viernes, 22 de julio de 2016

Memoria



Perdido en las cavilaciones,
que jamás cesan ni hallan su razón,
me hundo en el pensamiento
que no es sino huida de mi esencia.

No soy un desterrado, aunque así
me vea, sin patria y sin identidad.
El nombre de Dios es mi herencia,
mi posesión radiante, incorruptible.

El nombre eterno me recuerda que soy 
hijo, no esclavo del tiempo ni de la duda. 
Libre de las ataduras del mundo de ilusión.

El mal es mi hechura y mi espejismo.
Soy libre y eternamente uno con Dios.
Renovado en el espíritu de mi mente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario