cierto lugar para orar. Cuando terminó, uno de sus discípulos se acercó y le pidió: —Señor, enséñanos a orar, así como Juan el Bautista enseñó a sus seguidores. Jesús les dijo: —Cuando ustedes oren, digan: Padre, que todos reconozcan que tú eres el verdadero Dios. Ven y sé nuestro único rey. Danos la comida que hoy necesitamos. Perdona nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a todos los que nos hacen mal. Y cuando vengan las pruebas, no permitas que ellas nos aparten de ti. También les dijo: «Supongamos que, a medianoche, uno de ustedes va a la casa de un amigo y le dice: Vecino, préstame por favor tres panes. Un amigo mío, que está de viaje, ha llegado y va a quedarse en mi casa; ¡no tengo nada para darle de comer!” Supongamos también que el vecino le responda así: “¡No me molestes! La puerta ya está cerrada con llave, y mi familia y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte los panes. Si el otro siguiera insistiendo, de seguro el vecino le daría lo que necesitara, no tanto porque aquél fuera su amigo, sino para no ser avergonzado ante el pueblo. Por eso les digo esto: pidan a Dios y él les dará, hablen con Dios y encontrarán lo que buscan, llámenlo y él los atenderá. Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido. ¿Alguno de ustedes le daría a su hijo una serpiente si él le pidiera un pescado? ¿O le daría un escorpión si le pidiera un huevo? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con mayor razón Dios, su Padre que está en el cielo, dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan.»" Lucas 11.1-13

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